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Haciendo amigos

Hablar de libro es fácil, para obtener una sociedad mejor

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Hablar de libros

Siempre es fácil hablar de lo que, en los libros, en los sermones o en las obras morales consideramos lo bueno, lo mejor, e incluso lo óptimo, para que el mundo mejore y futuras generaciones sean mejores y más “civilizadas” que las de sus progenitores; pero lo que olvidamos, como siempre, es que existen algunos “pecadillos y resquemores” en el ánimo de la especie humana, que dificultan que lo que decimos se convierta en obras sólidas o actos encomiables. Esos pequeños restos de instinto evolutivo, hacen que cuando menos, hagamos lo contrario a lo que propugnamos de forma dilecta a nuestros hijos. Sentenciamos la corrupción y el nepotismo donde lo veamos, pero aconsejamos en la intimidad al púber que “no se mueva en la foto”; criticamos las redes clientelares, pero somos prestos a la lisonja para alcanzar el puesto que creemos merecer por “derecho divino”.

Si a estas alturas de tiempos leyéndome cada semana, me preguntan si yo no he caído en la propia “red” que de tan largo crítico; si de tanto “tirar al mochuelo que se desvía” no veré paja en ojo ajeno y no viga en el propio… entonces es que he fracasado en cada uno de mis mensajes. No, o no al menos de forma consciente, he incurrido en esa “pequeña falta que deviene del poder por ínfimo que sea”. Pero no por creerme mejor (que sin duda no lo soy), ni por pensar que estoy ungido de oleos santos (pues peco más que días tiene el año), si no por que siento el aliento de quienes me educaron aún en la nuca cada amanecer. O quizá por que la tentación fue de tan bajo nivel que me fue fácil.

De eso se trata mi propuesta, de un ejercicio “de comportamiento vicario” que por más que me pese, no logro quitarme de encima. Pendiente estoy de visitar a chamanes, brujos, terapeutas y médicos (puesto que todos son lo mismo en diferentes grados de tecnificación, que no siempre de conocimiento o repuesta curativa) a ver si dan con esta insistente patología o síndrome  de cantar, sin que a veces te lo pidan, las verdades del Barquero o más coloquialmente: “haciendo amigos cada vez que abro la boca”

Me adelanto a la pregunta. ¿Quién soy yo para decir nada de nadie o de algo?, pues eso, Nadie. Mala suerte torera tengo de encontrarme de frente con quienes trapisondas hacen o “cadenas de favores para provecho ilícito”. Pero la cuestión es que sistemáticamente cual gafe de las oportunidades, parece que soy imán para conocer aprovechados, charlatanes y demás feriantes de la vida. Y lo peor es que me creí eso que de pequeño nos decían de no mentir, ni permitir la injusticia o al menos levantar la mano al verla. Pero puede que también sea tan necio que diga lo que todo el mundo sabe y todos callan, por que el mundo es así… y cambiarlo da pereza; como decía el otro, “hazlo tu primero y luego ya veré yo, si…”

Debo decir que he tenido suerte, hasta ahora, no sin tropiezos casi irreparables, de no perder más que dinero y reputación ante cierta gente que sinceramente nos despreciamos mutuamente. Podría haberme sido la fortuna menos agradable y acabar como muchos que conozco que en ruina, en enfermedad o en destierro acabaron sus días. Quizá todo se ande. Lo que de cierto existe es que nada de lo que hasta ahora he “cantado” ha dejado de ser veraz, aun bajo la más severa de las interpretaciones.

Pero me encuentro que siempre “arañando” la meta se aleja de mis manos precisamente por decir a los “Emperadores la desnudez que muestran”, es lo que tiene carecer del talento de Th. Bernhard, o la capacidad de disección moral de Truman Capote; eso sí, he aprendido algunas cosas:

Lo primero es que debes ser servil, pertenecer a un clan y sobre todo lograr, con justicia o sin ella, un nivel suficiente para ser escuchado… para lo cual debes labrarte una buena cartera de “amigos” y una reducida lista de “detractores” (normalmente los que sufren tu inoperancia o tibieza bajo tu cargo), siendo que estos te han de deber su promoción, como tú se la debes a otro. Para estos lares las fraternidades, las medias tintas y las palabras elocuentes sin contenido, vienen “que ni pintadas”. 

La máxima es nunca dar la cara hasta lograr tener los “galones” suficientes y el puesto adecuado.

Lo segundo tener el olfato y listeza (nunca he dicho que estos/as alcahuetes/as fueran carentes de capacidad de cálculo), para saber que la “tortilla” da, en este país, periódicas vueltas y tú, como medrante, debes calcular cuando los tuyos llegan a la “vicaría” para hacer de buen palmero.

Tener apellido, o acordarse de Santa Bárbara cuando truena, no es mala idea… pero no es imprescindible. Lo imprescindible es tener algo con lo que “tirar la caña”, que puede ser con Bala, Zapato, Ballesta o con utensilios de Cocina. Lo importante es tirar y que te vean. La pose y el postureo salen muy bien si tienes buenos maestros.

Es evidente que el engaño no es eterno, pero dura lo suficiente para la espera en la Topera, y cómo ya tienes nivel, cargo, edad y contactos… puedes finamente lidiar con el dolce far niente” entrando en la élite de los que son reclamados por su supuesta experiencia, pero que dan la impresión permanente de repetir lo mismo en todas partes. Con lo que siempre quedará la duda, como en los cenáculos medievales, de si es que no te consideran suficiente para “entregarte su sabiduría” o es que sencillamente crecieron a la sombra de… y hacen sombra a los demás para que no florezcan. Lo bueno es que, como todo, vivir es perecedero y llegarán al mismo sitio terroso que todo mortal, pero sin compañía en el tránsito. 

Ahora que vamos terminando ¿no me negarán que a la memoria les llegan unos cuantos nombres?, y ambos sabemos, que no los decimos en voz alta por que ya sabemos de qué va el juego: el que se mueve en la foto no sale, y nos declaramos seguidores del “mudito de Blancanieves”, no sea que teniendo hipoteca, familia que mantener, hacienda que cuidar y “baches en los armarios”, estos santos/as varones/hembras y demás zoología, usen sus resortes para amargarte la vida periódicamente. Cínico, sí, pero real como la vida misma, o tienes recursos para ser independiente o mantén perfil bajo, que otros se quemen por ti.

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