Pórtico de la Gloria
Epílogo: el método de Dios es el mismo ayer, hoy y siempre
«En verdad Dios se ha hecho encuentro. Los seres humanos necesitamos un amigo, un hermano que nos lleve de la mano y nos acompañe hasta la casa del Padre, necesitamos a alguien que conoce el camino. Y Dios, en su amor sobreabundante, envió a su Hijo no sólo para señalar el camino, sino para ser Él mismo “el camino”». Benedicto XVI
Un Pórtico de esperanza para todos
Saint Denis: Un alma encadenada por las manos es salvada de los apresados por el demonio y llevada por un ángel ante Cristo.

«¡Cuánto se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio! En vez de destacar que son perdonados por su misericordia» San Agustín. De natura et gratia, XXXII
«Cualquiera que sea nuestra situación, sea cual sea nuestro momento, todo es abrazado. Es como si el Señor nos dijese: ¿Por qué no cedes? ¿Por qué tienes miedo? Que tu historia personal no te condicione, ¡Fíjate en lo que ha acontecido! Jamás habías tenido una experiencia de plenitud mayor que cuando te has dejado hacer, cuando has cedido como un niño». Julián Carrón


La Misericordia. El verdadero juicio
«En el momento del Juicio experimentamos y acogemos el prevalecer de su amor por encima de todo mal, del mundo entero y del nuestro». Benedicto XVI
La siguiente frase de San Bernardo ratifica la simbología del arco del Purgatorio: «Toda alma, aunque esté cargada de pecados, atrapada en los vicios, seducida por los halagos, prisionera en el exilio, en la cárcel del cuerpo, arrastrándose por el fango, hundida en un pantano, atada de pies y manos, atenazada por las preocupaciones, disipada en los negocios, contraída por el temor, afligida por el dolor, confusa entre errores, ansiosa por cuanto le apremia, inquieta por las sospechas, peregrina en tierra enemiga, y hasta corrompida entre muertos y destinada a la compañía de quienes están en el infierno, aunque esté así de condenada y desesperada, puede descubrir en sí misma un motivo no solamente para respirar en la esperanza del perdón, sino hasta una razón para osar aspirar a las bodas con el Verbo». Cantar de los cantares.

El camino del Señor es sencillo
Si el cristianismo es el anuncio de este hecho históricamente documentado –Cristo nacido, muerto y resucitado–, si el mismo Dios ha trazado un camino, el hombre ya no tiene que imaginar o inventar nada, sino seguir, solo seguir.
Después de la gracia de un encuentro tan excepcional e inesperado que marca la vida, solo es necesaria la sencillez del corazón para decir “Sí, hágase en mí según tu palabra”.
Conmovidos porque Dios se ha convertido en compañero en el camino de la vida, se inicia un camino misterioso pero real, que nos permite entender qué es nuestro “yo” y cuál es su destino.
Fiarse, obedecer a Dios es ya una condición razonable para que uno pueda experimentar su propia realización. «Esto le da la vuelta al método religioso. Ya no se basa en el esfuerzo de la inteligencia o de una voluntad constructiva, de una moral compleja, sino en la sencillez de un reconocimiento, en la experiencia de un encuentro.
El primer método favorece a los inteligentes, los cultos, los afortunados, los poderosos; en este último método se favorece a los pobres, al hombre común». Luigi Giussani

La compañía al destino. Milagro de unidad
«¡Qué diferentes somos los hombres! Tiempo, clima, cultura, medio ambiente: todo nos separa. ¡Mas qué noticia repentina y maravillosa! Los que parecían extraños entre ellos y que de manera irrevocable todo les debía dividir, están repentinamente reunidos. Aquí están hermanos que vibran al unísono, respondiendo a la misma llamada, en comunión con el mismo amor. Los hijos de la Iglesia, que han heredado todos al mismo Cristo». Henri de Lubac
Diciendo “sí” al vínculo que Cristo establece contigo, ya no estás solo, sino dentro de una comunidad. De hecho, aferrados por el bautismo, Cristo nos ha puesto juntos como miembros de su cuerpo, nos hacemos amigos, nos convertimos en uno. La Iglesia es, por gracia, el lugar donde se realiza el milagro tan deseado e imposible: la unidad entre los hombres. Porque Cristo quiere salvarnos a todos, con su sacrificio en la cruz nos ha atraído a todos hacia sí –al pueblo de la Antigua Alianza y al de la Nueva– reconciliándonos como hijos de Dios, y por eso haciéndonos hermanos. Todos estamos llamados a la comunión con Él y entre nosotros, ya que el mismo Dios es comunión de personas, como puede verse en el capitel de la Trinidad.

Un nuevo inicio
«La peregrinación, símbolo de vuestra vida, significa que no os queréis instalar, que os queréis resistir a todo lo que tienda a apagar vuestras preguntas, a cerrar vuestro horizonte. Se trata de ponerse en marcha aceptando el desafío […].
Jesús es nuestro camino. Nos acompaña como hizo con los discípulos de Emaús. Nos muestra el sentido del camino. Nos reconduce cuando erramos. Nos levanta cuando caemos. Nos espera al final del camino cuando llegue el momento del reposo y del gozo». San Juan Pablo II
Al final del Camino son hombres nuevos, transfigurados, distintos de cuando lo iniciaron, con un fuerte deseo de querer vivir más intensamente. ¿Cómo permanecer en esta novedad? Viviendo la vida como una peregrinación, es decir verificando la propuesta cristiana reconocida.
¡Buen Camino! ¡Ultreia et suseia!
¡Camina más lejos y mira más arriba!


«Esto es lo importante en la vida: haber visto alguna vez algo, haber oído una cosa tan grande, tan magnífica que cualquier otra cosa en comparación suya sea nada; que incluso si uno se olvidase de todo, aquello no se olvidaría jamás».
Søren Kierkegaard