El Emboscado
Nunca fueron buenos “tiempos para la Lírica”, pero siempre nos daba consuelo la música, el arte o la filosofía. En este 2021 no será menos. Ahora que todos tenemos claro que el “porvenir” va a ser plenamente diferente a lo conocido, que las “zonas de confort” ya no van a existir, y que por supuesto, tenemos que habituarnos a una forma diferente de relacionarnos que hasta ahora sólo era propio de algunas obsesiones o fobias. Como fuere que me puse ya el año pasado las gafas del optimismo, veremos hasta donde me lleva en esta ocasión.
En este año los retos serán todos aquellos que no atendimos por molicie, falta de empuje o melancolía. Ya no tenemos otra que el “imperio de la acción”; aunque sea, devenga o se propicie desde la desesperación o la prisa. Hacer de la necesidad virtud lo llaman algunos.
No es la mejor forma de hacer algo aferrarse, como hemos hecho, a la procrastinación emocional perpetua, o peor aún, a esperar que otros nos digan que hacer. Una de las pocas cosas medio positivas de todo lo que nos ha ocurrido en el año pasado, es que delató que todos, y me refiero sin distinción a “todo el mundo”, no estábamos preparados para un giro tan radical en nuestras vidas. El parón forzoso, la perdida de vidas equivalente a batallas, pero sin destrucción de infraestructuras, el silencio en el que en ocasiones nos encontramos inmersos, hace que sin duda nos enfrentemos a una oportunidad casi única de comenzar algo y hacerlo de forma diferente. No digo mejor, pero sí digo ignota, en el que las reglas del juego por fin han cambiado (a un precio altísimo eso sí), y que nos va a permitir “bajarnos del Burro” y ponernos a hacer cosas. Pronto se verá y se cribará como trigo de paja, aquellos que no aportan nada más que retórica, y quizás la gente empiece a preocuparse por el “qué puedo o debo hacer yo y no por el que me digan lo que tengo que hacer”; pronto quizás veamos un resurgir de una sociedad civil, tan escasa en muchas ocasiones, que exija y presione con su ejemplo cambios estructurales en nuestro mundo.
Se que es mucho pedir, es probable que esté deslizándome hacia una esperanza nada propio de un pesimista antropológico como dicen que soy. Nada más lejos de mi interés.
Sí es cierto que creo que sólo la Ley y la Cultura, vale decir la “Educación”, nos hace mejores, nos hace progresar y sobre todo nos da un margen claro o un criterio sólido para la acción social. Claro está que es si todos actuamos de buena fe y no de forma “picaresca”. Creo firmemente en que podemos mejorar tras la forzada catarsis sufrida, porque me temo que sólo actúa el hombre cuando se le obliga a ello, primero por la Ley y luego por el Habito adquirido o el ejemplo Vicario. No hemos de buscar motivaciones más allá.
Deseo que en este año largo y complejo el fiel de la balanza caiga del lado de la educación y el ejemplo positivo, que con el silencio y el desprecio se pague a aquellas acciones y seres que durante tiempo presumieron de “ser listos burlando la norma y la moral”; que aquellos que reían cuando descaradamente “robaban” nuestro esfuerzo colectivo por mor de su posición, contactos o simplemente por su “estrella”, ya hagan “mutis por el foro” y nos dejen hacer las cosas bien sin ellos, o al menos que se queden en silencio.
Se que es un mero deseo, pero es lo que nos salvará. Podremos enfrentarnos a una nueva forma de comunicarnos, esta vez sabiendo de verdad como funcionan las redes sociales y sus “Perversiones Fake”, sabiendo esta vez reconocer a los hipócritas en cualquier estamento o posición; podamos enfrentarnos al menos dialécticamente con “populistas, demagogos y los que se creen salva patrias”. Al fin y al cabo, son, o eso espero, más los que saben hacer las cosas, que los que viven como rémoras de los demás.
Deseo que decidamos invertir con tiempo, paciencia y confianza en nosotros mismos en ciencia, tecnología, estructuras sociales igualitarias, en educación, en valores democráticos y no en “buenismo pedigüeño”; que podamos reconocer la valía en nuestros contrarios y demos paso a las nuevas generaciones sin que paguen el peaje de vendernos su alma. Es más que un deseo, una necesidad.
Si no hacemos las cosas bien, si no dejamos de “quedarnos tuertos a cambio de la ceguera del otro”, si no miramos lo que nos une mas que lo que nos separa, si en definitiva por una vez hacemos una tarea colectiva perdurable en el tiempo (y que no sea un “Telemaratón” para acallar nuestra conciencia un ratito); entonces podremos decir que el año que ha comenzado tiene visos de ser mejor que el anterior.
Ahora que nadie nos escucha podremos hacer lo que decimos siempre que haríamos si nos dejaran. Pues bien, ahora es el momento, ahora podemos por que está todo por hacer de nuevo ante el desastre vivido; es el momento de mirar despacio con quien compartir y a quien rechazar borrándolo de nuestra “agenda”.
Si lo hacemos esta vez, entonces tendremos una nueva oportunidad de cumplir nuestros deseos permanentemente arrojados en bares y tertulias. El “si yo tuviera poder… si yo mandase”, puede convertirse en premonitorio si esta vez dejamos el Cainismo, la Envidia como deporte, la Critica como forma de relacionarnos, y la lucha de Bandos como forma identitaria.
Esta es la apuesta desde La Emboscadura. No diré que otras veces pasaron “trenes” que no tomamos por egoísmo infantil, ni que valoramos la imagen externa antes que reconocer al vecino su capacidad, como tampoco recordaré que hace mucho tiempo que pasamos el Rubicón.
Sólo el tiempo dirá si el fatum gana de nuevo o esta vez las cosas pueden cambiar. Tenemos cincuenta y una oportunidades, que no son pocas.