Collboni, un alcalde al que no le molestan los carteristas
«La fiesta de la delincuencia en que se ha convertido la ciudad condal se podrá seguir pagando por sí sola»

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.
Que Jaume Collboni, alcalde socialista de Barcelona, coge poco o nada el metro de su ciudad es algo que todos nos esperábamos. No es ninguna novedad que alguien con su cargo se mueva en coche oficial, eso sí, pagado por todos los ciudadanos de Barcelona. El ciudadano paga siempre, si es él, el que coge un transporte público, pagará el billete o el abono mensual, y si es el alcalde el que se tiene que mover, le pagará el coche, su blindaje, la gasolina, el chofer, y si este así lo pidiese hasta un mueble-bar.
El alcalde no debe ser molestado por la plebe. Además, hay muchos que no hacen uso del gel de baño con la periodicidad diaria recomendada. Un alcalde no puede entrar en un vagón donde huela a cuadra, a dónde iríamos a parar. Es mejor hacerlo tú solo en el coche, elegir el ambientador de pino que más te guste y desparramar las posaderas en la parte de atrás del coche, tanto que no se pueda ver el color de la tapicería.
El metro es un transporte muy vulgar como para que viaje en él un servidor público, que es como se hacen llamar los políticos en campaña electoral. Después pasan a ser déspotas con coche de uso privado. Que me den su voto, y su cartera que se la queden los cientos de rateros que deambulan por todas las estaciones de Barcelona.
Lo importante es dar una imagen de ciudad acogedora, sobre todo con los amantes de las cosas ajenas y con los que llevan cuchillos por las calles como sí pensaran que toda la ciudad es un gran restaurante donde la carne a trocear la pone el ser humano. Al buen ciudadano ya lo tienen comiendo de su mano, y con que estos cumplan las leyes y paguen sus impuestos, la fiesta de la delincuencia en que se ha convertido la ciudad condal, se podrá seguir pagando por sí sola.
Un alcalde bastante tiene con protegerse a sí mismo. La oposición le hace la vida imposible. No le deja hacer y deshacer a su antojo. Collboni piensa, ¿sí no me preocupo por mí, quien lo hará? Si se hace esa pregunta es porque es bien conocedor de su naturaleza egoísta. Cada uno que se proteja como pueda, igual que hago yo con estos molestos señores y señoras de Junts, la CUP, VOX o el PP.
Eso sí, que no toquen a mis carteristas del alma. Aprendices de políticos, pero en cutre. Al menos son silenciosos y sutiles, y no ruidosos y torpes como nuestros «servidores públicos», lo más parecido a cuando entra un elefante en una cacharrería. El metro de Barcelona es el lugar de Europa donde más se roba. Debe ser algo que está en el ambiente, pues el equipo de fútbol de la ciudad que viste blaugrana, también le gusta de practicar esas artes. Si no, no se explica su enorme deuda que supera con mucho los mil millones de euros. Pero volvamos al metro, donde algunos ciudadanos han tenido que organizarse en patrullas para intentar evitar esos robos y que la imagen de la ciudad deje de estar por los suelos. Aunque este tipo de transporte ya se sitúe por debajo de él.
Lo que está en el subsuelo es la decencia del alcalde Collboni, que ha decidido multar a estas patrullas ciudadanas. En la denuncia se les dice que son sancionados «por hacer acciones que pueden molestar al pasaje». Parece que al alcalde no le gusta que estas personas ayuden a evitar que los carteristas roben. A su sensibilidad le molesta más saber que hay quien levanta un poco la voz para avisar a los pasajeros de que han sido o pueden ser robados, que directamente hayan sufrido ese hurto. Supongo que sufre de conciencia dormida y ese grito le puede despertar a una realidad que no le deja muy bien como alcalde. Barcelona lleva tiempo siendo una ciudad peligrosa, pero parece qué a su alcalde actual, este adjetivo no sólo le gusta, sino que le tiene cariño por su extrema cercanía. Y es que nada define mejor su forma de hacer política.