The Objective
La otra cara del dinero

El fulminante contraataque financiero del fútbol brasileño

«Desde la Ley de Sociedades Anónimas del Fútbol de 2021, que propició la llegada de inversores, los clubes brasileños acaparan fichajes y títulos»

El fulminante contraataque financiero del fútbol brasileño

Final de Libertadores 2024. | Europa Press

Al final parece que el penúltimo descalabro financiero del Barça no va a ser para tanto. Ya explicamos por aquí la peripecia del “pufo sospechoso” de Laporta con el fichaje de Vitor Roque. Compró al brasileño a precio de crack cuando cualquier aficionado ha podido comprobar que Tigrinho es, más bien, un jugador normalito tirando a mediocre. Lo cedieron a un Betis sediento de goles (Abde y el Chimy Ávila no terminan de funcionar) para que tuviera minutos con los que resituarse en el mercado. Metió siete tantos en 33 partidos. Nada del otro mundo, pero por lo menos salió en televisión. Y el Betis se acababa de traer a un delantero de verdad, Antony. Era el momento de colocarle a Tigrinho a algún multimillonario árabe o similar. 

Sin embargo, el milagro llegó de un lugar inesperado… hasta ahora. Al parecer, Vitor Roque seguía teniendo cierto cartel en Brasil, el suficiente como para que el Palmeiras ofreciera nada menos que 25 millones de euros por él. Laporta había pagado 42, pero se daba con un canto en los dientes con recuperar más de la mitad. Hasta el punto de indemnizar con 4,5 millones al Betis para rescindir el contrato de cesión y venderlo ipso facto en una operación que detallamos por aquí. Les faltó ponerle un lacito. 

La liga brasileña ha sido siempre netamente exportadora. Cuando la globalización aún no había hecho estragos en los campeonatos de países con tradición futbolera y escaso poderío económico, sus clubes tenían un prestigio notable: el Santos de Pelé, el Corinthians de Rivelino o el Flamengo de Zico eran recibidos en Europa con admiración en giras de amistosos bastante lucrativos, como aquellos torneos de verano de la España de antaño. 

Con la abolición en cascada de las limitaciones de jugadores extranjeros, las ligas europeas comenzaron a esquilmar los clubes brasileños. Primero, se fueron las estrellas, pero la globalización fue a más hasta el punto de que el observatorio CIES situó en 1.219 los jugadores emigrados en 2023. Ningún otro país exportaba más. Ya no solo se iban los mejores a Italia o España. En la liga búlgara había 39 brasileños. En la tailandesa, 34…

Pero algo está cambiando. La clave del giro llegó en agosto de 2021, con la promulgación de la Ley de Sociedades Anónimas del Fútbol (SAF). Gustavo Paulinelli, Head de Sports Business en el despacho Freitas Ferraz Advogados, explica en The impact Lawyer que la norma “facilitó la transformación de varios clubes de fútbol, pasando de asociaciones civiles (sin fines de lucro) a sociedades anónimas, y marcó el inicio de una nueva era para el fútbol brasileño”. Entre otras cosas, ha propiciado que, “en los últimos años, grupos de personas influyentes como el City Football Group, 777 Partners, John Textor o Ronaldo, entre otros”, se hayan convertido en “accionistas de clubes brasileños, dando forma a un nuevo panorama en la industria». 

De los cuatro ejemplos, si quitamos a Ronaldo, nos encontramos con un pleno anglosajón. Significativamente, el diciembre pasado, The Economist aseguraba: “El fútbol brasileño parece la próxima Premier League“. Se acababa de disputar la final de la Copa Libertadores, el equivalente sudamericano de la Champions. La disputaron el Atlético Mineiro y el Botafogo. Ambos brasileños. La revista británica incidía en la causa profunda de la coincidencia: “Inundados de dinero, los equipos del país conquistan Sudamérica”. El caso práctico más evidente es el del ganador de esa final de la Libertadores. Botafogo no ganaba un título internacional desde 1993. En este siglo había descendido tres veces de categoría, y a principios de década tenía una deuda de  más de 1.000 millones de reales (unos 160 millones de euros) e ingresos anuales de solo 151 millones de reales. En 2022, lo compró John Textor por poco más de 60 millones de euros.

