Manuel Llamas: «Pedro Sánchez ha sembrado las semillas de la futura pobreza de España»
«Es un ególatra, un inmoral, un narcisista. Solo le importa él mismo y ha sometido la democracia a una prueba de fuego»
Manuel Llamas (Madrid, 1979) es un viejo compañero de fatigas. Coincidimos mucho tiempo en la tertulia de El Balance, el programa de Intereconomía que había creado Pilar García de la Granja y que por aquel entonces dirigía Marta Estarellas, y no voy a ocultarles que no siempre estábamos de acuerdo, a menudo para mi desgracia, porque Manuel es un antagonista temible.
Los motivos de nuestras diferencias obedecían a que, siendo ambos liberales, lo somos cada uno a nuestra manera y como consecuencia de distintas trayectorias.
En mi caso concreto, casi podríamos hablar de un accidente. Ya he contado más de una vez cómo en mis años de universidad me fascinó la seguridad con que los marxistas opinaban de todo: la democracia, la justicia, la familia, la propiedad privada y el Estado. Yo envidiaba aquella certeza, la quería para mí, y puse bastante empeño en ser uno de ellos, pero nunca logré que me convencieran, así que he acabado siendo liberal por descarte.
Manuel, por el contrario, es un hombre de principios. Lo explica en este libro que acaba de publicar y que ha titulado sin contemplaciones, como es él, Socialismo, la ruina de España.
Dice Manuel que hay «dos formas de entender y abrazar el capitalismo: por lo que significa en sí mismo y por los resultados que genera. —Y añade—: Yo soy liberal y, por tanto, capitalista por ambas razones. Por principios, porque el hombre no es nada sin libertad. […] Pero también lo soy por resultados. Porque solo el capitalismo ha demostrado ser, de forma fehaciente y a lo largo del tiempo, el mejor sistema posible para garantizar el bienestar del ser humano en todas sus formas y matices».
Por si esta profesión de fe no bastara, unas líneas antes ha dejado escrito: «El socialismo, sencillamente, mata. Siempre y en todo lugar».
Manuel, se habrán dado cuenta, no es amigo de templar gaitas, aunque se licenció por la Universidad de Santiago de Compostela en Ciencias de la Información. Tiene dos másters, uno en periodismo por El Mundo y otro en economía de la escuela austríaca por la Universidad Rey Juan Carlos, y se ha dedicado fundamentalmente al ejercicio del periodismo. Ha trabajado en Expansión, en Libre Mercado y en Libertad Digital, aunque también ha hecho sus pinitos en política y ha sido viceconsejero de Economía de la Comunidad de Madrid.
En la actualidad, Manuel dirige los espacios La Trinchera de Llamas y Economía en Llamas en EsRadio y, desde agosto de 2023, está al frente del Instituto Juan de Mariana, que es el think tank por antonomasia de la escuela austríaca.
Pero además el hombre ha sacado tiempo para escribir este libro, que, como dicen nuestros colegas de la radio deportiva, tiene dos partes bien diferenciadas: la primera es una comparación de los logros del capitalismo con las miserias del socialismo, y la segunda está a su vez subdividida en otras dos: una en la que repasa los 50 años de avance que van de mediados de la década de 1950 a 2004 y otra gráficamente titulada «La ruina sanchista».
Ese mismo orden es el que sigue esta conversación, que se puede contemplar íntegramente en la web de THE OBJECTIVE y de la que se ofrece a continuación una versión extractada y editada.
«España sobrevivió al 23-F y el 1-O, pero el golpe de Sánchez es más peligroso, porque procede del interior»
Pregunta.- La humanidad nunca ha vivido mejor que ahora, los datos son incontestables y, sin embargo, hace poco, viendo un episodio de la serie The White Lotus, me sorprendió que uno de los personajes argumentara que había decidido no traer niños al mundo, para ahorrarles el sufrimiento. ¿A qué atribuyes tú ese pesimismo?
