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Un fraude monumental

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Un fraude monumental

A monumental fake

Un fraude monumental

A.W. Pugin

   Este extraordinario personaje, nacido en 1812 de una familia aristocrática francesa que había escapado de la revolución y la guillotina, fue el primero en estudiar y poner en práctica el orden neogótico con seriedad histórica, y aunque el Parlamento se atribuye a Barry, en realidad todo fue ideado y diseñado por Pugin, como se comprueba en la correspondencia de Barry, incapaz de tomar ninguna decisión si no se la autorizaba Pugin (Il. 52 Pugin). La pasión de Pugin queda resumida en una frase: “No hay nada por lo que merezca la pena vivir, excepto la arquitectura cristiana y un barco”. A eso dedicó su vida, a trabajar para Barry (o en su lugar) y desaparecer a veces durante meses de navegación, tras los cuales reaparecía vestido de marinero para desesperación de su socio.

A.W.N. Pugin 1812-52 Painting by John Rogers Herbert © Parliamentary Art Collection WOA 2586

  A pesar de una vida breve (sólo 40 años, de 1812 a 1852) acumuló un inmenso saber sobre las técnicas constructivas y artesanales del medievo y publicó dos libros que actuaron como la biblia de los neogóticos, los True Principles of Christian Architecture en 1841, y un Glossary of Ecclesiastical Ornament and Costume en 1846. A pesar de su juventud era la máxima autoridad sobre el asunto y por esta razón se le adjudicó el espacio medieval (la Medieval Court) en la exposición universal (la Great Exhibition) de 1851), dentro del célebre Palacio de Cristal de Joseph Paxton (Ill. 53 Pabellon gótico de Pugin). El Cristal Palace, primera y grandiosa muestra de la futura arquitectura de vanguardia, albergaba en su seno un refinado corazón neogótico, obra de Pugin.

Pabellon gótico de Pugin

  La actividad del joven apasionado coincidió con el Act of Catholic Emancipation que disparó la demanda de iglesias católicas, hasta entonces reprimidas por los anglicanos y luteranos, gracias a la cual recibió cientos de encargos: iglesias, colegios, capillas, residencias privadas, casi no hay distrito en Gran Bretaña que no albergue alguno de sus proyectos. Por desdicha, en 1852 sufrió un grave desarreglo nervioso que se descargó en un ataque de locura y obligó a su familia al internamiento del joven genio en un hospital para enfermos mentales. Allí murió, a los cuarenta años de edad, aquel personaje de valía excepcional, autor de un paisaje que reconoce cualquier aficionado a las series televisivas inglesas. El final lo truncó cuando estaba trabajando en los tinteros y paragüeros del Parlamento (“en el detalle está Dios”), los cuales, por cierto, aún se pueden ver en la visita guiada. Pugin no dejaba ni el menor detalle al azar.

  De todos modos, su obra maestra es, naturalmente, las Houses of Westminster) (Ill. 54 El Parlamento) de las que lo más notorio es el gran reloj llamado popularmente Big Ben, aunque ese no es el nombre del edificio sino de la campana. Un crítico tan exigente como Kenneth Clark escribió que este palacio monumental del Parlamento is the first neogothic building which we can call great (p.117), es decir, que para Clark esta fue la primera construcción neogótica que puede calificarse de “grandiosa”, en una palabra: monumental. En su libro no citó ningún ejemplo más. 

Parlamento de Londres | Foto por Richie Chan/Shutterstock.com

  De la restante obra de Pugin queda poco y decepcionante porque, al morir tan joven, muchos de sus proyectos fueron realizados por distintos ayudantes y maestros de obra, con graves distorsiones e incorrecciones por parte de los clientes o de los constructores, de ahí que se hayan conservado mejor algunos interiores (Ill. 55. 56 y 57 Varios Pugin) que los edificios mismos.

