THE OBJECTIVE
El purgatorio

Rubén Amón: «Señor Sánchez, me rindo, la próxima vez voy a votar por usted»

El periodista y tertuliano visita ‘El purgatorio’: «Almodóvar como analista de la actualidad es un mamarracho»

Rubén Amón (Madrid, 1969) quiere retirarse. No como los toreros que siempre vuelven, tampoco como los futbolistas que luego pululan por banquillos y platós ejerciendo de comentarios. Retirarse y desaparecer de la escena pública. De ahí, argumenta, sus múltiples apariciones, con Alsina en Onda Cero, con Motos en El Hormiguero, con Griso en Espejo Público. Exprime sus días para una huida final que, asegura, no está tan lejos. Mientras sigue trabajando a Amón no le basta con su curro diario, también ha publicado nuevo libro: Tenemos que hablar: La conversación en los tiempos de la censura, la soledad y la tecnología. Y ello vamos, a conversar, en este Purgatorio donde importan más las respuestas que los pecados.

PREGUNTA.- Por empezar con un cliché, dicen que las segundas partes nunca son buenas, pero ha vuelto por segunda vez a El purgatorio. Vino en marzo del 2023 y por entonces el titular fue: «Sí Abascal llega al Gobierno, me voy a Portugal»

RESPUESTA.- Además lo hemos conseguido. Acuérdate que era preámbulo de elecciones y estaba por decidirse que sucedía, no esperábamos que el motivo por el que Pedro Sánchez es presidente es porque Feijóo se lo ha permitido. Qué bonito gesto, o sea, cómo se puede desaprovechar y desperdiciar tanto un margen político como el que tenía Feijóo después de las autonómicas para regalarle La Moncloa a Sánchez. Así que está conjurado el peligro de que Abascal llegue al Gobierno, pero empiezo a pensar en irme porque está Sánchez, precisamente. 

P.- Entonces ya es «Si Sánchez sigue en el Gobierno me voy a Portugal».

R.- O me voy a Portugal, en general. Es un país que me gusta mucho, me iría a Olivenza, que la está reivindicando Portugal como propia, con razón.

P.- Tengo varias opciones de titular, a ver qué te parecen. Si el Papa Francisco dice algo progresista, me hago católico.

R.- O si dice algo interesante.

P.- Si Sánchez está una semana sin hablar de bulos se gana mi confianza.

R.- Okey, podría estar bien, ¿y qué más?

P.- Si el PP de Feijóo consigue aguantar un día sin darle oxígeno al Ejecutivo, hago el Camino de Santiago en bici. No sé cuál de las tres le gusta más.

R.- Son complementarias si te fijas, pero me gusta la idea de que me voy a Portugal sin más. Anuncio que me voy a Portugal. 

P.- Como siempre, ya lo sabe, comenzamos preguntando por la relación con la fe de los invitados. Desde marzo del 2023 hasta hoy, ¿ha cambiado en algo su relación con la fe?

R.- Cada vez tengo menos razones para tenerla y me hago fuerte en estas condiciones. No puedo tener fe y he incluso se ha acusado esa incapacidad, pero no es fácil. No es una pose política, no es un trabajo, es un vacío. O sea que esto para mí esta es la cuestión más seria de todas. Y ya dejo de reírme, porque a mí la angustia existencial realmente me hiere y es un problema sin resolver que a mí se me traslada somatizando con el vértigo. La falta de fe me lleva al predominio del vértigo. Y es muy angustioso vivir con vértigo o dormir con vértigo, porque son fenómenos nocturnos siempre. La fe siempre te abandona de noche y somatizo la experiencia a través de la sensación del vértigo. Esto es una confesión muy íntima.

P.- ¿Piensa en la muerte?

R.- Mucho, sí. Y soy un nihilista sin drama exagerado. Me refiero a que mi relación con el nihilismo, que es bastante orgánico, luego se traduce en oponerlo con vitalidad y hedonismo. El hedonismo es la respuesta al nihilismo. A mí no se me produce la sensación de Sartre delante de una playa que coge un guijarro del suelo y ve el hueco y piensa en la profundidad del tiempo y del espacio, pero lo que me produce es una respuesta vital. Y entonces yo a la muerte le opongo sabiendo que tenemos todas las de perder. Y en mi caso lo que digo, lo que sostengo, es un plan vital, vitalista, hedonista ante el acoso nocturno de la muerte.

