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La cuadratura del círculo sanchista

Las reformas legislativas previstas por Sánchez para reforzar su poder ponen en riesgo el apoyo de los separatistas

La cuadratura del círculo sanchista

Alejandra Svriz

En España, más que un presidente del Gobierno, tenemos una fiera acorralada, acosada de manera inexorable en varios frentes, pero decidida a defenderse a zarpazos en lugar de comportarse como un político demócrata y civilizado. Ante la tremenda encrucijada en que él mismo se ha colocado, ante las crecientes evidencias de lo irregular (por emplear una expresión muy comedida) de su situación, un político demócrata hubiera ya convocado elecciones generales para que el pueblo español decidiera sobre su futuro (el de España y el del Gobierno).

En realidad, un verdadero demócrata nunca se hubiera tendido a sí mismo la trampa que él se tendió hace dos años, llevado por la más descarnada y ciega ansia de poder; porque al mostrarse dispuesto a entregarse atado de pies y manos a los separatistas con tal de seguir en La Moncloa, es decir, al entregar a los separatistas todo el poder político, traicionándose a sí mismo y, lo que es mucho más grave, traicionando al pueblo español, para lograr los votos necesarios para ser investido sin haber ganado las elecciones, renegando vilmente de las promesas que hizo durante la campaña, y arrogándose una confianza que los votantes, en realidad, no habían depositado en él, estaba humillando a los electores, tergiversando los principios de la democracia y demostrando palpablemente que sus únicas guías son la egolatría absoluta y la autocracia a toda costa. Hace dos años quedó ya muy claro que algo no funcionaba en nuestro sistema político cuando éste permitía una maniobra tan rastrera y desvergonzada como la que hizo posible aquella investidura del perdedor en noviembre de 2023. Lo que ha venido sucediendo desde entonces no ha hecho sino confirmar los tristes augurios de aquel lamentable 18 Brumario.

Programas, gobernación, bien común, todo ha saltado por los aires. Si ya fue desastrosa la ejecutoria del primer período sanchista, razón por la cual el electorado le rechazó por dos veces en 2023, la de estos dos últimos años pasará a los anales del desgobierno y la ignominia. Al ponerse el presidente, sin posible disimulo, a las órdenes de un prófugo de la justicia española, afincado, por supuesto, en el extranjero, todas sus lacras institucionales y personales, incluso algunas que no eran muy conocidas, han quedado al descubierto. Se ha visto el Gobierno compelido a invadir las instituciones cercanas al poder, las públicas y las privadas, para buscar asideros que le permitan compensar su impotencia y, sobre todo, que le permitan cumplir las exigencias de los separatistas, las más sustanciales de las cuales, como la amnistía, le obligaban a violar la Constitución, algo que el triunfo de su prevaricandidatura en el llamado Tribunal Constitucional (con la estúpida connivencia de una oposición desnortada) le permite hacer a mansalva.

Pero, aun así, su situación es desesperada. Le ocurre un poco lo que a la mosca atrapada en la tela de araña: cuanto más se debate por liberarse, más se enreda en ella. Esto le ha ocurrido con sus intentos de distraer la atención de los problemas judiciales de su familia hacia la de los allegados de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Para lograrlo ha forzado a sus subordinados (cosa que un fiscal general no debe ser, pero que éste es) a cometer lo que probablemente sean delitos serios, logrando un nuevo récord de oprobio al ser dicho fiscal imputado judicialmente (escándalo sin precedentes) y negarse éste a dimitir.          

Si sólo fueran los problemas de su familia… Se ha descubierto además que la corrupción más burda y escandalosa ha aflorado entre sus más cercanos colaboradores del partido y del Gobierno, y que forma una tupida madeja que se demuestra mayor cuanto más se tira del hilo. El Gobierno y sus secuaces, bajo la batuta del triministro de Justicia y otras hierbas, han emprendido ya descaradamente una guerra sin cuartel contra los jueces y el sistema judicial español, que era muy eficaz y muy justo cuando perseguía el delito en el Partido Popular, e incluso en la familia real, pero que cuando investiga al Gobierno y la familia sanchista se convierte en franquista y toga nostra. Verosímil mutación, ¿no?

