Pórtico de la Gloria
Capítulo VII: el hombre después de la venida de Cristo
«Bestiales como siempre, carnales. Buscándose a sí mismos como siempre, egoístas y cegatos como siempre, …siempre luchando, siempre reafirmándose, pero siempre reanudando la marcha por el camino iluminado por la luz». T S. Eliot
Nuestros pecados de cada día: Cristo ya ha venido, y no hay que esperar otra vía

…pero la Nueva Alianza no merma la libertad del hombre. Y ésta nos permite seguir siendo… «bestiales como siempre, carnales. Buscándose a sí mismos como siempre, egoístas y cegatos como siempre, …siempre luchando, siempre reafirmándose, pero siempre reanudando la marcha por el camino iluminado por la luz». T. S. Eliot
En las bases encontramos la representación de los pecados capitales. En la medida que los vicios se acercan a los instintos animales, pecados de la carne, las imágenes tienen más atributos de animalidad. Los que aparecen vestidos reflejan pecados más humanos.

Es inquietante ver al hombre en el nivel de las bestias. Aparece como uno más entre los monstruos. Sus ojos grandes e inexpresivos parecen ciegos. Es la representación del orgullo, de un hombre cerrado en sí mismo, su propio yo como medida para definir lo que es bueno y es malo. Su rostro y su frente, dividido en dos, refleja el drama de su elección.
La vía de la nueva y eterna alianza: el único camino, la obediencia, 4ª vía

En este fuste, el Maestro Mateo refleja la necesidad de seguir a alguien de más autoridad en nuestro camino al Misterio. ¿A quién hay que seguir? ¿Quién es ese guía? Y Mateo aclara. Aquel con el que rejuveneces haciendo el camino.
El camino se inicia a la izquierda en la base del fuste: Un joven –1- se levanta de un sillón para seguirle. Su rostro sonríe con esperanza pero las ramas le frenan. Un hombre que abandona un lecho, -2- sube con esfuerzo y le mira esperando que el joven le siga.
A la derecha vemos, en lo alto del fuste -4-, a un joven con mirada sonriente, con el índice de su mano izquierda invitando a un niño -3-, a que le siga. Se puede observar cómo todos los personajes se van haciendo más niños a medida que ascienden y todos van vestidos.

Obedecer no es fácil pero el Señor ha dicho: «si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos». (Mt 18, 3).
El Maestro resalta la resistencia que tenemos a la obediencia, poniendo en el capitel de esta columna la imagen de dos asnos a los que unos jóvenes intentan guiar.
