Susanna Griso: «Sánchez está pensando en un adelanto electoral»
La presentadora de ‘Espejo Público’, rostro estrella de Antena 3, visita ‘El purgatorio’
Uno pensaba que una gran estrella de la televisión como Susanna Griso (Barcelona, 1969) llegaría rodeada de ayudantes y personal de comunicación, como ese tipo de trabajador cansino que siempre complica lo que es sencillo: una conversación. La periodista catalana, en cambio, no es así. Lo hace fácil, viene sola, sonriente. Cuando suelta una carcajada lo hace de verdad, e imparte, desde su altura –física y profesional—, aunque sin pretenderlo, saber estar en un plató. No es para menos. Lleva 19 años presentado Espejo Público, un programa diario de más de cuatro horas: «Debo de tener algún récord del tiempo que llevo presentando en televisión».
PREGUNTA.- Dijo el poeta Rilke que la verdadera patria del ser humano es la infancia. Ahora bien, no me consta que Rilke tuviera siete hermanos y fuese el último de esos siete, como es el caso de Susanna Griso. ¿Cómo fue aquello?
RESPUESTA.- Era la última para todo. Por ejemplo, para las patatas fritas. Mis hermanos todavía se ríen porque dicen que tengo ese síndrome del abandono, porque nunca me llegaba la bandeja. Pero bueno, recuerdo mi infancia como una etapa divertida. Mucha gente entrando en casa. Esto es algo que luego lo he replicado en mi propio hogar. Y muchos niños, muchos adultos, un club social, mis hermanos muy hippies y una etapa en la que, dentro de todo, me sentí bastante protegida porque tardé mucho en llegar al colegio: no fui hasta los cuatro años.
Jamás me llevaron a una escuela infantil, y cuando llegué, me pareció el peor de los traumas. Recuerdo la sensación de abandono de mi madre. Decía: «Te paso a recoger en un ratito». Me dejó en un comedor enorme donde lloraban muchísimos niños. Yo no lloré, pero pensé: «¿Qué locura es esta?». Había como 200 o 300 niños. Luego el comedor era bonito y tampoco era tan grande, aunque en aquel momento me parecía inmenso. Eso era horroroso. No me gustó nada el colegio. Los primeros años lo recuerdo con bastante trauma.
P.- Lo que les pasa a los padres cuando tienen a la séptima hija es que ha desaparecido ese miedo que se tiene con el primer hijo.
R.- De hecho, no tienen ningún miedo. Nosotros nos criamos por generación espontánea y mis hermanos mayores me lo dicen. Recuerdo que tuve un accidente de coche que fue una tontería mía, porque abrí la puerta y quise ser Superman y me tiré. Mi madre jamás me llevó al hospital. Luego tengo las cicatrices que tengo. Entiendo que eso también te vuelve un poco superviviente. Eres más resiliente, no tienes una madre helicóptero que está todo el rato controlando tus movimientos.
«A mí ‘La clave’ me encantaba. La veía con ocho o nueve años»
P.- ¿Y cuáles son sus primeros recuerdos de tele?
R.- La clave. El otro día lo hablaba con Gonzalo Miró. Me decía que su madre se lo ponía en casa, claro, y me comentaba: «Yo me quedaba aburridísimo viéndolo, y no entendía nada». Pues a mí La clave me encantaba y la veía con ocho o nueve años. No lo entendía todo, seguramente, pero te puedo decir que casi todos los debates me los tragaba, porque era tan poco habitual que me dejasen quedarme un ratito más…
O sea, mi madre en eso era tajante, prusiana. A las 21.00 de la noche, me tenía que meter en la cama y el viernes, que era el día que se emitía La clave, pues me dejaban ver la película y luego el debate posterior. Y eso para mí era una fiesta. Entonces, aunque fuesen unos señores muy aburridos, que fumaban mucho y a veces se escuchaban mucho a sí mismos porque eran todos como muy grandilocuentes. A mí La clave me parecía lo más.
P.- ¿Y de Antena 3 qué primeros recuerdos se le vienen a la mente?
R.- Los informativos. Estaban Carrascal, Fernando Ónega y recuerdo también a Olga Viza. Ella me gustaba mucho y la seguía. Y luego recuerdo cuando aparecí en Antena 3, que dije: «Dios, están todos». Menos Carrascal, estaban Fernando Ónega, Pedro Piqueras, Olga Viza, Matías Prats. Una etapa muy buena. Esa primera reunión con todos esos presentadores que yo había visto desde muy jovencita en mi casa, me apabulló.