«Sánchez está obligando a sus votantes a abjurar de ser socialistas para ser sanchistas»

P.- ¿Y piensa en la jubilación? Para algunos es una forma de muerte.

R.- Para mí es una forma de vida. En cambio, a mí no me gusta el término jubilación. Me gusta el término de la retirada. Lo que quiero es retirarme, me quiero retirar y estoy en el camino de conseguirlo, por eso tengo que hacer un poco de acopio de bienes y de fortuna.

P.- Pero siempre, los que están en primera línea como usted, dicen eso. La retirada pronta, la jubilación y luego nunca llega.

P.- ¿Cómo podría convencerte? A mí me gustaría ser un mantenido y poder desempeñar algunas funciones menores para justificar la manutención. Pero te prometo que me quiero retirar, no tengo pasión ni fascinación por la popularidad, todo lo contrario. Me gusta ir a la radio, pero prefiero no ir. Como también me gusta escribir, pero prefiero no escribir.

Me gusta ir a la televisión, pero prefiero no ir a la televisión y como prefiero no hacerlo, mi plan de vida tiene que pasar por intentar retirarme cuanto antes. Te prometo que no es ningún farol. Lo que pasa es que uno vive de su escaparate y el escaparate no lo puedes vaciar del todo pretendiendo que existe una especie de equilibrio entre el tiempo que puedes dedicar a trabajar y el que puedes conservar. Es muy difícil ese equilibrio. Entonces, la sobreexposición viene de la necesidad de urgir ciertas emergencias, pero con el propósito firme de desaparecer. Quiero desaparecer.

P.- Rubén Amón publica Tenemos que hablar: La conversación en los tiempos de la censura, la soledad y la tecnología. Un libro para defender la conversación en sus tiempos más oscuros. Hay muchos elementos del libro que me han gustado, por ejemplo, la crítica a los clichés, los malditos clichés que utilizamos con especial error los periodistas.

R.- Pienso que hemos dejado de hablar y sustituimos la apariencia de hablar por el uso abusivo de clichés, lugares comunes y peor aún, refranes que tienen una reputación respecto a la sabiduría popular que se explica solo porque alojan exclusivamente obviedades. El refrán es una obviedad y mejor evitar una obviedad que repetirla hasta el hartazgo. Y en determinados ámbitos, en el periodístico, en el político, escribo un discurso que podría hacerse desde cualquier tribuna, encadenando un tópico tras el otro, desde la total vacuidad y como defensa de no decir nada. Entonces, en este libro, que es una defensa de la conversación, pasa porque uno no puede utilizar clichés, no puede utilizar lugares comunes, no utilizar refranes si quieres tener una conversación. Prácticamente no se puede hablar, pero siempre es preferible el silencio a rellenarlo con una estupidez o con una frase hecha. 

P.- Uno empieza a leer el libro con devoción y a las pocas páginas, de repente, sale una cita de Pedro Almodóvar. Se lo pone difícil al lector.

R.- Sabes que alude Pedro Almodóvar a esta facilidad con la que utilizamos el nombre Hitler en mano, la llamada ley de Godwin. Si quieres masacrar una conversación llévala a una boutade. Y tanto vale Hitler como Stalin, me da igual. Trivializamos tanto ciertos fenómenos para dar magnificencia a nuestras palabras que al final destruimos el propio discurso. 

P.- Esto de Almodóvar era un escrito donde decía, a raíz de las elecciones en España: «Hitler también llegó a través de las urnas». 

R.- Esa es una frase inaceptable, porque el hecho de que Hitler llegara a través de las urnas en 1933 no significa que quien llegue a las urnas va a convertirse en Hitler. Es un silogismo muy mal planteado. 

P.- Le escuche decir en el programa de Alsina, en Más de uno, que Almodóvar es un mamarracho hablando públicamente y como director es un genio.

