La voluntad de Antonio Garamendi de plantear en estos momentos, ante los órganos pertinentes de la CEOE, un cambio de los estatutos para suprimir la limitación de mandatos como presidente de la patronal, ha vuelto a reabrir viejas rencillas internas. La pax romana que trata de imponer el presidente electo de los empresarios puede convertirse en un nuevo motivo de discordia a poco que las grandes patronales como Foment, CEIM y Cepyme verbalicen su oposición al proyecto con el que Garamendi trata de acceder a un tercer mandato en la CEOE cuando acaba de estrenar el segundo tras su apabullante victoria en los comicios de noviembre.
Los más críticos con el cambio estatutario consideran que «Antonio se ha venido arriba antes de tiempo» con una propuesta que deberá ser sometida a los órganos de gobierno de la institución, como son el comité ejecutivo, la junta directiva y la asamblea general. Este proceso decisorio tendrá lugar en las próximas semanas, coincidiendo precisamente con los momentos de mayor tensión en el pulso electoral. Garamendi tiene muchas posibilidades de salirse con la suya, pero sus adversarios no le arriendan las ganancias porque la victoria puede resultar pírrica si finalmente su pequeño reino se asienta sobre un campo sembrado de cadáveres.
Se da la circunstancia agravante de que fue el actual presidente de la CEOE quien propuso la limitación del mandato a su antecesor en el cargo, Juan Rosell, por lo que no parece que el cambio de criterio sea sostenido en razones de carácter institucional.
La posibilidad de forzar el cambio estatutario haciendo valer una mayoría forjada de adhesiones no parece de recibo dadas las sensibilidades encontradas que conviven en el seno de la más importante organización empresarial del país y que se han puesto
de manifiesto a lo largo de los últimos años. Los daños colaterales tendrán además una elevada proyección externa dada la desconfianza con que Feijóo observa todos los movimientos de poder a nivel institucional. La CEOE está llamada a ser un aliado
preferente del futuro Gobierno popular, pero su ayuda será muy limitada con un jefe de los empresarios sometido, otra vez, a la vigilancia y crítica permanente de propios y extraños.