P.- Susanna Griso ya es una marca de Antena 3, un emblema, desde 1997. Usted estaba en TV3, y entonces ¿cuándo la llaman?
R.- Hubo un previo porque me llamaron de Televisión Española en esa época en la que estaba en Cataluña. O sea, había pasado por Catalunya Radio, por TV3 y luego por Televisión Española, donde presentaba el informativo de mediodía en desconexión territorial para Cataluña. Entonces vino Buruaga y me dijo: «Oye, te quiero fichar». Y en ese momento pues ese fichaje se quedó como colgado, porque luego él empezó a negociar su salto a Antena 3. Recuerdo que en esa época hice dos cosas: la boda de la Infanta Cristina, un programa especial con Carlos Herrera y el funeral de Lady Di para TVE para toda España.
Ahí se quedó un poco colgada de la brocha esta historia, este fichaje. Entonces me vuelve a llamar Ernesto, porque yo me fui a Torrespaña, me entrevisté con él, estuve en su despacho y me dice: «Oye, que te quiero traer a Antena 3». Yo le dije: «Bien, a mí no me vuelvas a enredar, porque ya la última vez me fui a Madrid para nada».
Me dijo: «No, que ahora va en serio, de verdad te lo digo y tal, pero no te puedo decir con quién vas a presentar». Entonces me negué, lo necesitaba saber. Me contó que era secreto, casi un tema de estado. Le conté: «Es que si no me dices con quién voy a presentar, evidentemente es que ni viajo a Madrid». Y me contó que era Matías Prats.
P.- Susanna Griso Raventós, bienvenida a El purgatorio. Espero que bien hallada en este estudio de grabación, pequeñito, humilde...
R.- Pero está maravilloso, no le falta nada. Además, te digo una cosa: el hecho de que no haya tanta gente en el plató me encanta. Es maravilloso porque yo trabajo, igual la gente en casa no es muy consciente, pero yo, aparte de tener ocho cámaras en plató, una grúa con la que de vez en cuando te chocas y tal, es que tengo muchísima gente y eso a veces también te resta un poco de concentración, porque claro, hay siempre como un ruido de fondo que aquí no existe y se agradece.
P.- Gracias por venir, especialmente porque lleva despierta desde bien temprano. ¿A qué hora se ha levantado?
R.- A las 4 de la mañana. Es que últimamente tengo bastantes problemas para dormir. Me cuesta dormirme. No es lo habitual porque yo siempre caía en la cama. Normalmente, mi jornada es continua, no me echo una siesta, no descanso a mediodía. No sé por qué ahora me está costando dormir y me despierto muy temprano.
Pero muy temprano a un nivel que esta semana ha habido días que a las tres estaba ya en marcha. Y entonces he empezado a escribir a mi equipo: hago pantallazos de noticias que me interesan y las comento. Claro, se despiertan y ya tienen 20 pantallazos. Lo primero que me dicen cuando a las seis nos calentamos para las reuniones es: «¿Qué ha pasado esta noche, Susanna?»
P.- Me han contado una curiosidad. ¿Es cierto que en Espejo Público, como había tantos mensajes al día, ordenaron que el sábado no se mandaba ningún WhatsApp?
R.- Sí. Hombre, si pasa algo grave rompemos esa norma no escrita. ¿Sabes qué pasa? Que al final la desconexión digital es tan necesaria… Yo, por ejemplo, en verano la hago. Me salgo de todos los grupos y no quiero saber ni las audiencias, ni qué es lo que cuelgan en mi equipo. ¿Por qué? Porque solo en Espejo Público debo de tener unos cinco grupos. Tengo el de ‘Espejo de 9 a 11’, ‘Más espejo a partir de las 11’, luego las entrevistas políticas, luego las audiencias. En fin, es tal información la que recibes a lo largo del día… Es tal el bombardeo que llega un momento que necesitas un día, el sábado, desconectar unas horas. Y el domingo vuelve el bombardeo, porque para nosotros el domingo es un día laborable.