R.- Como analista de la actualidad es un mamarracho, pero como cineasta, extraordinario, y por eso me da igual. El problema es cuando uno quiere revestir su discurso de un poco de enjundia y cuando tiene una responsabilidad en la sociedad que asume en el momento en que se convierte en activista político. Luego, creo que Almodóvar si se le puede cuestionar por su discurso en la medida en que se convierte en un activista de su discurso y se le debe elogiar como cineasta porque me parece un cineasta descomunal.

El problema es cuando uno desempeña las dos misiones y son dos misiones complementarias. Entonces, podré decir que es una boutade que Almodóvar nos hable del Hitler del 33 porque es una humillación y un maltrato a los hechos históricos y sobre todo, es una forma de degradar, de relativizar y de frivolizar con lo significa el Holocausto. No estamos viviendo en el Holocausto, es una falta de respeto hacia lo que significa el Holocausto. Una lectura de la historia trivial y frívola. 

P.- ¿Este libro nace de una preocupación por la pérdida de la conversación?

R.- El libro nace por una propuesta, nunca había pensado escribir este libro, que me hizo Ana Rosa Semprún, la editora, y me pareció muy interesante lo que proponía. Y a partir de esa sugerencia, el desarrollo del libro pasa por preguntarte qué está sucediendo en una sociedad híper tecnologizada que se encuentra en la paradoja del aislamiento y la soledad. Por qué los vehículos de la hipercomunicación nos han hecho solitarios y solos, o nos han conducido al extremo de construirnos personajes que no somos por defecto o por exceso, y que se comunican entre sí en un ámbito virtual. Y ¿por qué hemos dejado de hablar? ¿Por qué estamos solos? ¿Y por qué cuando hablamos nos censuramos o recurrimos al cliché y al estereotipo? ¿Por qué no reflexionamos en lo que decimos? Y creo que la principal amenaza es este móvil que tienes encima de la mesa.

Esta idea de que voy a empezar una conversación y pongo un móvil encima de la mesa, es que estoy poniendo una pistola sobre la mesa, para mí es una imagen inequívoca. Hay gente que lleva dos y te pone dos móviles y un iPad, eso es sacar el AK-47. Tú no estás pendiente de lo que yo estoy diciendo y yo no estoy pendiente porque tú no me estás escuchando y está tergiversado todo lo que decimos a partir de la atracción que suscita el móvil, se enciendan o no se enciendan. Y el origen del libro en realidad es una imagen de cinco personas en una mesa, cada una con su móvil ensimismada en su propio ámbito de construcción que es el móvil, y de deconstrucción porque no te relaciones con el prójimo.

P.- ¿Considera que las conversaciones de antes con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, tenían más enjundia? ¿Había más profundidad?

R.- La presencia de fenómenos que adulteran la conversación la deterioran tanto que en ninguna familia ya se observa el ritual de comer juntos y trazar una conversación que no tiene por qué ser de altura. La conversación puede ser ligera y puede ser honda, puede ser superficial y puede ser profunda, pero tiene que ser una conversación. Y hablamos solo hacia nosotros y dejamos de hacerlo con los demás. Tengo un colega aquí que es un alto ejecutivo y tiene la costumbre de requisar los móviles antes de sentarse a comer a sus familiares y allegados, incluso seres queridos.

El requisamiento está muy bien porque obliga a un ejercicio de prestar atención a tu hermano o a tu primo. «Anda, si tiene rasgos físicos, si está hablando». Y tengo la idea de que igual que existe la novela aquella de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, donde hay una epidemia de ceguera, nosotros vivimos una epidemia de mudez. No nos daríamos cuenta de que somos mudos porque hablamos, escribimos más que nunca, desgraciadamente no Tolstói. Nos comunicamos también más que nunca, pero no hablamos como lo estamos haciendo aquí. 

«La opinión pública ha demostrado una amnesia extraordinaria para tolerar las mayores aberraciones del Gobierno»

P.- Es un libro donde hay hueco para analizar esa pérdida general de la empatía, el fenómeno de la deshumanización. Es un fenómeno que reflexionaba en estos días de post DANA, con todo lo que nos está pasando. Y sé que esto es muy impopular decirlo, pero me salía ser empático con los que gobiernan ahora. Veo a Carlos Mazón, paralizado, incompetente, que dimita, cada cual que lo vea como quiera, pero me salía una vena de pensar que lo estará pasando bastante mal. Quiero creer en la humanidad de esta persona y lo veo ojeroso y cansado. Algunos pensaran que es conchabarse con él, nada de eso.

