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En el foco

'Apamplaos': así nos dejan las explicaciones de Sánchez

«Siempre me he preguntado si merece la pena enrocarse, perder amistades y sentir la dura soledad del poder»

‘Apamplaos’: así nos dejan las explicaciones de Sánchez

En el foco. | Ilustración de Alejandra Svriz

A los españoles se nos ha puesto cara de tonto y de pasmo con el último giro de tuerca que ha dado el escándalo de corrupción. Estamos apamplaos con las explicaciones que ha dado Pedro Sánchez tras la detención del hasta ahora secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán. Él anunciará hoy una gran «sacudida» en la reunión extraordinaria del Comité Federal, caerán fieles del entorno de Cerdán, encalará paredes con reformas y promesas de regeneración interna, según adelantaba esta semana El País, la voz mediática más próxima al Gobierno. Y seguramente todo concluirá con aplausos cerrados y apoyo inquebrantable al líder supremo, a ese político que de la nada dio el salto al poder en 2014 y que intenta seguir en él casi como si fuera una obsesión y dejando en segundo plano si su conducta es buena para el país.

Confieso que la primera vez que escuché el vocablo apamplao fue a María Jesús Montero cuando Jordi Évole le preguntó qué opinión le merecían las presuntas mordidas del exministro y ex secretario de organización, José Luis Ábalos, y de su lugarteniente, el gigantón Koldo García. «Me quedé apamplá», confesó con ese fuerte acento andaluz que le caracteriza. Montero, médica de profesión aunque nunca ha ejercido, ha tenido una carrera meteórica en la política, primero en la autonómica, como consejera de Sanidad y luego de Economía y más tarde en la nacional. Sánchez la nombró ministra de Hacienda y portavoz cuando llega al poder en 2018 y allí sigue. Más tarde la encumbró a vicepresidenta primera cuando Nadia Calviño se fue a Europa, vicesecretaria general del PSOE, líder socialista en Andalucía y candidata a las elecciones andaluzas del año próximo. Las posibilidades de derrotar al actual presidente regional, Juan Manuel Moreno Bonilla, son bastante escasas a fecha de hoy.

Es más papista que el Papa, más sanchista que Sánchez y la reina de los halagos y adulaciones al gran líder en competencia con otro de los vasallos como el ministro de Justicia, Félix Bolaños. Debe tener fatiga y dolor de palmas y dedos de tanto aplaudir a Sánchez en el hemiciclo. Son evidentes sus cabeceos de asentimiento y a veces se le escucha un «muy bien, presidente, así se habla». A lo que él se pavonea aún sabiendo que esta admiración puede trocarse en crítica en un minuto. En política no se hacen amigos, sino servidores. Y más cuando uno ocupa la jefatura. Que se lo digan si no a Sánchez, que hasta esta semana seguía considerando amigos a Ábalos y Cerdán.

Pero en medio de su apamplamiento, Montero intuye perfectamente que cuando lo considere oportuno el jefe del Gobierno liberará lastre y la destinará a Andalucía en una batalla en principio perdida con Moreno Bonilla. Y ahí se terminará la adulación al líder supremo y decidirá ingresar en una clínica de cirugía plástica para que le solucionen el achicharramiento de sendas manos quemadas por atreverse a asegurar que tanto por Ábalos como por Santos Cerdán, pondría la mano en el fuego. Cerdán sucedió a Ábalos en la secretaría de organización del PSOE en 2021. Ellos dos junto a Koldo García están acusados de formar parte de una trama criminal de mordidas a empresas constructoras en la licitación irregular de obra pública.

