La manía de los oligarcas rusos de tirarse por la ventana
El caso de Mijail Rogachev constata la facilidad con la que mueren defenestrados los opositores a Putin
Es de agradecer que en Rusia no sean muy pesados con los asesinatos con arma de fuego y busquen otros métodos para hacer desaparecer a los opositores. Aunque a veces utilizan repetitivamente un tipo de suicidios que no encaja con la forma que más encaja para acabar con la propia vida. Aunque, quizás por eso, es la más usada: buscan mandar un mensaje de advertencia a todos aquellos que piensen en emular comportamientos disidentes.
Hablo del caso de Mikhail Rogachev, ocurrido hace unos días en Moscú. El exvicepresidente de la multinacional petrolera Yukos, se había manifestado públicamente en contra de la guerra de Ucrania y de la política de Putin. Desayunó tranquilamente en su vivienda del piso once con su familia. Estaba luchando contra un cáncer, pero ese día se había levantado de buen humor. Unas horas después, sin embargo, se tiró por la ventana. Su cuerpo quedó destrozó al estrellarse contra la acera. Por una de esas casualidades de la vida —permitidme la ironía—, el cuerpo fue encontrado por un hombre que paseaba con su perro y trabajaba para uno de los servicios secretos rusos.
Este tipo de muertes desgraciadamente nos ha dejado de sorprender hace ya tiempo. Suicidios macabros, algunas muertes violentas y, como excepción, envenenamientos y disparos por profesionales del crimen. Cuesta mencionar abiertamente el nombre de los responsables, más en Rusia que fuera de ella, pero pocos dudan de que son crímenes organizados por el espionaje ruso, ejecutado a veces por ellos mismos y otras por personas pagadas. Y detrás está Vladímir Putin.
Sembrar el miedo
Sembrar el miedo en el oponente es una peculiar manera de conquistar adhesiones inquebrantables. Los dudosos frente a las políticas gubernamentales no dejan de serlo por las amenazas, pero dejan de expresarlas abiertamente cuando ven morir —y cómo lo hacen— a otros opositores. Nada de un tiro en la cabeza por sorpresa: te detienen con acusaciones inventadas, te envenenan, te matan a puñaladas o te tiran por la ventana de un piso suficientemente alto.
El caso de Navalny, convenientemente publicitado, es el mejor ejemplo. Se enfrentó abiertamente a Putin, propuso una forma alternativa de hacer político y se defendió ante al pueblo ruso la necesidad de acabar con la corrupción del poder. La respuesta fue su vinculación con delitos que le llevaron a la cárcel, la persecución sin límite, el envenenamiento del que salió afortunadamente vivo y, finalmente, cuando iba a formar parte de un intercambio de presos entre Rusia y Estados Unidos, lo mataron en la cárcel en la que purgaba su pecado de haberse enfrentado al poder de Putin.
Algunos hablan de muertes inexplicables, y ateniéndonos a la realidad lo son. Lo que ocurre es que los servicios de inteligencia de algunos países son especialistas en ejecutar asesinatos que parezcan suicidios. Ravil Magánov, de la petrolera Lukoil, estaba ingresado en septiembre de 2022 en el Hospital Clínico de Moscú cuando supuestamente le entró la misma locura que a Rogachev: tirarse por la ventana.
La lista de «suicidios» es bastante larga e impresionante. Mikhail Watford, otro oligarca del mundo del petróleo que se había ido a vivir a Inglaterra fue encontrado ahorcado en su casa. Leonid Shulman, de Gazprom, apareció muerto el 30 de enero de 2022 en un baño tras cortarse las venas. Al mes siguiente, un compañero suyo de empresa, Alexander Tyulyakov, apareció muerto en su casa acompañado por una nota de suicidio. Algo debieron ver los forenses que le hicieron la autopsia que tras su informe tuvieron que buscarse trabajo en otro hospital.
En la larga y amenazadora lista aparece el oligarca Vasily Melnikov, es uno de los suicidios más originales. Apareció muerto junto a los cadáveres de su esposa y sus dos hijos de 4 y 10 años. Oficialmente, discutió con el resto de la familia y, antes de quitarse la vida, los mató… ¡a cuchilladas!