Respuesta.- Nunca dejará de sorprenderme la capacidad que tienen los progresistas para vender el apocalipsis. La última emergencia es la climática, pero también están la pobreza, la desigualdad, las guerras… Escuchándolos cualquiera diría que vamos hacia el desastre, pero lo que la evidencia basada en datos dice es todo lo contrario: a pesar de todos los problemas, que los hay, y muchos, vivimos una época de prosperidad, desarrollo y abundancia como nunca antes había disfrutado la humanidad.
Tan solo un par de datos. El primero es la esperanza de vida, que es la mayor de la historia. El capitalismo nos ha regalado años de vida, que además podemos disfrutar plenamente, porque llegamos a la jubilación en unas condiciones de salud cada vez mejores.
El otro dato es el relativo a la pobreza, que es para mí el gran problema económico. La izquierda insiste mucho en la desigualdad, pero la prioridad es que todo el mundo tenga un nivel de vida digno y, antes del siglo XIX, más del 80% de la población disponía de menos de dos dólares diarios, que es donde el Banco Mundial pone el umbral de subsistencia. En la actualidad y gracias al vilipendiado capitalismo, ese porcentaje ha caído por debajo del 10%. Es un salto considerable, pero lo es aún más si lo consideramos en términos absolutos, porque hace dos siglos éramos en el planeta 1.000 millones de almas, incluso algo menos, y ahora somos 8.000 millones. La población se ha multiplicado por ocho y hay menos pobres.
De modo que si todo sigue así y no se produce una catástrofe, como una guerra nuclear o un nuevo triunfo del comunismo que suma a medio mundo en la oscuridad y la miseria, estoy convencido de que este siglo asistiremos al fin de la pobreza.
«Estamos ante un presidente que controla todos los resortes del Ejecutivo, ha ido colonizando el resto de los poderes y está dispuesto a todo con tal de seguir en la Moncloa»
P.- ¿Y de dónde le viene, entonces, la mala fama al capitalismo y la buena al socialismo, que en tus palabras es «la máquina de matar más perfeccionada de la historia»?
R.- Tiene mucho que ver con el talento para el marketing que tienen los enemigos del capitalismo, pero también con esa búsqueda instintiva de seguridad propia de nuestra especie. Las personas la priorizan sobre la libertad, sin darse cuenta de que, por contraintuitivo que parezca, es la libertad la que garantiza la seguridad. Pero caen cándidamente en la trampa cuando escuchan a los políticos decir: «Tranquilo, no te preocupes, si te va mal, yo te voy a ayudar y te voy a defender». ¿Quién podría rechazar un producto semejante? Nadie… salvo los que lo han probado. Cuando realizas sondeos en Cuba, en Venezuela o en cualquier país del este de Europa, todos son anticomunistas. Y los más procapitalistas del planeta son los vietnamitas, no por casualidad.
P.- Y los polacos.
R.- Los polacos tampoco se quedan a la zaga, efectivamente.
«El PIB aumenta, pero de forma insostenible y como consecuencia de un gasto público disparado, una demografía desbocada y el lógico rebote tras la recesión del covid»
P.- Vamos a los datos. Has mencionado que el capitalismo reduce la pobreza, pero también la corrupción y es bueno para el medio ambiente y la mujer.
R.- Los estudios revelan que la libertad económica reduce la corrupción. La explicación es sencilla: cuanto menor es la intervención del Estado, menores son las oportunidades que tienen los políticos de robar. En España se ha visto claro con el urbanismo. ¿Por qué tenemos una Gürtel, una Púnica, una Malaya, un Palau? Porque de una decisión administrativa depende que el metro cuadrado de una parcela valga un euro o 10.000. Son unos incentivos perversos.
En cuanto a la naturaleza, si de verdad te importa, la mejor receta es el capitalismo, porque es la vía más rápida de progreso y, cuando una sociedad se enriquece, se preocupa por el medio ambiente y el bienestar animal. El ranking de países más verdes lo encabezan Luxemburgo, Alemania, Finlandia, Suiza… Cuando uno se está muriendo de hambre, el ecologismo importa poco.