«Siempre digo que esto es un sacerdocio, porque me paso muchas horas trabajando, pero lo hago sin darme cuenta»
P.- Susanna es una de las periodistas más reconocidas de España. Lleva 19 años presentando uno de los programas más vistos de la televisión, Espejo Público. Eso son 19 temporadas. Claro, esto es como las vidas de los perros o de los gatos, un año en vida humana son como siete años para el animal. La gente no se hace una idea, pero 19 años en televisión es una barbaridad.
R.- Es una barbaridad. Sobre todo, porque si calculas que cada programa son cuatro horas y 30. Multiplica eso por 11 meses al año durante 19 años. Es mucho tiempo, son muchas horas de televisión. No sé, si hiciéramos un ranking que creo que nadie lo ha hecho, de qué presentador ha estado más horas en la televisión. Debo de ahora mismo tener algún récord.
P.- Lo de la adicción a este oficio es algo que se da mucho, el workaholic. ¿Ha tenido etapas de casi dependencia del trabajo?
R.- Sí, pero claro, no te das cuenta porque te gusta. Se convierte en algo muy obsesivo. Ahora, con los años lo estoy llevando bien, pero es que es muy pasional. Imagino que es la única manera de que puedas aguantar. La parte más dura de mi horario, madrugando tanto como madrugo yo, es que es bastante incompatible con la vida. Siempre digo que esto es un sacerdocio porque me paso muchas horas trabajando, pero lo hago sin darme cuenta.
Es decir, es una pasión hasta el punto de que cuando estoy de vacaciones, sigo leyendo todos los periódicos. Lo que ya no hago y me relaja mucho es intentar no ver televisión, porque es como tener tu oficina todo el día en marcha. Es que es como si tú te fueras de vacaciones a Benidorm y te van poniendo constantemente una tele con tu oficina. Yo no veo la tele igual que todo el mundo, la veo de manera crítica.
Procuro no molestar al equipo que me sustituye en verano. Aunque, por ejemplo, ha habido momentos este verano que me conectaba. Como cuando Puigdemont dio la espantada en Barcelona. Es que no lo puedo evitar. «Hablen con todo el mundo, pregunten en ERC, en Junts…». Y les iba enviando mensajes. No puedo evitar conectarme en momentos así.
«Hay cierto hastío con todo el tema del independentismo, aunque siempre habrá independentistas»
P.- Qué momento el de Puigdemont. La política catalana en especial tiene momentos delirantes. Unos giros de guion, de contorsiones, de cosas que nunca iban a pasar, y pasan. ¿Cómo ve Cataluña? ¿Cómo la nota con los seres queridos que tiene allí?
R.- Hay cierto hastío con todo el tema del independentismo, aunque siempre habrá independentistas. Cuando yo era joven, era un 20%, y no dejaba de ser exótico, romántico, que alguien pidiese la independencia de Cataluña. Tenía muchos amigos que lo eran, y no necesariamente por motivos económicos. Lo eran porque eran independentistas desde pequeños, porque su padre también lo era y porque tenían ese sueño.
De repente, en 2012, 2013, 2014, hasta el 2017 y los años posteriores, ese porcentaje sube al 50%, al punto de que en un momento dado supera a quienes se consideran constitucionalistas o que están tan cómodos en España como en Cataluña. Y eso me rompe un poco los esquemas, porque ya me pilló en Madrid y ese proceso no acababa de entenderlo visto desde fuera.
Yo lo percibía con ojos muy críticos y además con amigos míos muy cercanos, les decía: «¿Pero no os dais cuenta que esto va a acabar en nada?». Entonces ellos pensaban que los iban a reconocer Rusia, fue esa etapa de fake news que funcionó muy eficazmente para el independentismo. Es verdad que se regó abundantemente los medios independentistas y se colaron determinadas noticias que mucha gente creyó a pies juntillas.
P.- ¿Y ahora, con sus amigos independentistas…?
R.- No se habla, por lo menos en mi caso. Es un tema que ha desaparecido de las conversaciones, como una etapa que ha quedado muy lejana en el tiempo y yo no lo saco por respeto a ellos. No se sienten especialmente cómodos hablando de lo que pasaron esos días.
P.- Me da la sensación con usted, Susanna, de que hay como varias ramas. Está la gente que dice que «Susanna es muy de derechas» y otra gente dice: «No, es que es muy progre».
R.- (Ríe) Eso me ha pasado toda la vida.
«Siempre me he sentido blanco de muchísimos ataques, sobre todo por parte de los extremos»
P.- Esa una bifurcación de opiniones. ¿Eso habla bien de usted?
