THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Un Gobierno de dibujos animados

«Si las mujeres no trabajan en la obra haciendo carreteras es porque no quieren. Tan sencillo como eso»

Un Gobierno de dibujos animados

Ilustración de Alejandra Svriz.

Marta Serrano, secretaria general de Transporte Terrestre, y por tanto número dos de Óscar Puente en ese ministerio, ha querido decir su tontería particular para no ser menos que sus compañeros de partido con algún tipo de responsabilidad en el Ejecutivo. Debe pensar, y aquí sí con buen criterio, que es la única manera, no sólo de mantener su puesto, sino de escalar a otros superiores. Se dice que donde fueres haz lo que vieres, y esta señora se lo ha tomado al pie de la letra. Parece que la única manera de medrar en «el partido» es comprando todo su argumentario, aunque este te deje en ridículo. Decir estupideces es lo único que garantiza que no te corten la cabeza. El criterio y la decencia son valores que no sólo están a la baja en dicha organización, sino que se encuentran en el subsuelo de la misma. 

Marta Serrano culpó a series infantiles de dibujos animados como Peppa Pig y La Patrulla Canina de mostrar estereotipos de género que provocan la poca presencia de mujeres en su sector. Palabras textuales de la que parece querer postularse para empresas mayores fueron las siguientes: «En esas series todos los operarios son señores gigantes y muy musculosos. Mi hija ni se plantea que las mujeres puedan trabajar en sectores como el de hacer carreteras». A un servidor le molestan varias cosas de estas declaraciones tan banales como absurdas.

Dar por cierto que un niño no sabe diferenciar entre la realidad y unas series de dibujos animados protagonizadas por cerditos y perritos de ambos sexos es menospreciar la inteligencia de un niño de manera grave. Los niños saben diferenciar perfectamente entre el juego y la ficción del resto de cosas que hace. Sabe de la exageración que se producen en estas series o que lo que está ocurriendo en la pantalla no tiene nada que ver con lo que ocurre cuando apaga la televisión. Sólo valdría lo que esta mujer dice con niños muy pequeños, casi bebés, o con mujeres adultas que compren un feminismo tan radical, que sí que empata con el coeficiente intelectual de estos niños que acaban de dejar de usar los pañales.

Si las mujeres no trabajan en la obra haciendo carreteras es porque no quieren. Tan sencillo como eso. No sé si usted, Marta Serrano, le gustaría obligar a algunas a desempeñar esas labores, pero lo de los trabajos forzados es una cosa que por suerte en España no se puede hacer. Este tipo de trabajos eran consecuencia de pertenecer a un bando enemigo en un conflicto bélico o de sistemas donde a los presos se les castiga teniendo que llevarlos a cabo. En ambos, la libertad ni está ni se la espera. En la España de hoy, las mujeres y los hombres no tienen prohibido dedicarse a ningún trabajo, y eligen su profesión o empleo por su cualificación, vocación, o por descarte, pero nunca son obligados a desempeñar ninguno. 

El gobierno al que usted pertenece, señora Serrano, es el que quiere tratar a las mujeres y hombres que les compran su mercancía averiada como si fueran niños tontos. Los chiquillos inteligentes no tienen tanta imaginación como para creer en lo que ustedes pretenden contarnos. Se les escapa de las manos y de su entendimiento, y por tanto, lo dan por falso. Sólo el personal adulto fanatizado hasta las trancas enciende la televisión con la necesidad de encontrarse con Óscar Puente, Patxi López, Pilar Alegría o cualquier otro miembro del gobierno, si no es para encontrar en ellos a sus personajes favoritos de sus dibujos animados preferidos. Con ellos se informan y entretienen. También aprenden y sueñan con un mundo tan estúpido como distópico.

En definitiva, una búsqueda de un apocalipsis zombi, y hay que reconocerles que sus esfuerzos están siendo recompensados. Si la deriva de esa parte de la sociedad no se echa atrás, ese final de como conocíamos nuestro Estado de derecho estará a la vuelta de la esquina. Aquí, los zombis son reales, y no salen en la televisión en una serie infantil o para adultos. Desayunan en el mismo bar que usted. Se sientan a su lado en el metro. Hacen fila para pagar la compra en su mismo supermercado. Un gobierno de dibujos animados para una parte del electorado tan «pureta» como pueril, pero nunca adulto.

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