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Pórtico de la Gloria Mensaje al peregrino

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Pórtico de la Gloria

Pórtico de la Gloria

Mensaje al peregrino

Portada del libro Pórtico de la Gloria

Pórtico de la Gloria

Capítulo X: Cristo el Señor

 

La imagen del Cristo del Pórtico es única en su tiempo. Pocos años después fue imitada en León. No hay ninguna representación similar en los Cristos en Majestad del resto de Europa. Ello pone de manifiesto la originalidad y la intervención de la Iglesia de Santiago que mantiene la tradición de su anuncio «Cristo el Señor es el Salvador» desde antes del siglo XI. Recordemos que estamos en años de Cruzadas, nacimiento de órdenes militares, época en la que los reyes y sus ejércitos se declaraban vasallos de Cristo.

 

Cristo el Salvador: sumo y eterno sacerdote

La fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, fue introducida en España en 1973, se celebra el jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés.

 

 

Este tipo de representación es única y original del Pórtico de la Gloria. Antes de la edificación de la catedral, en 1075, y en la catedral anterior, ya existía este culto a Cristo Salvador. Las manos alzadas y mostrando sus palmas: es la postura de un sacerdote que hace la oración sobre las ofrendas, como se hace hoy en la liturgia de la Misa actual., resaltando la condición de Cristo, el único sacerdote que puede interceder entre la Humanidad y la Divinidad, el único que puede librarte de tus pecados. La importancia de esta representación se refleja en las siguientes citas: «Como permanece para siempre tiene el sacerdocio que no pasa» (Heb 7, 24) . «Dios es uno, y único es también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús que se entregó en rescate por todos» (1Tim 2-5). «El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec» (Salmo 110).

 

Cristo sacerdote y víctima: vencedor sobre la muerte

Las imágenes de Cristo en Majestad, con el pecho descubierto y mostrando sus heridas, sirven para proclamar su humanidad y su pasión frente a las herejías francesas del momento. Así lo encontramos en Saint Denis en 1440. Esta representación de mostrar las llagas no existía anteriormente. 

Cristo es el hombre que se ofrece como víctima, sacrificio definitivo para salvar al mundo, el cordero inmolado. Llevado a la muerte, pero resucitado por el Padre. 

Esta imagen también refuerza el mensaje de su resurrección y puede ofrecer sus heridas a Tomás, el discípulo incrédulo: «Trae tu mano y métela en mi costado» (Jn 20, 28). Esta idea de victoria, después de su muerte, está reforzada por los ángeles portando los instrumentos de su crucifixión como las armas de su triunfo.

 

 

Rey de Reyes ¡El Señor!

La fiesta de Cristo Rey fue instituida el 11 de diciembre de 1925

Como rey, Cristo lleva corona. Su autoridad se refuerza al sentarse en un trono -en realidad, “un faldistorio” plegable-. Entonces la corte se celebraba más en el campamento que en un palacio. Son muy escasas las imágenes románicas de Cristo en Majestad en las que Cristo lleve corona. 

En las oraciones decimos con frecuencia “Señor”, pero hoy es un concepto muy devaluado. Es bueno llegar a la profundidad del concepto de la palabra ¡Señor! en el siglo XII, para entender lo que el Maestro Mateo nos indica. las relaciones que se establecían entre el “Señor” y sus “vasallos”. 

La ceremonia del vasallaje es un pacto entre gente libre, un acuerdo personal entre dos para la defensa mutua. El vasallo jura fidelidad al Señor y que le defenderá frente a sus enemigos y, por su parte, el Señor, le proporcionará al vasallo todo lo necesario para su vida y la de su familia. Faltar al juramento es tachado de “felonía” es una traición al honor, al compromiso personal entre las dos partes.

 

 

La ceremonia del vasallaje: la mano en el Parteluz

Cuando un hombre libre pide protección a alguien con más poder, la ceremonia se ritualiza en una serie de gestos: Las manos del vasallo se ponen entre las del Señor y se jura solemnemente cumplir las obligaciones que ambas partes se reconocen. El cronista del Señor tomaba nota.

En el Pórtico no es posible poner tus manos en las manos del Señor, pero el ingenio del Maestro Mateo ha colocado en el fuste del Parteluz la huella de una mano, para que puedas colocar la tuya en la columna que simboliza la humanidad de Cristo. 

En la pequeña cruz de la izquierda se ratifica el voto de fidelidad. Es una cruz de Jesuralén, que enmarca el momento histórico y su antigüedad.

 

 

Todavía más de 300 años después se puede ver esta fidelidad, entre El Señor y su vasallo, en una plática del confesor del emperador Carlos V: 

«¿Qué nos mandó Cristo hacer que Él primero no lo hiciese? ¿Qué yugo nos echó a cuestas que Él primero no llevase…? Si nos manda ayunar, Él ayunó. Si nos manda orar, Él oró. Si nos manda perdonar, Él perdonó; si nos manda morir, Él murió, y si nos manda amar, Él amó.…

Con tal adalid ¿quién perderá el camino?… Con tal capitán, ¿Quién desespera de la victoria? Con tal compañero, ¿Qué yugo hay trabajoso… Porque no sólo te precias de estar en nuestros trabajos, más aún, prometes no dejarnos solos…»

 

 

Los Cronistas

Los evangelistas, que rodean a Cristo, escriben sobre los animales que les representan. No es habitual ver a los evangelistas escribiendo sobre sus símbolos, estos suelen estar a su lado. El águila de san Juan, el buey de san Lucas y el león de san Marcos, les sirven de mesa de trabajo para escribir. Mateo no escribe sobre el símbolo que se le asocia. Al Maestro Mateo le pareció muy violento hacer que un ángel, o una figura humana, le sirviera de mesa; por ello utiliza un pupitre portátil. Como puede verse, dirigen su mirada a la escena, a Cristo y al peregrino que a sus plantas presenta sus peticiones. El Maestro Mateo se inspira en las costumbres reales de su tiempo: era habitual que el Rey en su corte, estuviese rodeado por cronistas, que recogían los hechos, los pactos y las donaciones. En Santiago, siglo XII, el Arzobispo Gelmírez estuvo rodeado de ellos, -en algún momento, dos cronistas eran franceses y uno gallego-, y gracias a la importancia de la labor de los cronistas hoy conservamos documentos de gran valor, como la “Historia Compostelana”. 

 

 

¿Qué más puedo hacer por ti?

No hay reproche en su actitud. Rostro sereno y cierta dulzura en su expresión. Frente alta y espaciosa, cejas poco arqueadas, labios delgados, cabellos peinados en tirabuzones y la barba arreglada en dos mitades. La nobleza de su semblante viene resaltada por la composición de la imagen. 

«La profunda impresión que había recibido, al contemplar la imagen desde la perspectiva adecuada, no fue menor en los amigos que pudieron ponerse en la misma situación. En mi interior pensaba: “Después de todo lo que ha sufrido, me mira como si me estuviese diciendo: ¿Qué más puedo hacer por ti?” Varios años más tarde encontré que con esta frase se dirigió san Bernardo de Claraval a Conrado III, Rey de Romanos cuando se mostraba reticente a participar en la Segunda Cruzada». Félix Carbó