R.- No lo sé, pero sí que es verdad que yo siempre me he sentido blanco de muchísimos ataques, sobre todo por parte de los extremos. Y como he vivido muchas guerras mediáticas, sobre todo desde que aparecieron las redes sociales, pues estoy bastante curtida y me preocupa poco lo que la gente pueda pensar desde un pensamiento un poquito más radical o extremo. Pero yo he vivido desde los ataques del chavismo a los de Podemos, también de Vox. Te diré que desde el Partido Popular y el PSOE no tanto. Aunque el PSOE se está radicalizando y se está volviendo mucho más sanchista. Y también, de vez en cuando, me cae ahora mismo algún mordisco.
P.- ¿Ve una radicalización del PSOE?
R.- El PSOE está creciendo a base de fagocitar a Sumar, a la izquierda de la izquierda. Y eso les lleva a ocupar una parte del campo que les está separando de la centralidad. Tienen menos vocación de mayorías, que es donde el PSOE juega bien. Es donde Felipe González o el propio Zapatero han podido gobernar. Y ahora no sé hasta qué punto acabar fagocitando al partido que tienes a tu izquierda te va a suponer gobernar en el futuro, porque no dan los números. Actualmente, al menos, con los sondeos que vamos conociendo.
P.- ¿Le preocupa la política mediática del Gobierno?
R.- Me preocupa relativamente. La tentación de intervenir los medios y colonizarlos está ahí, y esto es algo que evidentemente a todos los periodistas nos tiene que alertar. Pero si tú ves lo poco que hemos conocido de lo que ha aprobado el Gobierno en un Consejo de ministros, es una trasposición de la directiva europea. Y luego hay una serie de puntos que implican modificar 20 leyes, varias de ellas orgánicas y no tienen mayoría para llevar a cabo esas reformas. En el fondo, es una cortina de humo para que hablemos de este tema y no de otros. Y para también trasladar la impresión de que se hace algo porque el problema es que hay cierta parálisis.
Por mucho que diga Sánchez que han aprobado 12 leyes en lo que llevamos de legislatura, en estos últimos nueve meses, tengo la sensación de que poco van a poder aprobar teniendo a Junts ahora mismo advirtiendo que no está cumpliendo los compromisos Pedro Sánchez. Si no aprueban el techo de gasto y, por tanto, no hay presupuestos en el 2025, se le va a hacer muy difícil, muy cuesta arriba a este Gobierno seguir adelante. Y creo que, además, cuando el PSOE, Pedro Sánchez, decide adelantar el Congreso Federal es porque está pensando en un adelantamiento de las elecciones. A pesar de que nos lo van a negar.
P.- ¿Es Pedro Sánchez el político más imprevisible que recuerda?
R.- Sí, eso es fruto de sus tiempos. Es alguien propio de la nueva política y es imprevisible hasta para los suyos. Mira, la mejor prueba la tuvimos después de los cinco días de reflexión que se cogió, que yo tenía gente próxima a él que me decía: «No, Susanna, dimite. Estamos todos deprimidos». Claro, ya cuando hace ese amago de irse a Zarzuela, que todos pensamos que le iba a comentar el Rey la dimisión y luego dice que se queda, después de un larguísimo preámbulo. Apaga y vámonos.
Porque hasta en eso jugó a la ambigüedad, al equívoco. Siempre pensé que era Iván Redondo, cuando era su spin doctor, el hombre que le susurraba. Además, de repente, en un juego de cierto trilerismo sacaba un tema nuevo para tapar lo anterior. No sé si lo aprendió de Iván, pero el caso es que eso lo ha aplicado. Y bueno, qué mejor ejemplo que el adelantamiento de las elecciones generales el 23-J, cuando estábamos todos hablando en ese momento de la derrota de las municipales y autonómicas, de la pérdida de poder autonómico del PSOE. Qué clarividente, qué estrategia tan buena por su parte, sabiendo que al PP le venían semanas de negociación con Vox y que iban a ser semanas complicadísimas. Bueno, luego pasó lo que pasó.
P.- Hay una cosa que admiro de Susanna y es esto de comer con políticos, y antes o después, los puede criticar sin problema. A mí se me ablandaría el corazón comiendo los ellos. No sirvo para eso, no comería con políticos.
