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Errejón y el arrasamiento de la sintaxis de la intimidad

«El partido de Errejón forma parte de la coalición, por lo cual el alivio del Gobierno es a costa de una de sus piezas»

Errejón y el arrasamiento de la sintaxis de la intimidad

Yolanda Díaz e Íñigo Errejón. | EFE

1. La dimisión de Errejón y su voladura política le han servido de alivio al Gobierno en una semana nefasta, entre otras cosas, por las informaciones de THE OBJECTIVE sobre la trama corrupta ligada al exministro (y exsecretario de Organización del PSOE) Ábalos. Durante unos días solo se ha hablado de Errejón y su conducta sexual. Pero resulta que el partido de Errejón forma parte de la coalición de gobierno. Por lo cual el alivio del Gobierno es a costa de la pérdida de una de sus piezas. Imposible no acordarse del «¡Más madera!» de Groucho Marx: para que siga marchando el tren, hay que ir echando en la caldera trozos de ese tren.  

2. Todos los chistes sobre Errejón los he gastado en Twitter (chistes mayormente de pichas: ¡no me pidan inquisición, lo mío es carnaval y vodevil, incorregible frivolidad!). Para aquí me reservo una reflexión sobre el arrasamiento de la sintaxis de la intimidad que ha supuesto el predominio de la ideología. Lo de «lo personal es político» ha devastado lo personal y embrutecido lo político. La incapacidad de Errejón para explicarse, como hemos visto en su tortuosa carta, prueba que el procesamiento ideológico de la realidad es una basura. No vale para comprender ni vale para la vida. El conflicto entre persona y personaje del que habla Errejón se salda, como se ha dicho, con la derrota de la persona en su carta; esta solo acierta a balbucear engrudos ideológicos producidos por su personaje: que si la «subjetividad tóxica», que si el «patriarcado» o el «neoliberalismo»… No ayudan, desde luego, papanatas como Javier Aroca, que insiste en lo del neoliberalismo, u Octavio Salazar, que dice que todos los hombres llevamos un Errejón dentro (generalización insultante que pretende encubrir quizá una confesión propia: ¡sácate a tu Errejón, Salazar!).

«La precaria sintaxis de la intimidad de estos ignorantes políticos de la nueva política es algo precisamente nuevo: antes no era así»

3. La precaria sintaxis de la intimidad de estos ignorantes políticos de la nueva política es algo precisamente nuevo: antes no era así. Todavía en los años ochenta, en la izquierda, estuvo la poética de la «otra sentimentalidad» de Luis García Montero y algunos poetas de su generación, que sabían indagar en sí mismos y articular un discurso íntimo (en comunicación con lo público). Y antes la de la generación de los cincuenta, con Jaime Gil de Biedma como gran sintáctico íntimo. Un poco mayor que este era Jorge Semprún, a cuya sintaxis íntima he asistido recientemente con mi lectura de su libro La escritura o la vida y el visionado de la película de Alain Resnais, de la que Semprún hizo el guión, La guerra ha terminado. Es otro mundo. Por estas comparaciones nos podemos hacer cargo de las dimensiones de la devastación.

4. Para mí el Ventoux es un monte totémico y leo cuanto puedo sobre él. Hay una curiosa bibliografía, que empieza con la carta en que Petrarca narra su ascenso a pie en el siglo XIV, Subida al Monte Ventoso, y pasa por las crónicas de las gestas (y tragedias) ciclistas en el Tour, como las recogidas en Cumbres de leyenda, de Carlos Arribas, y Plomo en los bolsillos, de Ander Izagirre. Ahora se ha publicado Un ascenso al Mont Ventoux, del naturalista del siglo XIX Jean-Henri Fabre, cuya atención se centra en la vegetación y los insectos de la subida. Una delicia que elogió en su día Gerald Durrell. Junto a este estoy pasando una temporada de felicidad en Corfú, gracias a la serie sobre su familia: Los Durrell. Me la perdí en su día, pero así es mejor, porque la felicidad de entonces ya se hubiese pasado y en cambio la estoy teniendo ahora. 

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