Finalmente, el capitalismo es bueno para la igualdad de género. Un estudio muy curioso desveló hace unos años que en los países pobres las mujeres escogen más a menudo carreras relacionadas con las ciencias, las matemáticas y la ingeniería. ¿Por qué? Muy fácil, dicen los autores, porque les ofrecen más salidas laborales. En el primer mundo pueden permitirse optar por lo que realmente les gusta porque no viven bajo una necesidad material tan apremiante.
«La renta per cápita de los españoles apenas ha avanzado, seguimos a la cabeza de Europa en paro y estamos perdiendo capacidad adquisitiva»
P.- Una pregunta que hago siempre a mis invitados, en especial a los vinculados con la escuela austriaca: si el Estado es malo, ¿por qué los países escandinavos, que están entre los más prósperos del mundo, tienen Estados tan grandes?
R.- Si medimos el tamaño como porcentaje del gasto público sobre el PIB, los nórdicos tienen efectivamente Estados grandes. Pero lo que se omite a menudo es que también encabezan la clasificación de libertad económica, y eso es lo que explica su prosperidad. El profesor Carlos Rodríguez Braun lo dice siempre: en Dinamarca y Suecia te quitan un porcentaje sustancial de tu riqueza, pero tienes la garantía de que el resto te lo van a respetar y cuentas con un margen muy amplio para desarrollar negocios. Esa seguridad jurídica y esa facilidad para emprender son el origen de su riqueza. Y luego cuentan con una Administración muy eficaz, porque la provisión de servicios públicos está privatizada y los diferentes colegios y hospitales compiten entre sí para ganarse el favor de los ciudadanos.
«El socialismo, sencillamente, mata. Siempre y en todo lugar»
P.- Una observación de tu libro que comparto plenamente es que fascismo, nazismo, falangismo y comunismo son primos hermanos.
R.- Son las dos caras de una misma moneda. Me resulta especialmente llamativo ver cómo algunos, especialmente desde el ámbito marxista, niegan que los nazis fueran socialistas. ¡Hombre! Nazi es una abreviatura de Nacionalsocialista. Hitler era socialista, no hay más que leer Mein Kampf…
P.- Tampoco, ¿no?, qué necesidad…
R.- Es verdad, tampoco hace falta… Pero por desarrollar un poco el argumento, los jerarcas nazis alardeaban en sus discursos de que el auténtico socialismo era el suyo. Obviamente, era un socialismo con una vertiente racista, pero que compartía su esencia antiliberal con el comunismo.
Lo mismo podemos decir del falangismo, inspirado en el fascismo de [Benito] Mussolini, que inició su carrera política en el Partido Socialista Italiano [del que fue expulsado por defender la entrada en la Primera Guerra Mundial] y que siempre abogó por un Estado grande, no solo en términos de gasto e impuestos, sino de intervención.

Algunos marxistas argumentan que tanto en la Alemania nazi como en la Italia fascista siguieron operando empresas privadas, pero bajo un dominio férreo. No era necesario que el Estado se hiciera con el 100% del capital de BMW o de Bayer para que se plegaran a las consignas del Führer. Lo mismo ocurrió en España con la Falange y su apuesta por la autarquía, responsables de los terribles años de la posguerra y de que el país tardara tanto en recuperarse.
Por cierto, el justicialismo que fundó el general [Juan Domingo] Perón en Argentina también era de inspiración mussoliniana. El peronismo es, básicamente, la adaptación argentina del fascismo.
«El capitalismo, por el contrario, nos ha regalado años de vida, que además podemos disfrutar, porque llegamos a la jubilación en unas condiciones de salud cada vez mejores»
P.- Ya que has sacado a colación la España de la posguerra, fíjate que en 1959 coinciden dos hechos contrapuestos. En La Habana entra Fidel Castro, interviene un aparato productivo que había sido relativamente liberal hasta ese momento y hunde la isla en la pobreza. Aquí, por el contrario, se aprueba un plan de estabilización que liberaliza la economía y el resultado es espectacular.