R.- Te entiendo, porque además es perfectamente compatible la vulnerabilidad y la negligencia. Sentir piedad por Mazón y reprocharle su gestión son ámbitos perfectamente compatibles, pero entiendo lo que dices cuando te refieres al sufrimiento que debe estar pasando el presidente de la comunidad donde ha sucedido esto.

P.- Y ahora saldrán diciendo, «cómo no habláis de las familias que lo han perdido todo», nadie está diciendo eso. Por supuesto que ellas son las primeras víctimas.

R.- Se acabó la conversación. Cuando se introduce un argumento extremo para deteriorar la conversación, o las amalgamas, yo no puedo con las amalgamas. Las comparaciones sacadas de quicio, las analogías que no tienen sentido y contraargumentar con un argumento letal como lo hubiera sido ese: «Ah, qué estás diciendo de Mazón si hay familias que lo ha perdido todo». Pues esta es la ley de Godwin aplicada en ámbitos que trascienden el propio fenómeno.

P.- Luego observo una especie de luz de gas gubernamental permanente en la que hay parte de los medios de comunicación participando donde te quieren convencer de que no has visto lo que tú has visto. Argumentan diciendo: «No, es que Sánchez no ha dicho que si necesitan ayuda, que la pidan. Lo que en realidad dijo es que si necesitan recursos, que los pidan». Y entonces te quedas pensando que eres imbécil. La conversación pública que ya no es adulterada por analogías falsas, ya abiertamente es que te dicen que no han dicho lo que han dicho.

R.- Eso tiene dos lecturas. La primera es la tergiversación de los hechos a partir de negar los sinónimos. O sea, yo te puedo llamar hijo de puta o cabronazo, y dicen: «No le llamo mamón»…Y lo otro es un problema que tiene la sociedad contemporánea, la capacidad lectora. De verdad, la capacidad lectora empieza a ser un drama. No solo ya no escribir, no hablar, es no entender lo que se dice, porque a lo que se lee o a lo que se escucha se le antepone por delante el cataplasma preventivo. Entonces el mensaje del otro no sale porque no se le deja salir y se produce este bloqueo.

Hablamos de la conversación y qué útil hubiera sido una conversación entre las administraciones del Estado para gestionar una crisis como esta. Qué útil hubiera sido que el líder de la oposición hubiera hablado con el presidente Sánchez para reconducir un drama que concierne al país y que tenía que haber sobrepasado la esfera centralista y en cambio no ocurre. No hablamos de verdad. Estamos exhaustos de palabras y de charlatanería, pero ausentes del verbo noble.

Rubén Amón posa en la sede de THE OBJECTIVE | Carmen Suárez

P.- Y sobre la distancia entre la conversación pública y la publicada, o sea, la mediática, ¿nota mucha desconexión entre lo que hablan en la radio o de lo que escriben en los periódicos y de lo que habla después la gente?

R.- Vivimos un fenómeno de pura endogamia informativa y lo que es peor, sostener porque te manejas en ámbitos de audiencia de repercusión, que toda la sociedad no solo está pendiente de lo que tú has dicho, sino que cuando sales a la calle, crees que te van a interpelar a propósito de lo que has dicho o hayas dejado de decir cuando hay una distancia enorme respecto a lo que se habla en los medios, respecto a lo que se escucha en relación a los debates que tiene la sociedad.

Queremos tener más influencia y peso del que suponemos tener y basta ver una de esas crisis de Twitter que un día, te habrá sucedido a ti también, eres acosado por las redes y piensas que toda la sociedad está pendiente de tu episodio. Entonces sales a la calle un poco asustado y que al comprar el pan te van a decir: «Vaya, la que se ha liado». Y no existe ese fenómeno. Entonces creo que es bueno cotejarse de vez en cuando con la realidad. Salir, romper ese círculo endogámico que es un círculo en el que estamos periodistas, políticos. Una especie de círculo cerrado. Y cuando lo rompes te das cuenta de que esos debates no están en la actualidad ni en la realidad. 