«La fiera acorralada prepara en la recámara legislación confeccionada con descaro en el interés exclusivo del Gobierno»

Para colofón, en sus forcejeos dialécticos con la oposición, el presidente ha olvidado el sabio adagio español: «El que tiene el techo de cristal no debe andar tirando piedras»… Y tantas piedras han lanzado a diestro y siniestro presidente y colaboradores que ya sus víctimas han terminado por cansarse y con una sola piedra parlamentaria le han dejado el techo a la intemperie: no es ya que sus íntimos colaboradores frecuentasen el sexo mercenario a expensas públicas y hablasen de ello con soez descaro; es que cuando él, con gesto olímpico, significaba que eso no sólo no iba con él, sino que sancionaría a todos aquellos de su partido que frecuentasen meretrices, se le ha recordado en sede parlamentaria que sus campañas electorales se habían financiado generosamente con fondos de origen prostibulario por miembros de su familia política.

La situación no es airosa. Pero la fiera acorralada lanza zarpazos en todas direcciones y prepara en la recámara legislación confeccionada con descaro a la medida y en el interés exclusivo del propio Gobierno que, si se llegara a aprobar en las Cortes, le convertiría en una dictadura de hecho. El modelo de estas normas se remonta a las «leyes habilitantes». De Adolf Hitler, por las que el Parlamento alemán transfirió todos los poderes públicos al Gobierno nazi y de hecho a la propia persona del Führer. Este ejemplo ha sido seguido por la dictadura venezolana de Chávez y Maduro y por muchos otros regímenes autocráticos, de izquierda o de derecha; da exactamente igual. Parece inverosímil que esto pueda hacerse en un país miembro de la Unión Europea, pero a Viktor Orbán en Hungría se le ha tolerado mucho, y lo mismo ocurrió en la Polonia de los hermanos Kaczynski, que se libró por los pelos de la autocracia en las elecciones de 2023 y aún está en la cuerda floja tras las de 2025.

Las leyes habilitantes sanchistas son, al menos, dos: la primera, la llamada ley Bolaños, que transferiría la investigación judicial de los jueces a los fiscales. «¿Y de quién depende la Fiscalía? Pues ya está». Sabemos cuánto depende del Gobierno: en España, sobre todo en la de Sánchez, la fiscalía es su chica para todo. El Gobierno se libraría de la judicatura independiente y se le levantaría la veda penal, como se le ha levantado la veda constitucional con el triunfo de la prevaricandidatura. Continuaría así la corrupción a manos llenas, sin jueces molestos.

La segunda ley habilitante sería una ley electoral que garantizaría la victoria del Partido Socialista y sus adláteres mediante una modificación de las circunscripciones. Y así se acabarían las presentes angustias: el Partido Socialista, ganando todas las elecciones, quedaría en el poder in aeternum, infligiendo su famosa política progresista a costa del presupuesto y del contribuyente, y avanzando la ruina de sus súbditos, y la fortuna de los socialistas, como es natural.

«¿Les vale la pena a los separatistas a apoyar las leyes habilitantes de Sánchez, que no es famoso por cumplir sus promesas?»

Pero, siempre hay un pero. ¿Tendrá votos suficientes en las Cortes? Si no ha podido aprobar los presupuestos, ¿cómo conseguirá que le voten las leyes habilitantes? Bueno, si consiguió los votos de los separatistas para la investidura a cambio de toda clase de concesiones, ¿qué concesiones no hará hoy para lograr que le voten estas leyes? Hará lo que sea, hasta permitirles un referéndum de independencia camuflado. Y darles más dinero, no faltaría más. Eso no se les puede regatear. Y la oposición y el electorado ya pueden montar la pataleta, que de poco les va a servir.

Pero hay otro problema, rayos: los separatistas quieren un Gobierno español muy débil, que ellos puedan manejar a su antojo, como hasta ahora. Con la ley Bolaños y la ley Electoral, el Gobierno saldría enormemente fortalecido, tanto, que ya no necesitaría más los votos de ellos. ¿Les vale la pena a los separatistas a apoyar ahora las leyes habilitantes de Sánchez, que no es precisamente famoso por cumplir sus promesas? De momento, la ley Bolaños, que planeaban aprobar en julio, ha tenido que aplazarse por falta de apoyos.

Afortunadamente, no es fácil la cuadratura del círculo sanchista.

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