R.- Tan espectacular que, cuando analizas las fases históricas del crecimiento y por más que moleste a muchos, te encuentras con que el período de mayor expansión se dio bajo el régimen de Franco, entre 1959 y 1974. Es lo que justamente se conoce como «el milagro español». Pasamos de ser un país pobre, fundamentalmente agrícola y con grandes carencias, a incorporarnos al Primer Mundo. En esos años se produce el despegue urbanístico y turístico, el desarrollo industrial y de las exportaciones. Y aunque la evolución favorable se mantuvo tras la llegada de la democracia, aquella década y media fue la más brillante de nuestra economía.
P.- Hay que decir, no obstante, que Franco introdujo aquellas reformas liberales sin mucha convicción.
R.- De ahí su famosa respuesta a los tecnócratas que le insistían en que el Plan de Estabilización era imprescindible para evitar la quiebra. «Hagan ustedes —les dijo— lo que tengan que hacer».
«Antes del siglo XIX, más del 80% de la población disponía de menos de dos dólares diarios. En la actualidad, ese porcentaje ha caído por debajo del 10%»
P.- A pesar de los recientes intentos por denigrar la Transición, tú defiendes que fue un proceso del que debemos sentirnos orgullosos.
R.- Muy orgullosos, no solo porque gracias a su espíritu de reconciliación cerró la herida de la Guerra Civil, sino porque trajo la democracia y nos integró en Europa, y lo hizo todo de una forma modélica: de la ley a la ley, con la participación de todas las fuerzas políticas. Es, sin duda, uno de los grandes éxitos de nuestra historia reciente.
P.- Tu libro ofrece un repaso amplio de la gestión de los distintos presidentes de la democracia. De Adolfo Suárez hablas poco, porque Socialismo, la ruina de España gira en torno a la economíay sabemos que Suárez se centró sobre todo en la reforma política. Pero con Felipe González sí te explayas y concluyes que «tuvo luces y sombras», pero que «el brillo de las primeras superó el oscurantismo de las segundas». Estás elogiando a un socialista…
R.- Hay que ver las cosas con perspectiva y, cuando se analiza su legado con calma, se aprecia que González impulsó políticas muy relevantes. Una de ellas fue la reconversión industrial, que supuso una liberalización auténtica y muy necesaria, porque España se había enriquecido, pero el Estado seguía teniendo un peso excesivo. González cogió las compañías públicas, cerró las que eran ruinosas y privatizó las demás.
«Si todo sigue así y no se produce una catástrofe, como un nuevo triunfo del comunismo que suma a medio mundo en la oscuridad, este siglo asistirá al fin de la pobreza»
P.- El equipo económico del primer Gobierno de González fue probablemente uno de los más liberales de la democracia.
R.- Sin duda, y esa línea se mantuvo, aunque acompasándola con el despliegue del mal llamado estado del bienestar (que muchas veces es más bien el bienestar del Estado), que consolidó y profundizó los avances que en ese terreno había hecho Franco. Todo ello supuso un aumento el gasto público y de la presión fiscal, pero su referente fue en todo momento una socialdemocracia europea razonable, que respeta la libertad de mercado. Otro de sus grandes logros fue la renuncia a las trasnochadas tesis marxistas [en el Congreso Extraordinario del PSOE de 1979].
«El socialista te dice: “Tranquilo, si te va mal, yo te ayudo”. ¿Quién podría rechazar un producto semejante? Nadie, salvo los que lo han probado. En Cuba todos son anticomunistas»
P.- Los mayores elogios los reservas para José María Aznar, de todos modos.
R.- Creo que ha sido el mejor presidente de la democracia, por muchas razones. Si en el haber de González están la reconversión industrial, el ingreso en la Comunidad Económica Europea y el abandono del marxismo, Aznar no solo mantuvo esa senda, sino que la intensificó con la entrada en el euro.
Esto fue algo crucial, porque si España, que atraviesa hoy una situación preocupante desde todos los puntos de vista, no se ha convertido en Argentina es precisamente porque la emisión de moneda no depende de nuestros irresponsables políticos, sino del Banco Central Europeo. Y yo soy muy crítico con el BCE, pero tiene la ventaja de que además de palomas [consejeros partidarios de impulsar la actividad bajando los tipos], hay halcones [defensores de la ortodoxia contable] que actúan de contrapeso. Eso es lo que nos ha salvado, y se lo debemos a Aznar.