Textor es un estadounidense dueño de Eagle Football Holdings, una empresa de gestión deportiva con participaciones en el Crystal Palace de la Premier League y el Olympique de Lyon de la Ligue 1 francesa. En 2022, compró el Botafogo por 66 millones de dólares. Redujo la deuda a la mitad y fichó por sumas récord a Luiz Henrique y Thiago Almada, para gozo de la hinchada. Aparte del prestigio, el título de la Libertadores incluye un premio de 22 millones de euros y la clasificación para la Copa Mundial de Clubes que la FIFA se ha inventado para este año con 29 millones de euros para cada participante y 96 millones para el ganador. Asegura The Economist que John Textor, eufórico, quiere sacar a bolsa Eagle Football Holdings y espera recaudar al menos 1.000 millones de dólares.

Además del nuevo paradigma en la gestión, el despegue del fútbol brasileño tiene un combustible un poco más… ¿turbio? Augusto Cesar Piaskoski, director de Asuntos Legales y Cumplimiento de Apuestas, tituló un artículo en Sports and Crime Briefing “Del caos a la regulación: el ascenso de Brasil como líder mundial en la industria de las apuestas”. Explica que “el mercado de apuestas de Brasil ha experimentado una transformación drástica en los últimos años, pasando de ser un espacio en gran medida no regulado a una industria estructurada y prometedora”. El cambio, dice, “brinda seguridad jurídica a los inversores y operadores”, y “abre nuevas oportunidades para el desarrollo del deporte, en particular el fútbol”, pero también “ha generado importantes desafíos sociales, como la adicción, las dificultades financieras y la tensión regulatoria”. 

El proceso comenzó en 2018 con la aprobación de una ley con demasiados agujeros que creó un vacío legal por el que se colaron “escándalos de alto perfil, en particular la Operación Pena Máxima», con turbios amaños de partidos. El Gobierno reaccionó con medidas provisionales en el verano de 2023 y otras más específicas el año pasado. Mientras, el fútbol ha seguido ingresando. El Banco Central del país calcula que los brasileños gastaron más de 3.000 millones de dólares al mes en 2024 en apuestas a través de su sistema de pagos digitales, PIX. The Economist sostiene que, incluyendo otras formas de pago, el valor real es mucho mayor. Recordemos que el proceso comenzó en 2018: justo el año del último campeón de la Libertadores no brasileño (el River Plate argentino). Desde entonces, seis campeones y cuatro subcampeones brasileños.     

The Economist matiza que países como Colombia y Chile han adoptado modelos similares a las SAF antes que Brasil y sus equipos “siguen siendo mediocres”. Brasil es otra cosa: “La gran población del país significa un mayor mercado de entradas, merchandising y derechos de transmisión”. Pero eso no significa que cualquiera pueda prosperar. El Vasco de Gama, por ejemplo, ha tenido una mala experiencia con los estadounidenses de 777 Partners, viejos conocidos del Sevilla FC. Compraron el club carioca en 2022 y en octubre se declararon en quiebra. Están siendo investigado en Estados Unidos por fraude. Aún hay clubes brasileños que no se atreven a dar el salto a la SAF.

En cualquier caso, parece que, en general, el sistema funciona. Los clubes están invirtiendo más y mejor. Tampoco compiten por repatriar a sus cracks. Vitor Roque es lo máximo que pueden permitirse. Pero han descubierto que pueden ser competitivos en el sector de talento medio del mercado global. Desde la temporada 2023, cada equipo puede tener en el terreno de juego siete jugadores extranjeros, en vez de cinco. En el último Brasileirao (la primera división), que terminó el pasado diciembre, recalaron 126 jugadores foráneos, cifra inédita. Tiraron sobre todo de países cercanos: 46 argentinos, 23 uruguayos, 14 colombianos… Aunque también se dieron caprichos bastante ostentosos, desde Memphis Depay (Corinthians) a Dimitri Payet (Vasco Da Gama), pasando por Martin Braithwaite (Gremio). Y los españoles Juanfran, Diego Costa, Pablo Marí, Jesé y Hugo Mallo,

Mientras, los países vecinos miran con envidia. Justo después de la final de la Libertadores, el presidente de Argentina, Javier Milei, publicó en un ácido tuit en X: “¿Hablamos de las SAF?”. La Asociación de Fútbol Argentina, federación de rancio abolengo peronista, se resiste. No quiere soltar la presa. Veremos. 

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