Como agua entre los dedos: el fracaso de una regeneración política
El emboscado
Hace un rato, cuando me disponía a compartir con vosotros algunas ideas (perdonarme el tuteo tras este tiempo juntos), me di cuenta de que no atinaba a encender el ordenador, no atinaba a encontrar mis apuntes para esta cita semanal; no encuentro mis pequeñas anotaciones de cuadernito “de todo a cien”, osadía sería creerme que mis apuntes se merecen el coste de esos otros cuadernos que parecen propios de otro siglo, por el empaque y por el precio; quizá es que tras una aparente “humildad” se esconda en mi un “cripto-envidioso”. Todo es posible.
Tras un rato haciendo perder el tiempo a media casa, me doy cuenta de que no es que no atinase, es que dejé mis gafas en otra mesa, en otra estancia, en otro lugar junto a ese cuaderno con los apuntes. Por lo que debo dejar esta vez el optimismo y hablar de “problemas sin soluciones”.
Prometo que tenia más de la serie: “Soluciones, no problemas”, llegaban a casi veinte los que tenia pergeñados para a la luz de los acontecimientos ir aportando algunas pequeñas ideas. Pero me temo, que, si bien me sienta bien el optimismo, me he dado cuenta de que la realidad, tozuda, terca, pero que en el fondo es “lo que importa”, se me presentaba distorsionada, enmarcaba en un intento de superar, ya que no queda otra, los avatares que nos embisten cada día y “tumban” como se suele decir a “tirios y troyanos”.
En mi afán de buscar soluciones incluso donde no existen, luche como en el Poema “Depoimento” de Miguel Torga, que ya otra vez citamos, para lograr un atisbo de algo, si no para mí, al menos para otros que vengan. Aborrezco las citas de autoayuda, pero es cierto que “el mundo funciona cuando plantas árboles de cuya sombra no vas a disfrutar”. Y a mí, me temo que, a pesar de la Emboscadura, o quizás por ella, “la realidad se me ha escapado como agua entre los dedos”.
No se puede quedar impasible a lo que este año nos augura, y sobre todo a la estulticia de quien gobierna el mundo, no sólo mi dolida España, si no todas aquellas Urbes que en el mundo son, ahora mismo. No encuentro paz, ni raciocinio constante en el tiempo, en ninguno de los “ventanales” por los que miro. Ya sea Prensa, Radio, Internet… las fuentes de las que bebo en todas las aplicaciones informativas, no me devuelven nada más que ignominia y cicatería que pagaremos en breve como ya tantas otras veces hemos pagado con la sangre de la Tierra y sus habitantes.
Parece que no hemos aprendido nada de historia, o que incluso, a sabiendas del seguro final de las cosas tal y como va “la carrera”; parece, digo, que busquemos el conflicto que seguro nos ha de devorar como Saturno a sus hijos: por terquedad, celos, envidia y sujetar un “poder” fruto a su vez de cientos de latrocinios.
Frecuentemente se me acusa, con razón, de nunca citar nombres propios o delatar los latrocinios o quinta columnas de las que hablo. Y, sí, tienen razón. No lo hago ni por prudencia, ni por respeto, ni siquiera por temor a represalias en un mundo donde ya el pensar o disentir es signo y seña para ser pasto de redes sociales como en la obra tan manida, pero excepcional, 1984 de Orwell o en la no menos excelente representación de un mundo sin reflexión que encontramos en 451ºF de Bradbury; vivimos en una realidad que se nos escapa de las manos y a los que respondemos en telegramas cortos / Twits, sin tiempo para la reflexión, un mundo lleno de Haters de todo tipo, las más de las veces pagados, las otras enajenados ellos mismos bien por no tener “voz suficiente”, bien “porque aborrecen como cripto envidiosos” todo lo que no sea ellos.
El caso es que, no lo hago, por que no tengo derecho, por que “comprendo” sus actos, por más que me repugnen éticamente por su soez manipulación. Comprendo los actos con que nos bombardean, comprendo sus mecanismos, comprendo sus intereses bastardos, comprendo sus “clanes”… pero sobre todo comprendo que el mundo es así.
Cambiarlo es hacer una Nueva Cosmogonía que este “pequeño francotirador” no tiene entre sus capacidades. Pero atención, para hacerla, hay que ser valiente y “destruir” la que se tiene.
Me permito compartir algunas de las “cosillas propias de los conciliábulos” que día a día compartimos, fomentamos o de las que incluso vivimos.
