Junts: ni Presupuestos, ni menor jornada laboral
La traición de Sánchez no ha valido para nada

Salvador Illa y Carles Puigdemont. | Jasper Jacobs (Europa Press)
«Su Majestad el Rey Carlos ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos sobre el trono de España y de las Indias a Su Majestad el Emperador». Esta es la fórmula que aprobó el citado Rey para hacer soberano, no sólo de España, sino de una gran parte de América, a Napoleón Bonaparte, el generalísimo galo. Después, Fernando VII refrendó la traición. Se llamaron «las abdicaciones de Bayona».
En serio: no hay forma, en toda la historia posterior de nuestro país, de hallar un referente de felonía parecido al que en esta semana han ensayado Sánchez, su gregario Illa y Zapatero, un tipo al que siempre se le supuso acendrada indigencia intelectual, ahora compatible con su condición de vendepatrias.
En un solo día, el Gobierno de Sánchez perpetró las siguientes fechorías: una, en el Congreso de los Diputados logró que el día 11 se suspendieran las sesiones para que los independentistas catalanes celebraran su fiesta regional; dos, al tiempo, Illa se postraba ante Puigdemont en Bruselas aunque al final no se llevara nada en la buchaca; y tres, Sánchez se rindió antes los otros separatistas de Esquerra y perdonó a Cataluña más de 17.000 millones de euros.
Illa viajó con el compromiso de amnistía bajo el brazo, pero su interlocutor, que le odia, no le creyó. El trío de la bencina lo intentó, pero fue en vano. Los Presupuestos están literalmente en almoneda, en venta, pero la realidad de hoy es esta: Junts no los va a apoyar. Tampoco la reducción de jornada de la semana que viene. Sánchez no parió un ratón. Sabía lo que ordenaba, pero el roedor, muy cabrón él, se le revolvió y le atizó un mordisco. Tiene que estar echando las muelas en sus meriendas con Begoña.
El castillo se le ha derrumbado. La última semana de agosto, aún con el presidente en La Mareta, los consejeros políticos de nuestras embajadas más potentes recibieron la instrucción de estar in vigilando, atenta la compañía, porque del presidente o sus alrededores se iban a producir circunstancias trascendentes, vamos, de las que influyen en el devenir cercano de un país. Dado que para el 1 de septiembre Sánchez tenía preparada la doble comparecencia —supuesto Pacto de Estado sobre el Cambio Climático y entrevista de baño y masaje en su televisión, La 1, que dirige el converso (¿o mejor el asténico embustero José Pablo López?)—, los receptores de la admonición coincidieron casi unánimemente en que en uno de los dos escenarios el jefe Sánchez desgranaría algún anuncio.
Pero nada de eso: fiel a sus tácticas de confusión, el tipo extrajo su información de los dos episodios citados y sencillamente le dejó la primogenitura de la noticia catalana a su fiel escudero: el siniestro (cada vez se parece más a un vendedor de seguros de entierro) Salvador Illa. Compromiso fingido: reunión en el extranjero de Sánchez con el forajido Puigdemont. Todo se ha quedado en un «Veurem». Veremos. Ni siquiera buenas palabras y a continuar, unos y otros, en lo suyo: enredando.
Y ahora, ¿qué? ¿Qué prevemos como resultado de esa bochornosa reunión? El precedente es malo: hace unos días Zapatero, el correveidile del presidente, y Junts ya se vieron las caras para compulsar, como dice un estupendo observador, «cómo iba la cosa». Pactaron un acuerdo de mínimos y lo dejaron todo para la tarde del martes en Bruselas. Ahora, ad calendas graecas. Sí, es verdad: de una forma directa u oblicua, los complotados contra España, ambos, han negociado claramente los Presupuestos; no los suyos, sino los de la Nación entera.
Puigdemont se ha cerrado en banda: ha puesto sobre la mesa —ya se ha dicho— su doble exigencia, por un lado la «pela» y por otro su amnistía personal para que antes de fin de año él pueda estar degustando unos calçots con los suyos en Gerona sin que el juez Llarena, que tiene suspendida la orden de busca y captura, lo detenga. Illa le dio más largas que esperanzas. Vanas. El gregario se ha vuelto —diga lo que diga la propaganda— con las manos vacías. El sombrío Illa no le ha dado buenas noticias al patrón, el decrépito Sánchez (¡qué ojos saltones, agresivos los suyos, qué faz recompuesta en la tele oficial!). Un psicomorfólogo concluiría —es opinión de los especialistas— que en esos ojos se encierra toda una tendencia indiscutible a la psicopatía narcisista.
En todo caso, Junts tampoco puede apretar mucho porque, a juicio de nuestros informantes, le vendría como una patada en el bajo vientre la convocatoria anticipada de elecciones. «No puede estirar mucho más el chicle», transmiten al cronista muy sugestivamente. Si para noviembre, como se espera, el cómplice Conde-Pumpido apura sus últimos días institucionales en el Tribunal Supremo admitiendo los recursos del abogado etarra de Puigdemont, Boyé de apellido, quizá sería posible entonces que el expresidente de aquella Generalidad a la que quiso volar con una declaración de independencia pueda dulcificar su postura opositora. En este momento, lo decimos, nada de nada.
Sánchez, en el fondo, lo dice: le da igual, dos años más en La Moncloa. Con o sin Presupuestos, porque ya dejó declarado en la tele que él, como aquel histriónico Joe Rígoli: «Yo sigo». Él, asegura enfático, puede salir a la calle como cualquier otro ciudadano más. «Mucha gente me aplaude», se ufana y debe tener razón porque, si no: ¿cómo se explica que las encuestas todavía le deparen el 27 por ciento en intención de voto? Recojo aquí el análisis de un antiguo ministro: «Los incendios le han ido bien porque a Vox, sobre todo, le han ido que ni tan mal». «Nuestros padres, de consuno, nuestras bodas acordaron». Vox, de costalero de Sánchez. Literalmente.
La opinión pública, muy generalizada, ha sentenciado, sin embargo, que la entrevista de la televisión intervenida no le ha proporcionado al agónico líder un solo voto más. Ha buscado apoyos en el Reino Unido, pero allí le tienen desacreditado llamándole: «el socialista latinoamericano». No puede haber mayor desdén. Regreso al principio de la crónica: luego de su traición sin precedentes, a Fernando VII le pusieron de alias «El deseado», pero al final la Historia le sentenció como un traidor a la Patria. Sánchez le acompaña, está en el mismo podio.
P.D: La Dana estaba prevista para Cuenca
En el octubre trágico de la Dana, el presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, afirmó que las noticias que le habían llegado de fuentes técnicas eran que la Dana iba a dirigirse a la Serranía de Cuenca. Se le echaron a la carótida, amparados además por las manifestaciones del jefe de Climatología de la Aemet en Valencia, José Ángel Núñez, que siempre negó esa posibilidad, incluso ante el Juzgado. Pues bien: ahora, el último informe de Emergencias aportado al Juzgado de la Dana contiene tres conversaciones, una de ellas protagonizada por el propio Núñez, en las que se dice textualmente: «Teníamos información, que es verdad que la evolución de los avisos de los fenómenos de las lluvias va a ir hacia Cuenca, conforme avancen las horas». Carlos Mazón dijo la verdad; otros, incluida la ministra Morant y la oposición comunista de Compromís, mintieron de forma descomunal.