R.- Pero tú los ves a ellos en la sesión de control las barbaridades que se dicen y luego se toman un café. Hace poco, justo antes del verano, tuve ocasión de compartir un encuentro con unos 30 políticos de todos los colores. Tú les veías el grado de fraternidad que había entre ellos y decías: «Pero si es que os acabo de ver en el Congreso, que os habéis dicho las mayores barbaridades». Pues en el fondo, a nosotros los periodistas, nos tiene que pasar un poco lo mismo.
Es decir, en el momento en el que tú entrevistas, la relación que puedas tener personal con un político con el que en un momento dado te has ido a comer, yo la dejo de lado. A mí eso me sirve, y perdonad que sea tan egoísta, pero me sirve para extraer información, para contextualizar muchas de las cosas que están pasando. Y no quiero renunciar a eso, porque por mi trabajo creo que eso es básico. No me puedo quedar en el titular, tengo que saber lo que hay detrás y muchas veces anticiparme.
«Los políticos siempre intentan seducirte, embaucarte, que seas un poquito más empática con sus circunstancias personales y profesionales. Pero a mí esto me afecta poco»
P.- ¿Pero no hay un momento en la comida en el que, de repente, te cuentan intimidades, problemas de pareja, con los hijos?
R.- Hombre, tampoco les hago de confesora (Ríe). Es cierto que los políticos siempre intentan seducirte, embaucarte, que seas un poquito más empática con sus circunstancias personales y profesionales. Pero pienso que a mí esto, de verdad te lo digo, me afecta poco. Y además, muchas veces me dicen: «No, es que claro, es que en el fondo lo que me pasó en la campaña fue culpa tuya, porque claro, me hiciste esa pregunta». Y les digo: «Bueno, no me lo puedo creer, ¿de verdad crees que el problema fue la pregunta que yo te hice? Vamos a ver, piensa mejor la respuesta. Si tú te relajas y me contestas algo que se convierte en un giro en esa campaña electoral, no es mi problema, es el tuyo».
P.- Me sorprendió leer a su compañera Sandra Golpe, en una entrevista en El Español, comentar que mientras haga información política, no vota.
R.- Ah, no, yo sí. Y he procurado votar siempre. Respeto lo de Sandra, mi caso no tiene nada que ver. De verdad que mi aproximación a los temas siempre procuro que sea honesta, y la ideología la dejo de lado. Por eso igual pasa lo que pasa, que me decías antes de que la gente de derechas me considerara de izquierdas y la de izquierdas, al revés. ¿Por qué? Porque intento de verdad hacer un ejercicio de honestidad. Me cuesta mucho hablar de imparcialidad, porque el periodismo siempre es subjetivo. No nos engañemos, siempre tienes una mirada sobre las cosas.
Pero intento atarme mucho las estadísticas, a los datos, a la hemeroteca, a lo que dijo menganito, lo que respondió fulanito y hasta qué punto han variado su versión. Y creo que si nos ceñimos al guion y a pesar de que alguien pueda requerir un periodista más militante o más, un poco lo que se lleva ahora, que tiene que ser todo como mucho más maniqueo, no me siento cómoda en ese papel. O sea, la labor de un periodista es fiscalizar al poder, fiscalizar al que está gobernando, no tanto a la oposición. Pero no puedes dejar tampoco de fiscalizar la oposición. Lo que tenemos que hacer es verificar los datos y recordarles cuáles han sido sus promesas, hasta qué punto las ha cumplido.
P.- Uno de los componentes del periodismo es el ego, inevitablemente, y no solamente exclusivo de la televisión.
R.- En la radio hay mucho. A veces, en la radio hay más ego que en la televisión. Porque hay algo que al ego lo frena inmediatamente, las audiencias, el minuto a minuto, ese es un gran freno para el ego. Eso es como el Cholo, con esto del ‘partido a partido’ porque te ha ido muy bien el partido anterior, pero no sabes qué va a pasar en el próximo.
Me lo aplico en la televisión. Nunca sabes. Hoy estás arriba o mañana igual de repente tu competencia mejora cuatro cosas y te pasa por delante. En ese sentido, soy muy humilde. Eso es una información muy válida que nosotros en la tele tenemos y que en la radio no se tiene, porque el EGM cada tres meses permite que, de repente, el ego se dispare un poquito más.
P.- ¿Cómo está llevando o cómo está disfrutando el nuevo tramo de corazón en Espejo Público?
