Hoy vamos de caza. Vamos a ver cuántas Dianas logramos en esta simbólica jornada.
Hoy es día 1 de Mayo, fiesta del trabajo en casi todas las partes del mundo occidental, pero olvidado en casi dos tercios del mundo que sigue en “modos de producción y formas de producción de bienes materiales” similares o peores a las que generaron este movimiento reivindicativo. Movimiento que paradójicamente en EE.UU. y Canadá, siendo el primero la cuna dónde nació esta reivindicación, “para evitar la sobre explotación laboral”, NO se celebra ese día (trasladándolo al 1 de septiembre como día del trabajo) ante el temor de que esa fecha fuera “símbolo” de incipientes ideologías no plausibles para ellos, trasladando con la fecha la memoria histórica de lo ocurrido, en lo que podríamos hablar de uno de los mayores procesos de manipulación mediática e histórica. Paradójico en aquellos que dicen ser demócratas y obran como dictadores siempre que pueden. Primera Diana.
Toda historia siempre tiene dos caras, como las monedas, y la verdad no es ninguna, por que lo que las convierte en “monedas reales y existentes”, es lo que las une e integra, “el canto”, que no es otra cosa que los valores éticos que ambas partes dicen defender pero desde posiciones antinómicas; y esto no significa otra cosa que la constatación de que nunca se llegará a un acuerdo o consenso en lo primario o esencial al interpretar al hombre y su realidad, porque para eso una de las dos partes debe “perder o ceder en su verdad”. Si así fuera y ocurriera esa purga, dejaría de existir “la moneda bicéfala” siendo el pensamiento y la vida misma unívoca; dándose por supuesto, la desaparición absoluta y eterna de cualquier posibilidad de un pensamiento crítico, muriendo por tanto el raciocinio del ser humano como tal. En ese caso, tan “pronosticado” por tantas distopías, no habría vuelta atrás dividiéndose el ser humano en dos clases: los que mandan conociendo e imponiendo el pensamiento univoco y los que obedecen sin saber que lo hacen, en un falso ejercicio de libertad. Segunda Diana.
Confió en que cualquier Dios, la Naturaleza, o lo que cada uno estime como principio creador, no permita que ese caso se diera, dado que tengo el principio rector de desconfianza hacia la supuesta bondad intrínseca del ser humano. Sólo la cultura, la ley y los valores éticos universales hacen al hombre y su existencia ser lo que es, ahora y siempre. Otra cualquiera opción es ilusoria, buenista o sencillamente una falacia. No nos dejemos engañar todos tienen intereses “propios” y denostan los de los demás. Tercera Diana.
Pero volvamos a este “Sagrado Primero de Mayo”. Cierto es que hubo un tiempo terrible no muy lejano en el que la explotación del hombre por el hombre dejó de llamarse esclavitud, para ser lo mismo bajo la palabra “trabajo”, y con ello la venta o alquiler en condiciones miserables de la “fuerza y capacidades humanas como factor productivo”; eso sí, siempre bajo la apariencia de una relación equilibrada y buena para ambas partes. Reniego de esa forma de pensamiento mal llamada humana y reivindico que en ese ya lejano XIX y parte del XX no había otra forma de defensa que “el ataque reivindicativo” para eliminar esa situación.
Hoy, ahora, mientras celebramos con algarabías nuestra bonanza democrática (hasta lo que la Pandemia y la Norma permiten), en muchas partes del mundo, más de las que nos creemos, siguen existiendo esas “enajenaciones vitales”, alienantes, destructivas de la dignidad humana; pero eso sí, nosotros hipócritas del mundo democrático miramos hacia otro lado mientras exhibimos productos logrados en condiciones que presumimos haber eliminado en “nuestro mundo”, y es que, claro está: el tercer mundo y sus penurias, nos quedan tan lejos y nos molestan tanto que las obviamos por pereza, molicie o puro cinismo. Cuarta Diana.
Se me cruza en estos momentos como un destello cómo era ese periodo para tener tanta necesidad de recordarlo cada año, y se fija en mi memoria en ese llamado séptimo arte. Pero para que se vean atendidas ambas caras, recomiendo dos excelentes películas de denuncia, elijan la que les venga mejor para calmar su conciencia ideológica. La primera es Germinal y la segunda, menos conocida, se llama Daens. De ambas se encuentran sus correspondientes novelas, pero como vivimos en el fragor de lo visual, cedo el paso a la imagen sobre la letra. No las gloso y así nadie dirá que no disparé por igual a ambos lados, pues ambos tienen penas que purgar. Quinta y Sexta Diana.
