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Acoso y derribo de un socialista decente

«Lambán se batió el cobre sin desmayo trabajando indeclinablemente por la igualdad»

Acoso y derribo de un socialista decente

Javier Lambán.

Tenía razón Jardiel Poncela cuando sentenciaba que «en este país sólo salen a hombros los toreros y los muertos». Siento recoger esta referencia con ocasión de la muerte, muy prevista, de Javier Lambán, ex-presidente del Gobierno de Aragón, entre otras grandes bagatelas públicas. A pocas personas les puede cuajar en su fallecimiento una greguería de este tamaño. Así, Lambán, ha dejado vacante el trono de la decencia socialista después de soportar mucho tiempo un acoso y derribo indescriptibles. Sólo un maño de las Siete Villas, aguerrido y profesoral, ha podido eludir la constante enemiga de sus propios adosados, que nunca auténticos compañeros. Ahora, ya colocado en la posteridad, los más brutales arietes en la descalificación a su persona se han agolpado cercando a su cadáver en un ejercicio descomunal de hipocresía. Aún a rastras de su propia biología, Lambán ha competido con un preboste, Sánchez, que no reconoce otra virtud que una lealtad gatuna y babosa.

  El jefe del socialismo residual y agonizante le ha estado preparando meses y meses una encerrona que ni la más peligrosa de San Fermín. Para apearle de la Secretaría General del PSOE aragonés él y su furiosa conversa, Alegría, esa a la que se le ha olvidado siquiera sonreír, impidieron golpe a golpe y felonía a felonía, que Lambán pudiera dejar un Partido regionalista ampliamente español, compatible con la unidad del territorio. Al tiempo, Lambán se batió el cobre sin desmayo trabajando indeclinablemente por la igualdad, una característica que los sanchistas se atribuyen después de estar regalando día a día su antídoto a los segregacionistas vascos y catalanes, socios preferentes de la caterva de La Moncloa.

Ahora es tiempo de halagos y homenajes sin fin a un digno profesor de Historia que tenia por la verdad la misma ilusión que por el reconocimiento de los valores clásicos -dicen, no estoy muy seguro- de la socialdemocracia. Lambán se ha pasado años con la muerte pisándole los talones, pero con la fortaleza de los individuos que pretenden ser recordados por su suficiencia. La política directa le ha amargado el último tramo de su trayectoria vital, dedicada, en gran parte, a denunciar los atentados a todo el orden constitucional urdidos por el que un día fue su reconocido jefe. Ha luchado con el  cuerpo disminuido durante un quinquenio con un forajido que le ha ido corroyendo su moral y convicción  de aragonés de jota. Le han derrotado los tumores pero no han podido llevarse su legado. Decía un escritor del XX, Agustín de Foxá,  seguramente admirado por nuestro político muerto: “Si quieren darme un elogio, dénmelo por adelantado, la lápida no me va a dejar escuchar sus fingidos lamentos”. Tal para cual.

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