También completó Aznar la reconversión industrial iniciada por González, privatizando grandes empresas supuestamente estratégicas; liberalizó los servicios, y redujo el peso del Estado, tanto por el lado del gasto como por el de los ingresos, mediante rebajas fiscales. Aunque todo ello no se le ha reconocido como debiera, es lo que permitió que bajo sus gobiernos continuáramos creciendo a muy buen ritmo.
«La libertad económica reduce la corrupción, y es lógico: cuanto menor es la intervención del Estado, menores son las oportunidades que tienen los políticos de robar»
P.- El que no te gusta nada es [José Luis Rodríguez] Zapatero.
R.- El año de 2004 supone un claro punto de inflexión a peor. Para empezar, el modo en que ganó Zapatero las elecciones fue muy revelador. Yo creo mucho en el karma, creo que lo que mal empieza, mal acaba, y su presidencia no pudo tener un arranque peor. Fue aupado a la Moncloa tras el 11-M, el mayor atentado que hemos sufrido.
«Cuando analizas las fases históricas del crecimiento y por más que moleste a muchos, te encuentras con que el período de mayor expansión se dio bajo el régimen de Franco»
P.- En tu libro le dedicas varios reproches, pero también un sentido elogio. Vamos primero con los reproches.
R.- Zapatero se estrenó retirando las tropas españolas de Irak, pero no fue su primer insulto a Estados Unidos. Durante el desfile de la Hispanidad de 2003 había permanecido sentado al paso de la bandera estadounidense [en protesta por la invasión de Irak]. Todo ello tensionó enormemente una alianza histórica con la primera potencia mundial que España mantenía desde tiempos de Franco y que habían cultivado Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar.
En el terreno de la seguridad jurídica, aprobó una Ley contra la Violencia de Género y, sobre todo, una Ley para la Igualdad [Efectiva de Mujeres y Hombres], que son en realidad unas leyes para la desigualdad, porque establecen medidas discriminatorias y penas diferentes para el mismo delito, según que el agresor sea varón o mujer.
Finalmente, y por cerrar este capítulo cultural, si la Transición había restañado las heridas de la Guerra Civil, Zapatero las reabrió de par en par con su Ley de la Memoria Histórica.
«Todos deberíamos sentirnos muy orgullosos de la Transición, es sin duda uno de los grandes éxitos de nuestra historia reciente»
P.- Yo tengo una teoría, y es que Zapatero impulsó todas estas medidas para desmarcarse de la derecha, porque en economía [su vicepresidente] Pedro Solbes le dijo que había que mantener la línea de los Gobiernos precedentes.
R.- Solbes procedía de la época de González [del que había sido ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación] y, dentro de un Gobierno tremendamente nefasto, cumplía una tarea de bombero, dedicándose a apagar fuegos y a decir: «Presidente, por aquí no» o «Presidente, eso no se puede hacer». El propio Solbes lo reconocería años después. [Incluso declararía que fue un error repetir en la segunda legislatura de Zapatero]. Le tocó lidiar con las sacudidas iniciales de la crisis [de 2008], pero una vez que hubo estallado y viendo que no lo tenían en cuenta, salió del Gobierno. Durante su última etapa como vicepresidente su única obsesión era irse.
P.- No es una buena señal que tu ministro de Economía quiera irse…
R.- Solbes había ejercido un poco de muro de contención, pero Zapatero estaba obsesionado con gastar y gastar. Pudo hacerlo gracias a la burbuja inmobiliaria. Recaudaba tanto dinero que incluso se permitió declarar que las rebajas fiscales eran de izquierdas.
«Felipe González tuvo luces y sombras, pero el brillo de las primeras superó el oscurantismo de las segundas»
P.- Pedro Sánchez también recauda mucho, pero sigue subiéndonos los impuestos.