P.- ¿Tiene amigos que no le leen, ni le escuchan, ni le ven?

R.- Y lo prefiero. Pero mi mecanismo de defensa en la vida en sociedad es decir esa frase que es una provocación cuando se trata de hablar de política. En las conversaciones de amigos, digo: «Está apagado el taxímetro, no hablemos de política», porque yo tengo una relación problemática con mi trabajo y por eso me quiero retirar. Y problemática quiere decir que cuando salgo de mi vida laboral, continuar con la vida laboral a título de ya aficionado, no me resulta nada digna de disfrutarse. Y entonces apago el taxímetro y no quiero hablar nada que me recuerde a que una conversación podría estar evocando el hecho de trabajar.

«No hablamos de verdad. Estamos exhaustos de palabras y de charlatanería»

P.- Quiero irme a los hombres y mujeres. La conversación qué pueden tener unos hombres a la que pueden tener unas mujeres, ¿hay muchas diferencias?

R.-Hay algunas diferencias y de hecho a mí hay tres tipos de conversaciones que no me gustan de varón y dos de ellas también las comparten las mujeres: hablar de dinero, es una adulteración de la conversación; la segunda es hablar de enfermedades, no de la enfermedad de alguien, si es que es un motivo de aburrimiento, si necesita un amigo una ayuda derivada de una enfermedad, hablar de dolencias, «me duele aquí o allí»; Y yo no soporto las conversaciones de mujeres entre varones.

Varones hablando de mujeres y de chicas, ese magma de fanfarronería me pone enfermo. O sea que son mis únicos tres vetos a una conversación. Las equivalencias femeninas creo que serían lo mismo, pero tenemos una sensibilidad distinta. Mira, Tenemos que hablar es un título tiene todo sentido porque los varones hablamos mucho menos de los sentimientos. Hablamos mucho menos de las cuestiones del corazón y las mujeres hablan mucho más. 

P.- Llega a que la longevidad de las mujeres tiene que ver con que hablen mucho más que los hombres.

R.- Sin duda alguna, porque hablar es un ejercicio terapéutico y contar cosas y exponerlas. El varón es mucho más retraído para hablar de sentimientos. Tenemos que hablar es un mandato que urge en una relación en crisis. Cuando tu pareja te dice: «Tenemos que hablar», está aludiendo a que es necesaria una conversación para analizar la situación de relación, pero también se está utilizando un imperativo que trata de sacar al varón del ensimismamiento en el que a veces se desarrolla. Los varones tenemos ámbitos de conversación muy limitados para ciertas cosas y los sentimientos es el más claro de todos.

P.- También habla de cómo algunos partidos han evitado con propósito o sin propósito, los canales habituales de comunicación y de conversación mediática. El ejemplo de Vox y los grupos de WhatsApp o el de Alvise con Telegram. La conversación íntima y a la vez multitudinaria que da rienda suelta a las a los sentimientos más primarios.

R.- Cuando una sociedad se expone a límites de censura y de autocensura tan extremos como los que hemos conocido, impropios de una sociedad abierta, aunque se puede decir muchas cosas de las que piensan, claro que sí, que no hablo de un régimen de censura general. La sociedad genera sus mecanismos de evacuación y han canalizado ese mecanismo de evacuación a través de los grupos de WhatsApp o de Telegram. Y allí dices lo que no dirías nunca o en Forocoches. O sea, existen foros, espacios donde la sociedad encuentra su ámbito de alivio, normalmente con el anonimato, sino la confianza que también vale.

Entonces grupos de amigos perfilados con un contenido exponen lo que no se atreverían a exponer en una conversación normal. El problema de esos grupos y de esa naturaleza de la conversación está en que se encuentra también desprovista del hábitat que te la hace comprender. Porque en lo semántico, en lo escrito, tú sólo tienes una noción de una intención que no sabes con qué sentido se produce. «Eres un hijo de puta» puede ser un insulto, puede ser un elogio, y si no tienes la atmósfera donde se reproduce esa conversación, no sabes en qué tono se está produciendo. Ese es el motivo que explica el origen de los emoticonos, poner claves para no tener que poner «ironía on», que es un atavismo.