La mano en el fuego por Ábalos o por Cerdán la han puesto también el propio Sánchez, además de Montero, y ministros como Bolaños y Albares y hasta el mismísimo expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien en un mitin no tuvo empacho en llamar al supuesto cabecilla de la trama «Súper Santos». El caso de Zapatero es muy singular y su personalidad sería carne de cañón para cualquier psicoanalista, incluso si no es argentino. Cuando llegó al poder tras el atentado islamista de 2004 confesó en una entrevista a El País que le dijo a su esposa: «Si yo he llegado a la presidencia, cualquier español puede hacerlo». Su partido lo orilló cuando tuvo que plagarse a las duras exigencias del FMI y del Banco Central Europeo en la crisis de 2009. El PP de Rajoy ganó las elecciones mientras que él, con discreta formación académica y más que discutible capacidad de análisis de la política internacional, se apartó de lo nacional y comenzó a ganar amigos fuera de España y a identificarse con regímenes como el venezolano o convertirse en supuesto experto de China. ZP, sin conocimiento de idiomas, es hoy más que ideólogo, un astuto comisionista. Se define como mediador y tiene un alto concepto de sí mismo. Pasó de ser el bambi asustado a explicarnos con condescendencia el poderío chino o la conveniencia de la amnistía. Él es el padre intelectual de Sánchez y del sanchismo, a quien éste envía últimamente a Waterloo o Ginebra para continuar pactando con el fugado Carles Puigdemont, toda vez que Cerdán ha dejado de hacerlo tras su detención. No hay pruebas todavía que lo avalen, pero podría estar implicado en otra trama corrupta, bastante más grave, la de hidrocarburos consistente en la importación de petróleo venezolano vía República Dominicana. 

Sánchez nos explica con rictus apagado que una vez declarado el cáncer del trío tóxico es tiempo de actuar por parte de la justicia. Lo cual es una evidencia. Pero más allá de la promesa de regenerar el partido a partir de esta misma mañana o de pedir perdón, continúa sin asumir ninguna responsabilidad política por haber escogido para el cargo tan importante de organización a dos presuntos corruptos. Un largo centenar de políticos socialistas e intelectuales de izquierda han suscrito un comunicado en el que sostienen que no basta con pedir perdón, que ha llegado la hora de convocar elecciones anticipadas y que el PSOE presente otro candidato. Sánchez no tiene reparo en afirmar que se siente fuerte para llegar hasta el final de la legislatura en 2027 y continuar más allá. Y por supuesto sus palmeros aseguran que hay Sánchez para rato. También Richard Nixon, su familia y sus más estrechos colaboradores sostenían que jamás abandonaría la Casa Blanca. Los acontecimientos a veces van mucho más rápido que los deseos.

Más que el comunicado de ilustres socialistas, al jefe del Gobierno le ha debido sentar como una patada en la boca el artículo que publicó esta semana en El País Javier Cercas, un escritor que se declara de izquierda, y que en línea con ese manifiesto de veteranos socialistas sostiene que Sánchez ya no es creíble y debe dejar el poder. Cuanto más se aferre al cargo más daño producirá en la organización interna del PSOE y más perjudicará a los intereses del país, opina Cercas. Algo se mueve en el seno del Grupo Prisa con el relevo en la dirección del País tras la caída en el Consejo de Administración de los miembros más afines al sanchismo.

Pero esa es otra historia. Sánchez es hoy un político débil y herido en su orgullo. Resiste presidente, le dicen sus fieles colaboradores, los mismos que en un instante cambiarán de parecer y lo criticarán por haberse aferrado en Moncloa. ¿Tú también Bruto? Sí, yo también César.

Siempre me he preguntado si merece la pena enrocarse, perder amistades y sentir la dura soledad del poder. No es que el político sea de otra pasta que el resto de los humanos, sino que en alguna ocasión entra en una patología de delirio alentada por sus asesores más íntimos. Y a partir de allí sus razonamientos abandonan la coherencia. O al menos, no son coherentes con las necesidades de sus congéneres. Lo importante para ellos es considerarse incomprendidos, ser víctimas injustamente de otros que quieren sobre todo hacerle daño. Sánchez se ha considerado víctima del radicalismo de la oposición de los populares, luego de la fachosfera y de los pseudomedios y ahora de Ábalos y Cerdán. Habrá que ir preparando el Peugeot para otra travesía en el desierto, pero naturalmente con otros compañeros. 

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