R.- [Riéndose]Sí, sigue subiéndonoslos… Pero yo creo que Zapatero tenía que hacer todavía menos, gracias a aquella tremenda burbuja inmobiliaria. Por desgracia, no duró y cuando estalló, como ocurre cuando el mar se retira tras un temporal, se vieron los cadáveres. Ahí Zapatero, ya con Solbes fuera y de la mano de Elena Salgado, puso en marcha uno de los mayores impulsos keynesianos de todo el mundo rico. El famoso Plan E y sus absurdos proyectos [pistas de skate, boleras, huertos urbanos] fueron solo la punta del iceberg. Se engordó el empleo público, se aumentó el volumen de prestaciones y, en general, se disparó el gasto del Estado en el peor momento posible. Al mismo tiempo, no se hizo nada para sanear los bancos y las grandes inmobiliarias. Se barrió simplemente la porquería debajo de la alfombra.
«González impulsó políticas muy relevantes y amplió el estado de bienestar, pero su referente fue siempre una socialdemocracia europea razonable, que respeta el mercado»
P.- Fueron los tiempos de las fusiones frías [un mecanismo de consolidación de entidades en el que se obligaba a las cajas más sólidas a juntarse con las más débiles. La idea era que las primeras salvaran a las segundas, pero lo que pasó fue que las segundas hundieron a las primeras].
R.- Exacto, se promovieron las fusiones frías y otros cambios legislativos que evitaban que determinadas promotoras, las más grandes, suspendieran pagos y arrastraran detrás al sistema financiero… Fue todo un desastre y la explicación radica en la propia ideología de Zapatero, que es un radical que nada tiene que ver con la socialdemocracia europea. Se siente mucho más próximo al populismo, es el gran amigo de Venezuela y de la dictadura comunista china.
«José María Aznar fue el mejor presidente de la democracia. Si España no se ha convertido en Argentina es porque nos metió en el euro»
P.- Ya he dicho que en el libro también elogias un momento de Zapatero: cuando tuvo que elegir entre salvar España o su futuro, optó por el suicidio.
R.- Sucedió el 10 de mayo de 2010. Zapatero hizo lo que muchos personajes públicos no están dispuestos a hacer. Tras la quiebra de Lehman Brothers y el estallido de la crisis financiera internacional, se dispararon los gastos [en subsidios de paro y similares] y se hundieron los ingresos [por la caída de la recaudación]. Nos encontramos con un déficit colosal, de casi el 10%, y la deuda pública [que en el primer trimestre de 2008 era del 35%] se había puesto en el 60%. En vista de estos problemas, los inversores nos habían dado la espalda y la prima de riesgo [la diferencia entre el bono español y el alemán] superaba los 160 puntos.
«Zapatero fue funesto en lo cultural, reabrió de par en par las heridas de la Guerra Civil con su Ley de la Memoria Histórica»
P.- El problema es que se podía dejar caer a Grecia, pero España era demasiado grande.
R.- Zapatero empezó a recibir llamadas no ya de bancos y fondos, sino de grandes líderes, empezando por [Barack] Obama y siguiendo por todos los de la UE. Existía una enorme preocupación, todo el proyecto del euro estaba en el aire y lo instaban a que lanzara una señal inequívoca de que estaba dispuesto a llegar a donde hiciera falta para sanear la economía.

Zapatero se dio cuenta de que las medidas que le reclamaban le costarían su carrera, pero antepuso los intereses del país. Se subió a la tribuna del Congreso y, con una expresión totalmente desencajada, como puede apreciarse en las grabaciones de la época, anunció lo que nunca antes había anunciado ningún presidente del Gobierno: la congelación de las pensiones y la reducción del sueldo a los funcionarios, entre otras medidas. Así fue como consiguió calmar las aguas.
«Zapatero es un radical que nada tiene que ver con la socialdemocracia europea. Se siente mucho más próximo al populismo, es el gran amigo de Venezuela y China»
P.- Aquel día estaba visitando la redacción de Actualidad Económica Luis de Guindos, el futuro ministro de Economía del PP. Vimos juntos parte del discurso de Zapatero y recuerdo que asintió admirativamente. «Está anunciando —me dijo— recortes importantes». Pero funcionaron temporalmente, porque Mariano Rajoy no sería tan abnegado como Zapatero.