P.- Hay un capítulo para callarse. Y llega a decir que en las primeras citas es mejor que hable más la de enfrente o el de enfrente, que hable más la otra persona.

R.- Estoy convencido. La conversación parte fundamentalmente por el hecho de escuchar. Uno habla para escuchar, no para ser escuchado y el ejercicio de opulencia verbal creo que es un filtro contraproducente porque siempre se produce más para vanagloria del que lo interpreta. Insisto en el verbo interpretar. Sin embargo, si dejas hablar, estás demostrando no solo interés, sino una capacidad de atención. Sin duda siendo una estrategia para ligar también y no necesariamente solo por eso, creo que prestar atención a lo que te dicen demuestra, predispone un objetivo más asequible. O sea, hablamos para arriesgar y arriesgar significa escuchar, y también significa eludir esta fórmula de los monólogos encadenados. No abrumes.

Dice Kant una cifra que es muy buena, la leí en el libro este maravilloso Los últimos días de Immanuel Kant, de Thomas de Quincey, un librito donde se asiste a la agonía de Kant. Ahí aluden a esta idea que tiene de que una conversación tiene que tener por lo menos tres personas, tres, no dos, tres y como mucho nueve, es la medida erudita entre las gracias y las musas, está bien tirado, porque la conversación bilateral puede tender a cortarse y a ser demasiado asfixiante. Un tercer elemento suaviza la cuestión. Decía Alejandro Dumas que el matrimonio es una carga tan pesada que requiere dos personas y a veces tres, pues la conversación requiere también tres personas y como mucho nueve porque si son más de nueve ya es una asamblea de Podemos. Bueno de Podemos ahora no habría ni nueve. 

P.- Y de Sumar cada vez menos.

R.- Quieren cambiar el nombre.

P.- ¿Tiene alguno en mente?

R.- Había uno que me gusta, desaparecer. 

P.- Ya que hablamos de Sumar, partido del gobierno. Quiero preguntarle por la capacidad que tiene el Gobierno y eso que se ha venido en llamar, invento de José Ignacio Wert, el equipo de opinión sincronizada. Y esa capacidad para instalar en ideales tales como la máquina del fango.

R.- Esto es un ejercicio de masaje que parte del desgaste. Porque el gobierno ha trabajado muy bien, no solo la idea de irte preparando para una nueva realidad con tiempo, de forma que cuando llega la amnistía la necesites, prácticamente va tergiversando su discurso, de forma que lo que te parece antinatural termina resultando casi necesario ¿Cómo hemos podido vivir sin la amnistía? Y luego cómo consiguió su equipo de opinión sincronizada disciplinar cambios radicales de posición. Porque no es sencillo que un tertuliano que debe su opinión y su puesto al seguimiento de una consigna tenga que cambiarla, y justificar que la ha cambiado y asimilar inmediatamente la nueva naturaleza del anfibio. Ahora resulta que nada, ahora no es terrestre.

Pero esto se maneja muy bien con el problema o con la ventaja que aprovecha el gobierno de la amnesia, de la capacidad de olvidar que tenemos y sobre todo del umbral del dolor al que te va sometiendo. Si lo que te parece inverosímil se produce, has profundizado un grado más en el siguiente ámbito de tortura y terminas agradeciendo el garrote vil al final. «Pues terminé conmigo, si yo ya estoy entregado», en este procedimiento de tortura que supone irte introduciendo capas de castigo y de tergiversación de las cosas que no esperabas pero que terminas asimilando. Entonces la opinión pública ha demostrado una mansedumbre y una amnesia extraordinarias para tolerar las mayores aberraciones del gobierno. 

«Cómo es posible que un gobierno decida poner en la parrilla de la televisión pública un programa con la finalidad de atacar a otro»

P.- Hay que valer para eso. Es una cosa casi digna de admiración. Me costaría mucho ser ese tipo de tertulianos, pero ellos lo hacen con mucha naturalidad y mucha profesionalidad.