Varios Pugin

  Un año antes de su muerte publicó un breve tratadito con el título de Contrasts en el que comparaba la construcción moderna (1840) con la antigua (1440). Allí incluyó un dibujo que es un interesante panfleto en el que muchos seguidores del neoclasicismo de Burlington pudieron identificar, con escandalosa indignación, las obras de Nash y de Wren como ejemplos de lo más deleznable. Nos despediremos de Pugin con esta curiosa lámina (Ill. 58 Pugin ciudades)

Pugin ciudades

  A partir de Pugin, que es la cima intelectual del neogothic, vienen ya las figuras de su ocaso. Este declive también tiene un nombre artístico, el estilo victoriano, tan duradero como ecléctico. Las más grandes personalidades aún construyeron edificios monumentales, pero ya habían perdido el espíritu que hasta entonces había inspirado a los puginianos. Se parece mucho a lo que ya sucedió en el siglo XVI, como antes comentamos, con el gótico verdadero, cuando, después de su momento flamígero, perdió el alma y se convirtió en una exhibición de tecnicismos ornamentales y aparatosos. 

  Así, por ejemplo, Georg Gilbert Scott, un discípulo de Pugin y trabajador incansable que llegó a acumular hasta 730 edificios conocidos, de los cuales 39 son catedrales y 476 iglesias, desprovistas de todo carácter. Es otro ejemplo de la capacidad industrial de los arquitectos de aquel momento. La cantidad sustituyó a la calidad y el alma mecánica a la pasión artística. No deja de ser curioso que también construyera mucho en Alemania, donde conoció a Schopenhauer y es de suponer que trataría de convencerle de que el gótico no venía de Jerusalén ni de Córdoba. Lo más popular de su obra es, sin embargo, un monumento, el Albert Memorial de 1863, que sólo se concluyó en 1872 (Ill. 59 Albert memorial) y que sólo aprecian los turistas porque es muy apropiado para para hacerse un selfi sin jugarse la vida.

 

Albert memorial

  Su competidor, George Edmond Street, ganó el concurso para el Palacio de Justicia (the Royal Courts of Justice) sito en el Strand y comenzado en 1873 aunque no se terminó hasta 1882. Todavía hoy tiene una presencia imponente y es muy visitado por los curiosos que se acercan a Lincoln’s Inn, donde tienen sus madrigueras los abogados más malvados de Europa, en busca de los escenarios de Dickens (Ill. 60 Royal Courts) en cuyas novelas abundan los siniestros picapleitos.

Royal Courts

  Finalmente, la transición hacia el neoclásico que dominará buena parte del fin de siglo, por ejemplo, con los grandes almacenes de Oxford Street, lo llevó a cabo el muy meritorio y pelmazo John Ruskin, sobre quien ya hemos hablado como un medievalista serio, uno de los primeros en reivindicar que el gótico hubiera nacido en Francia, aunque él se refería tan sólo a Amiens, Chartres y París. Todavía no se conocían ni Suger ni la abadía de Saint Denis. 

  No obstante, su trabajo fundamental sobre el gótico, como ya dijimos, trata acerca del gótico veneciano, que es un género muy singular, enteramente distinto de todos lo góticos continentales, y al que dedicó su obra maestra, The Stones of Venice de 1852. En realidad, a Ruskin le interesaba mucho más Italia o Francia que Inglaterra. Italianizó a un grupo de pintores un tanto chiflados, llamados los prerrafaelitas, seguidores de la pintura arcaica, anterior a Rafael, que tanto complacía a Henry James, y puso de moda un romanticismo disfrazado de trovador medieval que triunfó en todas las burguesías europeas (Ill. 61 trouvadour Hayez). Su obra maestra de erudición, The Bible of Amiens, de 1882, tuvo su consagración universal cuando Marcel Proust lo tradujo en 1904. En aquel momento, de todos modos, ya estaban afianzándose las vanguardias y había terminado la gran cosecha del gótico tardío. 

El beso, Hayez

[Cada día se publicará en THE OBJECTIVE un nuevo capítulo de este ensayo de Félix de Azúa. Si quiere leer las entregas anteriores, pinche donde pone «Capítulos», justo encima del título del libro al comienzo de esta página]

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