R.- Al contrario. Rajoy disfrutaba de mayoría absoluta en el Congreso y el Senado y de un control territorial inmenso [11 de las 17 autonomías eran del PP]. Nunca nadie había acumulado tanto poder, con la excepción quizás del primer Gobierno de González. ¿Y qué hizo con él? Esa es la tragedia de España y por eso lo llamo el gran traidor: no hizo nada. De todos sus ministros, únicamente Fátima Báñez, la de Empleo y Seguridad Social, hizo algo de mérito: una reforma laboral, positiva aunque insuficiente, y una reforma de las pensiones que se aplicó parcialmente.
«Mariano Rajoy acumuló más poder que nadie tras las alecciones de 2011. ¿Y qué hizo con él? Nada»
P.- En lugar de alterar el rumbo socialdemócrata, Rajoy profundizó en él.
R.- La memoria es débil y hemos olvidado que, en su segundo Consejo de Ministros, aprobó la mayor subida del IRPF de la historia. Al frente de la caja había colocado a Cristóbal Montoro, sin duda el peor ministro de Hacienda que ha tenido España y responsable, en mi opinión, de que posteriormente perdiera el PP, porque el aumento de la tributación supuso un auténtico mazazo, sobre todo para los propios votantes del PP, que lo consideraron una traición.
Y si en lo económico Rajoy fue malo, en lo político logró lo que ni González ni Zapatero habían conseguido: dividir a la derecha cuando en aquel Congreso de Valencia declaró: «Si alguien quiere irse al partido liberal o al conservador, que se vaya». Y vaya si se fueron, muchos a VOX.
Fue, en suma, un desastre sin paliativos. A diferencia de Zapatero —y esto lo destaco en el libro—, que llegado el momento tuvo la grandeza de hacerse el harakiri, Rajoy plantó cara a los hombres de negro [los representantes del Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el BCE encargados de supervisar la economía española]. Estos le exigían medidas drásticas, similares a las adoptadas por Portugal y que los propios portugueses reconocen hoy que eran lo que el país necesitaba. ¿Y qué hizo Rajoy? Les lanzó un órdago. Les dijo que ya estaba bien de ajustes y que si no le daban el dinero que necesitaba, ellos verían…
«Zapatero tuvo la grandeza de hacerse el harakiri, pero Rajoy plantó cara a los hombres de negro. Los dijo que ya estaba bien de ajustes y que si no le daban el dinero, ellos verían»
P.- Antepuso su propia supervivencia a la unión monetaria.
R.- Exacto, amenazó a Europa con cargarse el euro. Esa jugada no le había salido al presidente griego, el podemita [Alexis] Tsipras, porque le habían respondido: «Vale, vete, no pasa nada». Pero la salida de España habría provocado una crisis colosal. ¿Qué hizo finalmente la UE? La famosa frase del entonces gobernador Mario Draghi…
P.- El whatever it takes.
R.- «El BCE está listo para hacer lo que sea necesario para garantizar el euro. Y, créanme, será suficiente». Aquello acabó con el nerviosismo de los mercados y recondujo la prima de riesgo, pero la cuestión es que Rajoy se jugó, literalmente, nuestro bienestar para evitar su desgaste electoral mediante la aplicación de recortes impopulares. Por todo ello digo que su presidencia fue un desastre sin paliativos.
P.- Ya nos quedan cinco minutos, así que elige bien tus dardos.
R.- Me lo pones complicado…
P.- Dices de Pedro Sánchez que es la continuación de Zapatero, pero en su peor versión. ¿A qué te refieres?
R.- Zapatero fue funesto, pero llegada la hora de la verdad, demostró un arresto de dignidad. Pedro Sánchez carece de eso por completo. Es un ególatra, un inmoral, un indecente, un narcisista. A Pedro Sánchez solo le preocupa Pedro Sánchez, y eso ha sometido la democracia a una prueba de fuego. Los padres de la Constitución diseñaron un sistema de contrapesos pensando en dirigentes normales, pero no contemplaron la posibilidad de que llegara a gobernar alguien como Pedro Sánchez.