R.- Pero es que algunos de ellos han sido proclamados consejeros de Televisión Española, o sea que su premio ya ha llegado con una remuneración de 100.000 euros. Y si teníamos dudas de que en algunos medios hay tertulianos orgánicos infiltrados de todos los partidos, pues ahora los tenemos reflejados con una dignidad que les proviene de la sanción positiva del Parlamento. O sea que el Parlamento sanciona a favor el hecho de que unos tertulianos accedan al Consejo de la Televisión Española. Todo esto con una naturalidad que se nos trata de vender como que cuando Sánchez se marchó cinco días para reflexionar sobre la regeneración democrática, en realidad su objetivo era «hostia, que se puede todavía controlar más TVE, ¿más? Se puede. Y se puede todavía más presionar a los jueces, pues claro que se puede».

P.- En estos años sanchistas que estamos viviendo…

R.- Y los que nos quedan.

P.- Uno de los capítulos que a mí me parecieron más tenebrosos de toda esta reacción fue aquel manifiesto firmado entre otros por Iñaki Gabilondo, al que tengo un gran respeto, en los que se firmaba básicamente para decir «estamos en contra de la guerra mediática contra Begoña Gómez y los bulos y las fake news». Parte de la propia profesión diciéndole a los periodistas que no sigan investigando sobre determinadas cosas.

R.- Luego no nos quejemos de que la profesión tiene un problema de credibilidad y que está más débil que nunca. Precisamente por su debilidad se puede abusar de ella, pero sería bueno que no nos dejáramos abusar. Y lo digo porque nunca hemos tenido una prensa tan frágil. Nunca económicamente ha sido tan pobre y nunca ha estado tan necesitada ni de subvenciones ni de ayudas. Y cuando el contrapoder que es la prensa, está debilitado hasta la extenuación, es mucho más fácil abusar de ese esquema mediático. Y creo que como a este gobierno y al PP igual, no le gustan los contrapesos. Tener un contrapeso dócil que no es un contrapeso, sino que es un espacia de eco le interesa y le conviene. 

P.- Esto que ha calificado usted como la «sanchosfera».

R.- Luego es muy bonito, a mí me encanta los comisarios políticos que se encargan de perseguir a los demás periodistas porque no tienen el rango de pureza ganado y porque están identificados con el eje del mal, cuando el bien ya sabemos quién lo representa y a qué precio. 

P.- Y qué utilizan términos tan bonitos como las ratas, los cubos de basura. Cuando hablamos de deshumanización del rival, entre ellos no va, porque ellos practican la bondad.

R.- Ellos están en el bien, y luego lo pasa es que en el mal empezamos a no caber. Hay un problema de vivienda. En el eje del mal empieza a haber un problema de vivienda porque últimamente se ha incorporado el Financial Times.

Rubén Amón firmando su libro | Carmen Suárez

P.- Es la piel fina, ya no sé si más del Gobierno como de sus adláteres mediáticos.

R.- Y el descaro por la verdad. Yo estoy por votar a Sánchez de verdad, como un acto de reconocimiento. Mira, yo me rindo. Señor Sánchez, me rindo. La próxima vez voy a votar por usted. Pero de verdad creo que hay que reconocer cualidades. Cuando tú reconoces cualidades adaptativas a una criatura política, empiezas a tener cierta admiración. Es verdad que nadie se atreve. Nadie se atreve, no por valores, sino por mínimo sentido ético, nadie saldrá a utilizar sus cartas.

O sea, llega a esta mesa y vendría con un pinganillo soplándole las cartas que tú tienes, con las demás marcadas, con una baraja propia, y entonces nadie se atreve, pero él sí. Entonces, como él es capaz de jugar al póker con 70 ases, pues llega un momento que le produce cierta admiración. 

El otro día, en la comparecencia, cuando anuncian las medidas y él dice “estoy bien», bueno, pues si usted está bien, España está bien, identificando la salud del presidente con la de la Nación. A mí me gusta mucho esto. Su rueda de prensa es maravillosa porque dices joder, es que Sánchez, el puto amo, lo que decía Guardiola de Mourinho.

«En el eje del mal periodístico empieza a haber un problema de vivienda, no cabemos tantos»

P.- Cuenta algo en el libro que no se sabía, y tiene que ver con Carlos Alsina y Pedro Sánchez. Resulta que a Alsina, en su etapa de La Brújula, le ofrecieron para la sección de economía a un joven concejal madrileño llamado Pedro Sánchez.