R.- Es cierto que en la parte más de corazón o crónica social, ahí no me siento prescriptora. Mi equipo lo sabe. Llevo muy trabajada toda la parte de Espejo de nueve a once. Es donde ahí todas las mañanas tengo que saber hasta el último titular, hasta la última declaración del político. Y eso es lo que a mí me obliga a levantarme tan temprano por las mañanas, porque no me siento tranquila ni segura si no me he leído todos los periódicos y todos los digitales hasta donde llego.
Pero esa segunda parte de las revistas del corazón yo no la controlo, porque soy humana y tampoco puedo llegar a todo. Lo primero que quise es tener una prescriptora que es Gema López. Ya no es que lo domine ahora, es que lleva años en este oficio y tiene una memoria prodigiosa.
Y luego a mí me pasa que ahí tengo un poco el síndrome de Estocolmo. Lo que no me pasa con los políticos, me pasa con la gente del corazón. Porque hay muchos amigos míos que son cantantes, artistas, socialité. Ves que de repente hablan de ellos y esa es la parte que a mí a veces me genera un poquito más de tensión.
P.- ¿Le duele más criticar a un personaje del corazón que a un político?
R.- Sí, bueno, sobre todo si es amigo mío. Porque, claro, hay días en que pienso: ¿a quién le va a tocar hoy? Pero fíjate, también es cómodo que yo en eso tenga un papel más pasivo porque para mí es más higiénico que esa parte no la lleve tan masticada. A mí me sorprende muchísimas veces con las noticias que cuentan, sobre todo porque es una parte que se está gestando.
Se trabaja el día anterior, pero se gesta mucho a partir de las nueve de la mañana que yo ya estoy en directo. Entonces ahí voy un poquito de telespectadora. Dejo que me cuenten, que me sorprendan y muchas veces me sorprende muchísimo porque tengo un equipo muy creativo pero muy enreda.
P.- ¿Qué es lo último que ha hecho en televisión y que nunca pensaba que hubiera hecho delante de una cámara? Entiendo que muchas veces motivada por su equipo.
R.- Es que este año he hecho muchísimas cosas. Recuerdo, por ejemplo, un paseo que me hicieron por todo el pasillo de Antena 3 hasta la cafetería, y yo tenía que entrevistar ahí a alguien, y no sabía quién era y no me lo contaban. Y me decían: «Además le conoces». Y yo pensaba: «A ver si de repente le veo y no me sé el nombre», que esto te puede pasar, es lo peor. Yo lo he soñado esto.
Dentro de mis pesadillas, la principal pesadilla es que en el plató de televisión te sienten a alguien al lado y tengas un lapsus y no te acuerdes de cómo se llama y lo tengas que presentar. A mí me ha ocurrido. Entonces vas presentando a todo el mundo y vas haciendo gestos, esperando a que alguien, un alma caritativa, te diga quién es este señor que tienes al lado, que no caes en ese momento.
P.- ¿Para Susanna Griso, qué es la telebasura?
P.- Faltar a la sensibilidad del espectador, dañarle innecesariamente. Entrevistar a una persona que no tiene por qué ser de nuestro mundo. No estoy pensando en un político ni en un famoso, sino alguien anónimo que posiblemente no volverá a salir en la televisión y mofarse de él o hacerle una pregunta que le incomode o que le pueda generar un problema de reputación en su entorno más inmediato. Para mí eso es telebasura.
P.- Hay algo que a mí me fascina de la televisión. La telegenia, que no es lo mismo que ser guapo o ser guapa. Porque hay gente que es muy bella y después en televisión no engancha. Y luego hay personas que no son de una belleza palmaria, pero tienen algo que atrapa a la cámara. ¿Cómo es esto de la telegenia?
R.- La telegenia tiene mucho que ver con ser agradable, pero eso evidentemente es algo que sale muy de dentro. Pienso que la comunicación está muy vinculada a las emociones y comunica bien la gente que conecta bien con sus propias emociones. Es decir, si tú eres una persona que por una serie motivos en tu vida, porque has tenido malas experiencias o porque te has acostumbrado a llevar una doble vida, y digamos que hablas muy para dentro y no te gusta mostrar lo que sientes, es difícil que conectes con la audiencia porque eso la gente lo percibe.
