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Soltando lastre, olvidando falsas fidelidades

El autor analiza y desmonta algunos mitos de nuestra sociedad

Soltando lastre, olvidando falsas fidelidades

El Emboscado

Durante muchos años he estado convencido de varias premisas que eran para mí axiomas vitales y de los que nunca, hasta ayer, había dudado jamás.

A saber, entre ellos: “que la fidelidad era la moneda de cambio con la que se construían proyectos”; “que si tu trabajo era constante y honrado el resultado valdría la pena”; y sobre todo “que había que devolver a la sociedad el doble de lo que te dio para que esta avance de forma adecuada”.

Pues bien, ha tenido que venir una púber de no mas de cinco años para desmontarme el “chiringuito mental” que creía me mantenía cuerdo todo este tiempo. 

La verdad y certeza evidenciada por la experiencia es que a la sociedad nunca se le devuelve ni un ínfimo porcentaje de lo que te dio, aunque tú te creas que te lo mereces todo y es ella la que no te dio suficientes oportunidades; el trabajo es una opción personal, como lo es el compromiso con una tarea concreta, fruto cuando menos de un interés personal o si preferimos de una educación “sentimental” que se fijó en nosotros, no por muestra valía, si no más bien por una “pizca de soberbia y orgullo”. Por lo que nos aprestamos en nuestro “puesto”, y preparamos la munición para matar Freudianamente “al padre causante” de nuestros miedos y Tabúes. 

Empecemos la tarea. Es mentira que el trabajo dignifique o que el trabajo realice a nadie. Lo que hace, en el mejor de los casos, es desarrollar nuestras capacidades entrenadas, innatas o forzadas, en la culminación de una tarea que está encomendada en un plazo y en un tiempo y por el que “arrendamos” nuestra cabeza/brazos en algo que se supone es necesario para el buen funcionamiento de la sociedad. Primera mentira puesto que la sociedad no sabe que existimos y somos meras piezas en un puzzle en el que con un poco de suerte vemos los resultados concretos de nuestra “inocente tarea”  de forma que nuestro manido Ego nos haga sentirnos importantes como si la rata de laboratorio creyese que su “blanco cuerpo” fuese en si mismo a acabar con una Pandemia; cuando en realidad no es más que un eslabón más de la cadena de “pruebas” para que otros se beneficien de su “altruista contribución” en una cadena en la que rápidamente se olvida a quien la formo eslabón tras eslabón para que al final se obtenga un medicamento, por ejemplo.

Todavía es más falaz el creer que se nos debe algo por “ser quienes somos”, como si realmente a la sociedad y sus dirigentes les interesara que no fueses otra cosa que anómico y por ende construyeras con otros una sociedad civil vertebrada que pida responsabilidades y ejecute los mecanismos de control necesarios para evitar el nepotismo o directamente el traspaso de poderes entre familias de rancio abolengo (normalmente consolidada con la muerte o esquilmado de aquellos que so n la mano de obra cualificada o no y que se “rostizan “ ellos mismos para ser pasto del futuro social.

La que más daño me hizo darme cuenta de que era mentira de la gorda pensar que la fidelidad era una moneda de cambio adecuada para construir algo a lo largo del tiempo y que eso te hacia pertenecer a un “proyecto” cuando menos con sentido de destino en lo universal (les aseguro que esta última frase no tiene ni la intención primera, ni siquiera referencia ninguna idea que tenga sentido para mi… pero que pertenece al inconsciente colectivo de varias generaciones aunque nadie ha explicado aún ni lo que significa, ni lo que implica, y mucho menos ha desentrañado su propio contenido).

Pues bien, si no debemos fidelidad a nadie que no se la gane y que además no se aproveche de ella para “esclavizarnos” sine die; si tampoco podemos devolver a la sociedad lo que nos dio, de manera vertebrada y consentido de futuro. Y además sabemos que el trabajo duro genera menos “capital relacional” del que nos han vendido, dado que quien mas lo genera es el que menos trabaja y más se dedica a cuestiones de las BBC (bodas, banquetes y comuniones).  Entonces ¿Qué nos queda? 

Precisamente, lo que acabamos de compartir es el esquema estratégico, de cómo las sociedades modernas democráticas han creado desde ellas mismas las condiciones de posibilidad para que los aprovechados de verbo fácil y dotes magnéticas, los herederos del esquilme de generaciones del terruño que sus antecesores llevan vendiendo a otros intereses patrios o lobbistas profesionales; y el cómo los “tasadores” de favores logran que el medro permita seguir atontando a la ciudadanía y haciéndola sentir culpable, y sobre todo en deuda eterna e impagadera con: “ellos, los que pueden cambiar las cosas, los que mueven voluntades para que cada cierto tiempo nos ilusionemos y les otorguemos confianza y fidelidad, aquellos que gracias a los graneros llenos de la “sangre de generaciones de trabajadores” que se sentían obligado con la sociedad, puedan perpetuar el sistema que por más pernicioso que sabemos que es, nos siguen diciendo (y nosotros creyendo) que les debemos lo que somos y que tenemos que contribuir a su mejora.

En definitiva, si releen este articulo tienen señalada la forma para identificar a los “enemigos de lo ajeno” y sobre todo el lugar donde apuntar si deciden irse de “caza” para identificar a los “roba peras” (por más que sus trajes cuesten un salario normal), a los que abatir inmisericordemente cuando los encontremos o a sus “becarios eternos que trabajan para ellos mismos”.

Ya no podemos decir que no sabemos cómo, cuándo y quién hace o es responsable de las tropelías que nos están llevando al Caos y propician cambios de todo tipo a “mayor gloria” de sus intereses.

Así que, buena Caza (metafórica claro, no sea que me acusen de incitar a la violencia), y nos vemos con nuestros respectivos atillos en una semana para ver si han logrado librarse de un par de fidelidades falsas, han detectado una decena de formas de manipulación o han encontrado algunas pistas de como se camuflan o se reconoce a esos Padres de la ética y reservorio democrático que sistemáticamente nos hacen pelear en sus frentes económicos, mientras ellos ya están preparándose para la siguiente “venta” de talento nacional y moral cívica .

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