Ut Impluribus
La mayoría de las veces nos olvidamos de nuestras raíces; la mayoría de las veces olvidamos que los demás también tienen las suyas. No existe la ecuanimidad, ni la capacidad de empatía cuando se trata de identidades nacionales. Somos prisioneros de nuestro sesgo, como los demás lucharán por imponernos el suyo.
He de reconocer que las últimas semanas me cuesta salir de la espesura a señalar y abatir incruentamente a los cada vez más numerosas piezas del ajedrez geopolítico de nuestros días. No sé si “cazo y muestro la pieza” correctamente, por tener yo más agudeza, por ser estas más descuidadas e intrépidas, o peor, por que el fin de los tiempos como se han conocido parece llegar a su ocaso.
Como fuera que se presenten, veo que las más de las veces no podemos ya simplificar las posiciones a la hora de juzgar países, intereses o actores del “gran teatro del mundo” en el que se está convirtiendo el viejo occidente. Ocaso de una civilización que vió nacer el ejemplo por el que se guiaron las nuevas naciones, y camino que todas van a seguir tarde o temprano.
Hay conceptos que están sobrevalorados o que nos han inoculado como supuestos, y falsos garantes, de libertades o de igualdades basadas en textos que nadie ya cree. No diremos que es mentira que los valores de la Ilustración en lo tocante a independencia de todo falso dios, o que el avance Democrático en cuestiones políticas sea una falacia. Pero lo que si ha quedado claro es que la empatía es el virus inoculado no para ver en el otro nuestro reflejo, si no para provocar “que bajemos los brazos” desarmados ante el tacticismo, la errónea interpretación de la posmodernidad, o ese mal que hemos llamado “cansancio de occidente”.
Todos jugamos a lo mismo, pero unos nos parece que lo hacen mejor que otros, seguramente por que sintamos esa orilla ideológica más cerca. Es difícil “disparar” contra los principios que todo el mundo cree son firmes, positivos y que favorecerán la “mejora de la especie”. Por eso hay tantos vendidos a todos los “Tio Sam” de la historia moderna.
Falsos desde el primer enunciado, malos en su construcción como termino mayor, menor o medio, las palabras talismán como justicia, libertad, solidaridad… son manipuladas con el objetivo de dejarnos inermes. Esta forma de vida es un mal silogismo que hemos tomado como propio. Cuando nos refugiamos en nuestra forma de vida como la única válida, somos tan hipócritas como esos nuevos creyentes en la fe “del globalismo”. Los latinos decían “De pluribus unum” que es la unión de muchos en el viejo deseo de fundar una nueva forma de crear el mundo. El nuevo mundo terminó paradójicamente siendo una mala copia con los defectos arrastrados de un “melting pot” que consagró como buenos aquello que en el viejo mundo era considerado o decadente, hereje o demasiado innovador.
Los defectos que hacen que “Los Emboscados” nos dediquemos a ir contra tirios y troyanos buscando equidistancia y una falsa justicia, no es más que el deseo imposible de ser ecuánimes o querer ser conciencia de una sociedad que ni pidió ayuda, que ni desea ser alertada, ni desea profundizar en las razones de lo que sus actos implican para el futuro. Vivimos adormecidos o quizá es que no merece la pena despertar.
Somos sociedades y culturas de “ranas hervidas” como en la fábula, y somos a la par buscadores del alma de todo “alacrán sobre el lomo de una rana al cruzar un río”. Creerse mejor es un error, pues sólo somos una de entre tantas culturas de Babilonia, y somos muchos los que sin pena ni gloria “cazamos” cada día en soberbia pretensión de despertar conciencias o mover voluntades.
Hace unos días hablando con una de las mentes más lúcidas que en la visión estratégica dio esta piel de toro, ninguneado como todos y atrapado en reglamentos castrenses hasta que le abandonen las fuerzas, manifestaba el cansancio de haber creído no en unos valores que pudieran ser para algunos caducos, si no en no aceptar el juego y mover las cartas para como en los “circos de tres pistas” hacer un más difícil todavía resolviendo lo que está en la raíz de personas, naciones y voluntades económicas. Pero para lograr ese ansiado “cáliz” debería abandonar toda suerte de ser escuchado, pues solo el que cree contra toda esperanza, puede decir, delatar, construir… sin la amargura de que sus palabras caigan en saco roto. Todos los grandes tienen dudas, por eso los pequeños lo somos a razón de nuestras propias limitaciones y sesgos.
Si las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran; el sentido de seguir en la brecha deriva de que las cosas NO son como son, si no como soy yo y mis necesidades.
Nos hemos vendido al “fulgor” de un imperio que ayudamos a fundar y que como todos caerá en breve y de forma estrepitosa. Por eso no tengo claro si realmente los que se pasan con “armas y bagajes” vendiendo a su gente, su cultura y su patria, aquellos que gozan de becas y renombres en las cunas de quienes les toman como lo que son (cobardes y advenedizos), también sean quienes quizás perduren más en la decadencia, mientras los demás nos hundimos con los restos o lastres de lo que nos enseñaron: “el buen paño en el arca se vende”.
Hemos sido engañados, ahora lo sabemos, pero somos francotiradores desde la Emboscadura. Por tanto, necesariamente minoría seguro equivocada, pero consciente de la única forma que nos queda en nuestro señalar como un “discurso contra el método” . Otro imperio ya está en crecimiento, como nuevos intereses creados vienen a desbancar a los “tradicionalistas”, se ha perdido la lucha contra “la mala globalización”, por que el ser humano es sectario y las élites nunca entraron en la tómbola de los dones. Si contra los globalistas no se puede hacer nada, es por que usamos las reglas que nos hemos dado, si no subimos al nuevo mundo es por que nuestras faltas nos limitan en ver a los “nuevos creyentes”. No se puede luchar con las armas que nos dieron por que son las suyas y luchar con otras no nos está permitido por la moral y el recuerdo de una educación a sangre y fuego. Hemos perdido antes de comenzar la batalla por que, de tan tolerantes, dimos alas a lo que no es tolerable, siendo que ahora ya delatar es un demerito propio de “casposos pseudo regeneracionistas”, algunos pagados para aglutinar a los “disidentes” para su mejor posterior purga.
Como decía un viejo dicho (o eso me dijeron) que repetían los prisioneros de toda ignominia: “no importa estar en una lista negra o blanca, lo importante es saber dónde estás y aceptarlo”