Tiene mucho que ver con la propia conexión emocional. Eso es bueno y malo porque es un arma de doble filo. Cuando estás bien, es maravilloso, porque cuando tú estás bien, lo que estás trasladando es alegría, buen rollo, pasión, entusiasmo y eso engancha. Pero cuando estás mal, porque no todos siempre estamos bien y durante 19 años tampoco puedes pretender estar bien todas las mañanas. Cuando hay días malos o tú has tenido una mala experiencia o te ha pasado, no sé, una pérdida personal, es muy difícil porque eso también lo trasladas. Y entonces ese malestar, ese cansancio, eso también se percibe por pantalla.
Yo a veces me asusto porque ahora ya me doy cuenta que soy muy transparente para lo bueno y para lo malo. Quiero pensar que, sobre todo, para lo bueno, porque por suerte yo soy una persona muy positiva y disfruto mucho con lo que hago. Intento generar muy buen ambiente en el plató con mi gente. No llevo muy mal los malos rollos cuando veo que hay un momento de tensión intento siempre rehuir el conflicto. Y eso al final es complicado porque la tele es conflicto, a todas horas.
P.- ¿Cómo son los cabreos de Susanna Griso?
R.- Son muy breves, me duran muy poco. O sea, si estoy muy cansada, si es final de temporada, si llevo muchas noches durmiendo poco tiempo, tengo menos tolerancia. Y entonces en un momento dado, pues si no oigo un vídeo o algo, entonces hago como más gestos. Pero por ejemplo, la temporada pasada llegué feliz, sin ninguna necesidad de tener ningún cabreo.
Y luego yo soy muy partidaria del halago hacerlo público, pero cuando tienes que cabrearte con algo porque hay un rótulo que ha entrado mal, porque te han puesto mal el nombre de un invitado, porque hay una pregunta que no era la correcta, eso intento decirlo en privado. Intento, no siempre lo hago porque ahora si mi equipo me estuviera viendo me dirá que a veces lo hago de manera colectiva, escribo por el grupo y esto lo hago en directo.
P.- «Esa palabra no tiene hache»
R.- Claro, esas cosas. A mí, por ejemplo, las faltas de ortografía, me ponen muy nerviosa, soy muy intolerante con este tema. Pero es verdad que yo misma me río de mis propios cabreos y lo que no soy es nada rencorosa. O sea, me dura el cabreo poquísimo.
P.- Tengo para cerrar unas preguntas breves ¿Tiene expresión favorita?
R.- «P’alante»
P.- ¿Insulto preferido en catalán?
R.- Dos que utilizaba mucho mi padre, son muy antiguos. Gamarús y galifardeu, como un tontolaba o un chisgarabís.
P.- Si pudiera cenar con algún personaje del pasado, ¿con quién lo haría?
R.- Con Gandhi, Churchill, Kissinger…
P.- Me han contado que hubo una cena este verano en la Costa del Sol con una persona importante.
R.- Eso es un secreto, ¿quién te lo ha contado?
P.- No puedo desvelar mis fuentes.
R.- Si quieres te digo el nombre, pero no te voy a contar nada más. Cené con Luis Miguel y con Paloma Cuevas.
P.- ¿Algún libro que haya leído hace poco y le haya gustado?
R.- Acabo de leer El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, y me ha gustado muchísimo. Sé que no es una novela nueva, que no es autobiográfica y es la historia del padre de Héctor Abad y me ha encantado.
P.- Un consejo que haya repetido.
R.- Esto también pasará, porque como he vivido tantas tormentas mediáticas que siempre son como vasos de agua y veo que la gente se agobia muchísimo y les digo: «De verdad, desde la experiencia, te digo que esto también pasará».
P.- ¿De series o de películas?
R.- Te diré que más de películas que de series. Porque algunas series sí que me enganchan, pero a mí me gusta ver películas antiguas. Este verano, por ejemplo, me ha dado por ver todas las de Woody Allen, que las tenía ya vistas, pero he querido volver a revisitarlas. Pero también las de Pedro Almodóvar, que hay alguna que se me quedó sin ver, y muchísimas más. Las de Pilar Miró, he visto todas sus películas.
P.- Cerramos con la última cuestión, estando en El purgatorio, si tuviera que poner un epitafio, ¿cuál sería?
R.- La última ronda corre de mi cuenta.
P.- Gracias, Susanna, por venir a THE OBJECTIVE, y suerte para las próximas 19 temporadas de Espejo Público.
R.- No me quieras tan poco, en algún momento tendré que dormir, ¿no?