1) No podemos cambiar fácilmente un sistema alejado de la meritocracia necesaria para mejorar el mundo al modo Ilustrado (si es que ese fuese el paradigma referencial), por que de hacerlo nos acusarían de elitistas y poco democráticos, precisamente aquellos que desde la atalaya lograda señalan quien sí y quien no, es digno demócrata.
2) No podemos señalar a “uniformados y funcionarios” corruptos o sobornados por otros intereses que no los que se les suponen, por que precisamente, no todos pero si una suficiente proporción, llegaron a donde llegaron por medro, prebendas, apellidos o dádivas propias más de un capricho feudal que de un valor ganado. Y ahora con el poder del sistema no “les vamos a joder el chiringuito” (perdón por mi primer taco escrito).
3) No podemos atacar a voceros alentadores de conspiraciones y corruptelas, por que ellos mismos son la esencia de lo que la gente quiere oír: “el encabronamiento constante” (perdón por este mi segundo taco escrito), que les hace sentir mejor a sus “fieles” cuanto mayor sea el latrocinio que se dice cometer contra la democracia, la patria, cualquier Dios, o quizás nuestro futbolista favorito, puesto que, llegados a este nivel, todas las categorías se igualan.
4) No podemos denunciar que TODOS los políticos y TODOS los partidos en esencia tienen un sistema clientelar gracias al cual llegan a nosotros mendicantes de votos y oferentes de futuro, porque precisamente han llegado a ser conocidos gracias a “la venta de su alma a sus patrocinadores”. Y que somos sus reses bien tratadas en virtud de cuanto les vayamos a durar o de la “leche” que puedan lograr de nosotros. Ha sido así en los últimos dos mil años, y de no cambiar el paradigma, así será hasta el fenecimiento de la especie.
No es posible evadirse, todos estamos implicados, como ya sabemos por el famoso trilema de Münchhausen, en nuestra propia “disolución”, todos estamos afectados por la búsqueda de “nuestra salvación” ya sea como pueblo, clan o equipo de petanca; al igual que tampoco podemos desde fuera ver nuestras fallas, por que precisamente son las que nos han constituido como somos.
Líbreme el cielo o lo que sea de creerme mejor que esos que luchan denostadamente por vivir mejor que sus semejantes, aunque para ello deban mentir sin tasa, fingir como “meretrices” y jurar con golpes en el pecho (normalmente el de otros, ya que el suyo está bien resguardado); protéjame todo el Santoral si mintiera diciendo que no comprendo la lógica que les lleva a muchos a burlar patrias, banderas, juramentos y religiones, para asegurar su zona de confort y a los suyos durante las décadas siguientes, aunque sea por endogamia en la administración, en el ejercito o en la propia profesión mediática.
Huya de mi toda sombra de ver conspiraciones ocultas, de cualquier tipo, cuando lo que en realidad existe es comunidad de intereses, de bienes, y ver a los semejantes siempre como “elementos a los que esquilmar” por parte de los que manejan desde hace décadas los designios ora de empresas, ora de medios de comunicación, ora de Banderas o Patrias…
Dejo ya mi fiel carabina de tirador, por que tengo una sensación rara, me doy cuenta de que cuando se nos vende un producto, en realidad se nos vende la respuesta a una necesidad aspiracional, se nos vende un “servicio” demandado. Esta frase, tan certera, evidentemente no es mía. Cuando el autor la lea, como amigo me disculpará habérsela robado.
Ahora sí estoy en disposición de decir nombres, pero miro mis anotaciones, veo mis “pruebas documentales” inapelables, y me doy cuenta de que no voy a ningún lado.
La verdad no importa a nadie, yo también seguro que soy fruto de otras “redes”, como tampoco a nadie le importa quien caiga desde mi mirilla, puesto que se recambian a más velocidad de lo que cualquiera “dispararía”. Perdida la Emboscadura eres blanco fácil. Los papeles se pudren en mis cajones, como el mundo que intento analizar se me escapa como agua entre las manos.
Quizás me quede una pizca de precario equilibrio para no ser como el Alacrán de la fabula y “cavar mi seguro sepulcro” por un: “..soy así, no lo puedo evitar”. O quizás no y decida empezar a dar nombres y convertirme en todo lo que repudio: otro vocero tremendista que alerta contra los enemigos de no se qué, y de no se quién… porque sinceramente, la única alerta es que: “… la Razón se ha cobijado en los irracionales, ya que el Ser humano ha perdido la razón”.