P.- ¿En qué consiste esa prueba de fuego?
R.- España sobrevivió a un primer intento de golpe de Estado [el 23 de febrero de 1981]. Las instituciones plantaron cara a los militares sublevados, empezando por Juan Carlos I. También se pudo frustrar un segundo asalto, el referéndum separatista de 2017, y no gracias por cierto a Rajoy, que una vez más no hizo nada. Quiénes actuaron fueron Felipe VI y los jueces.
Pero el asalto actual es el más peligroso de todos, porque no procede del exterior. No es un teniente coronel de la Guardia Civil que toma el Congreso al frente de un grupo de exaltados pegando tiros contra los plafones y las cornisas. Tampoco estamos ante unos lunáticos que distribuyen urnas para separarse de España, a sabiendas de que eso carece de toda validez.
Estamos ante un presidente de Gobierno que controla todos los resortes del Ejecutivo y ha ido colonizando el resto de los poderes, que acosa sin recato a los jueces y periodistas independientes, que no tardará en atacar a la monarquía y que está, en suma, dispuesto a todo con tal de mantenerse en la Moncloa.
El punto de inflexión de este proceso fue la ley de amnistía. Ahí se acabó en España el estado de derecho. Una vez que el Gobierno la aprobó, el imperio de la ley saltó en pedazos. Ya no hay límites, se ha cruzado el Rubicón y solo se puede seguir adelante, como por desgracia estamos viendo día tras día.
«Los países nórdicos tienen Estados grandes, pero también mucha libertad económica, y eso es lo que explica su prosperidad»
P.- A pesar de todo eso tan grave que cuentas, la economía crece muchísimo…
R.- [Después de reírse].Efectivamente, el PIB aumenta, pero de forma insostenible y como consecuencia de tres factores principales: un gasto público disparado, una demografía desbocada (casi tres millones de personas se han incorporado al censo desde 2014) y el lógico rebote tras la recesión experimentada durante la pandemia, que fue del 10%, una de las más profundas del mundo desarrollado.
Dicho esto, cuando cogemos el PIB per cápita, lo que se aprecia es que en términos reales apenas ha avanzado [el 0,1% desde 2019 y el 4% desde 2007]. En desempleo, seguimos a la cabeza de Europa. Finalmente, una vez que se contabiliza el efecto de la inflación y de las subidas de impuestos, los españoles han perdido capacidad adquisitiva [el 20% desde 2020].
En resumidas cuentas, España atraviesa una situación de estancamiento en lo económico y de abierto declive en lo institucional. Esto último es lo más grave. En España se están socavando la propiedad privada y la seguridad jurídica y, muy importante, se denigra con nombres y apellidos a los empresarios. Estamos sembrando las semillas de nuestra futura pobreza.
«Los escandinavos cuentan con una Administración eficaz, donde la provisión de servicios está privatizada y los colegios y hospitales compiten entre sí para ganarse el favor de los ciudadanos»
P.- Vaya un final sombrío que te ha quedado…
R.- En el libro concluyo con una nota de optimismo.
P.- Ponla aquí también…
R.- Lo que digo es que de todo se sale, incluso del socialismo. Otros países lo han logrado y España, en particular, ha superado desafíos muy importantes. Hombre, a corto plazo pintan bastos, porque tenemos Pedro Sánchez hasta 2027, pero en el medio plazo vamos a notar el impulso en el bienestar de la revolución tecnológica y la inteligencia artificial.
También percibo un cambio igualmente halagüeño en la política. Aunque los grandes defensores de la libertad desaparecieron hace tiempo (Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron los últimos), Javier Milei está protagonizando en Argentina una revolución de la que espero grandes cosas.
P.- ¿Y Donald Trump?
R.- Estados Unidos ha demostrado a lo largo de la historia una gran fortaleza institucional. Puedes incluso poner a un desequilibrado al frente de la Casa Blanca, que lo soporta. Por desgracia, no podemos decir lo mismo de España. Habrá que ver si nuestra democracia aguanta el asalto de Pedro Sánchez.