Pero hay presas más grandes que abatir en la cercanía de ese soberbio mundo que se llama a sí mismo “primero”. Una es el desfase absoluto y pueril de seguir dando respuestas retóricas del XIX, que ya son estériles en nuestro mundo, a problemas del XXI que aún no están bien abordados. Si el mundo ha cambiado, entre digitalizaciones, inteligencias artificiales, mundos virtuales en lo físico y en lo monetario, e incluso con aportaciones de viajes interestelares; ¿Por qué seguimos obstinados en lemas y acciones que ya no responden ni a las necesidades del hombre para lograr su “desarrollo no alienante”, ni a las nuevas estructuras políticas o sociales, ni a la nueva realidad laboral o de relaciones económicas? Viejos lemas, bonitos para cantar y leer en la historia, pero que no valen nada más que para preservar una “pelea de ciegos” en un circo político. No diré que la acción sindical no sea necesaria, pero deben cambiar sus axiomas y paradigmas para dar respuestas a una nueva era, que temo es ya incluso peor en la enajenación mental del hombre, por que aunque parezca que “el hambre o la penuria pasa por la puerta, pero no entra a visitarnos”, somos prisioneros de servidumbres más sutiles pero efectivas. Séptima Diana.
Pues si ya en un mundo globalizado (mal ejecutado pero globalizado al fin), casi ni el sindicalismo tradicional vale a los oprimidos del tercer mundo, saco de huesos eterno para mayor gloria de algunos, ¿por qué siguen con su matraca? Será que es su modus vivendi y así tienen una prórroga hasta que los “trabajadores” se den cuenta de que no les representan y les manipulan emocionalmente. Por eso entre otras cosas, los miembros sindicales suelen ser los últimos en “entrar en la cola del paro”. O el sindicalismo cambia o le hacen el juego a los populistas que desean volver a “gobernar como dios manda”. Octava Diana.
Y vamos por la pieza de Caza Mayor. En este mundo de IoT, de Bit Coin, de avances tecnológicos vertiginosos que parecen lámparas de Aladino, en actos de “creación o hibridación” que ya no preguntan si se puede hacer algo, por que la respuesta es afirmativa siempre. Teniendo como prueba la ya incipiente aparición de las Quimeras biológicas, la pregunta no es “si se puede lograr hacer algo que deseo o pienso”, la pregunta que nadie responde es: “si se debe hacer y cuáles son los límites”. Pero la respuesta, de nuevo, es por vía negativa: ¿Quién renuncia a los obviamente beneficiosos avances médicos logrados en genética o en tecnología aplicada? Nadie. Pues la necesidad se hace virtud y la ambición supera auto justificando sus actos a cualquier principio moral o ético. Casi nadie soporta el escrutinio de verse en la tesitura de poder hacer algo y no hacerlo de forma voluntaria. Y aquellos que lo soportan provienen de posturas cuando menos “idealizadas” y que suelen ser practicadas no por los que las postularon o mantienen su vigencia, si no por sus “grupos de seguidores”; pruebas constantes hay sobre que los primeros no se auto aplican “sus reglas”, por que el ser humano es débil, pero si tiene poder… entonces se arroga el derecho a divinizarse. Novena Diana.
Debo ya retirarme, no por que me quede sin munición o Dianas, si no porque ningún cazador puede permanecer demasiado expuesto no sea que él mismo sea víctima.
Celebremos el 1 de Mayo pues, pero a ver si lo hacemos con “olor a futuro” y no a “polilla”, a ver si dejamos de usar las celebraciones para testar mi fortaleza “tomando la calle y sacando musculo”, y en verdad se pudiera celebrar en mesas de trabajo para enfrentar nuevos retos, construyendo “el canto de una moneda” en la que nos va la vida, la hacienda, y el honor de ser habitantes del mismo Planeta. Serlo al menos hasta que los ricos se vayan a otros planetas dejando a la nueva casta de famélicos convencidos de ser guardianes de algo, cuando en realidad son “ratones dementes” que no saben ni para que siguen corriendo en la rueda que está dentro de la jaula que es el mundo. Eso sí no les prives de su fiesta el Primero de cada Mayo.