Trump en Oriente Medio: las mil y una noches de los acuerdos comerciales y políticos
En THE OBJECTIVE le contamos la crónica de la primera gran gira del presidente de los Estados Unidos.

El presidente de EEUU, Donald Trump, junto al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman. | Reuters
El presidente Donald Trump volvió al Oriente Medio no como candidato, sino como presidente en ejercicio. Lo hizo con la firmeza de quien conoce bien la región y con una hoja de ruta enfocada en acuerdos económicos, alianzas estratégicas y mensajes claros frente a las amenazas comunes. Como era de esperarse, por supuesto.
Durante su visita a Arabia Saudí, Catar y Emiratos Árabes Unidos, el mandatario estadounidense buscó consolidar un nuevo equilibrio en una región marcada por la tensión, pero también por enormes oportunidades de desarrollo tecnológico, energético y militar.
Desde su primer encuentro con el príncipe heredero Mohamed bin Salmán en Riad, quedó claro que esta no sería una visita convencional. La seguridad extrema, por supuesto, parte del menú.
Trump no viajó con promesas abstractas, sino con propuestas concretas. Anunció un acuerdo de venta de armas por más de 140.000 millones de dólares y, a cambio, recibió compromisos de inversión saudí por encima de los 600.000 millones en sectores clave como energía, aviación e inteligencia artificial. Se trata, según su equipo, de la «mayor alianza económico-estratégica con un país árabe en la historia reciente».
De hecho, una compra de aviones histórica para Boeing que prueban que, más que política, el viaje fue de negocios especialmente.
El tono de la visita fue directo, sin ambigüedades diplomáticas. Trump reafirmó el compromiso de Estados Unidos con la seguridad regional, pero dejó claro que no pretende intervenir militarmente si no es necesario. «Los aliados se fortalecen cuando invierten juntos», dijo en un encuentro con empresarios saudíes, apostando por una visión pragmática: menos tropas, más tecnología y cooperación económica como base de la estabilidad.
En Catar, el mandatario subrayó esa misma línea. Su paso por Doha no solo incluyó reuniones bilaterales con el emir Tamim bin Hamad Al Thani, sino también el anuncio de una inversión estadounidense de 10.000 millones de dólares en la base aérea de Al Udeid, la más grande que Estados Unidos tiene en Medio Oriente. A esto se sumó un acuerdo comercial entre Qatar Airways y Boeing por la compra de más de 200 aviones, una señal de confianza mutua en un contexto económico global incierto.
El presidente también abordó el tema de Irán, aunque con cautela. Dijo estar abierto a retomar el diálogo sobre un acuerdo nuclear, siempre que Teherán muestre señales reales de moderación. Al mismo tiempo, advirtió que «la región no puede permitirse otro ciclo de amenazas y provocaciones». No hubo mensajes incendiarios, sino un claro recordatorio de que la administración Trump no aceptará una escalada sin consecuencias.
Uno de los momentos más simbólicos de la gira fue su visita a Abu Dhabi, donde recibió la Orden de Zayed, la más alta condecoración civil de Emiratos Árabes Unidos. Más allá del gesto protocolario, fue la antesala para el anuncio conjunto de un proyecto de inteligencia artificial que convertirá a Abu Dhabi en sede del mayor centro de datos de la región, en colaboración con empresas tecnológicas estadounidenses.
Quizá el punto más debatido fue su mención al conflicto en Gaza. Aunque sus declaraciones sobre una eventual reconfiguración del territorio fueron interpretadas de formas diversas, Trump no propuso una ocupación ni una expulsión, sino una transformación estructural. «Gaza tiene el potencial de convertirse en el Singapur del Mediterráneo», dijo en una rueda de prensa. El enfoque, explican en su equipo, no es militar sino económico: generar condiciones para que la población tenga oportunidades reales de desarrollo, con apoyo regional e internacional. En privado, diplomáticos árabes reconocen que puede no gustarles el estilo Trump, pero aprecian su franqueza.
La gira concluyó sin grandes titulares sobre acuerdos de paz o cumbres multilaterales. Pero dejó claro que Trump ve en Medio Oriente una oportunidad: no solo para contener tensiones, sino para consolidar una red de alianzas basada en intereses mutuos y negocios a largo plazo.
No fue un viaje fácil, ni tampoco uno sin críticas. Pero sí mostró a un Trump más calculador, menos impulsivo, y consciente de que la diplomacia hoy pasa también por la economía, la tecnología y la claridad estratégica. En el complejo ajedrez del Medio Oriente, el presidente no busca mover todas las piezas, pero sí asegurarse de no perder su reina.
Y eso sí, al cierre de esta edición, como suele hacerlo, el presidente tenía previsto regresar a Washington para descansar el fin de semana.