R.- Había una tertulia económica que sigue existiendo en La Brújula, ahora bajo el liderazgo de Rafa Latorre y le ofrecen a Alsina «¿qué tal Pedro Sánchez?» Entonces claro, no sabemos qué pensar, porque imagínate que Alsina dice: «Venga, vale». O sea, el criterio de Alsina no era contra Pedro Sánchez, era contra que hubiera políticos en la tertulia.

Y ese umbral de exigencia o de ese requisito de entrada no lo cumplía ningún político. Por eso Alsina nunca ha tenido políticos en su esquema de tertulianos. Pero imagínate que Sánchez prospera como tertuliano y lo convertimos en una especie de fenómeno mediático que lo hubiera sido, un tipo guapo. Guapo, pero con el matiz que hacen las memorias de Gutiérrez Aragón, es guapo pero no es telegénico y que tiene este lado de actor secundario de telenovela venezolana y galán. Imagínate que hubiera empezado una carrera enorme de comunicador y hubiéramos evitado su carambola como presidente de Gobierno.

P.- En vuestras manos estuvo.

R.- En las de Alsina, yo no tengo nada que ver con esa decisión.

P.- Hace Amón una defensa del tertuliano e incluso una defensa de la tertulia del Hormiguero que no sé si intuye que es la que más le molesta al gobierno. 

R.- Esto que parecía una extravagancia y una posición estrafalaria, resulta que es un hecho, porque fue el otro día Martín Medem, el consejero del lado de Podemos, señala él mismo que la operación de Broncano es una manera de contrapesar el problema que más le molestaba a Sánchez por su influencia en los hogares de la sociedad española. Y es un hecho que se construye una alternativa a la misma hora. No por cuestionar la capacidad de Broncano para hacer un programa que la tiene toda y lo está demostrando, es muy difícil hacer un programa de audiencia y Broncano es un magnífico periodista.

La cuestión es que un gobierno diseñe un programa de la televisión pública quitándole 20 minutos al telediario, que es un servicio público, para ponerlo a competir por una televisión privada. Y no solo contento con eso, redunda en esta campaña personal hacia Pablo Motos, campaña de la que forman parte el equipo de sincronización de opiniatras. Luego, a mí como ciudadano me guste más o menos un programa del otro, me tengo que sentarme a pensar cómo es posible que un gobierno decida poner en la parrilla en la televisión pública un programa con la finalidad de atacar a otro. Es que no es aceptable, es que no es democrático, es que no es limpio jugar así. A eso me refería con que Sánchez utiliza unas cartas que nadie se atreve a utilizar.

P.- Una campaña contra Motos del que yo creo, y no me dará respuesta a esto, es un hombre de izquierdas.

R.- Yo no sé a quién vota, no lo sé. Y creo que esta es la mejor definición que puedes hacerle. 

P.- No creo que vote a Sánchez, pero que ha votado al PSOE en algún momento de su vida, lo doy por hecho.

R.- Pero es que quien tiene un problema para votar a Sánchez es el socialista. Yo he votado al PSOE, yo he votado a Sánchez. Voté a Sánchez en aquella coyuntura en que se iba a producirse el sorpasso de Podemos, y como tipo que tiene una mentalidad socialdemócrata liberal un poco ambigua, voté a Sánchez, yo he votado al PSOE muchas veces. Después voté a Ciudadanos con mucho convencimiento, pero en esa coyuntura que se iba a producir el sorpasso de Iglesias, voté a Sánchez. Luego no tiene nada que ver con la ideología, ojalá fuera una cuestión ideológica. Ojalá estuviéramos discutiendo de ideas, pero aquí hablamos de partidismo y de fanatismo y de sectarismo. Sánchez está obligando a los votantes socialistas a abjurar de ser socialistas para ser sanchistas.

P.- Para cerrar, si tuviera que poner un epitafio en su lápida, ¿cuál sería? 

R.- Tengo en la entrada de mi casa, esto va a sonar pretencioso, pero tengo una frase de Heródoto que encontré en el templo de Zeus de Olimpia y está en griego antiguo: «No quiero mandar, no quiero que me manden».

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