El Rey no puede ser gregario de Sánchez en China
Un viaje para afirmar el futuro personal del aún presidente

Ilustración de Alejandra Svriz.
Si al final el muy afinado Camilo Villarino, jefe de la Casa del Rey, no lo impide, la intención de Sánchez y su cloaca monclovita es utilizar de forma villana al Rey para acrisolar su apuesta geoestratégica exterior, el que ya se llama con toda propiedad «giro asiático» del presidente. Lleva Su Majestad un año muy largo sin entronizar ningún viaje exterior de trascendencia, apenas, creo, una visita de escasa importancia a los Países Bajos. Hay que resaltar este dato porque contrasta sobremanera con la histérica afición del presidente por acudir incluso hasta allí donde no se le llama, o incluso allí donde ni siquiera es bien recibido.
Si alguna duda existe sobre el particular, tómense la molestia de preguntar a nuestros diplomáticos en el extranjero cómo están sufriendo en sus actividades una doble presión: por un lado, una alerta permanente para que expandan en sus ámbitos las virtudes políticas del jefe del Gobierno español; por otra, la de aconsejar sibilinamente a los medios informativos de países claves que cuiden la acritud de su crítica no vaya a ser que no reciban mayor publicidad institucional de nuestra nación. El turismo podría resultar muy perjudicado.
El Rey, ya se ve, está sometido desde la Presidencia a un ninguneo permanente hasta el punto de que esta actitud se concreta en la fiscalización o promoción de cada uno de los componentes de la Corona. Ya se sabe, por ejemplo, que los Reyes no pudieron acudir a los lugares hecatómbicos de los incendios, hasta que a Sánchez le dio la gana de visitar, él primero, de forma acotada y rodeada de una Seguridad desmedida, las provincias donde el fuego arrasó, como lo hizo, una enorme parte de su territorio.
Al Rey se le intenta manejar para sus presencias interiores y desde luego para las exteriores. Villarino, que resiste heroicamente, acumula una larga lista de prohibiciones o de promociones que le han sido transmitidas sin posibilidad de debate desde el Palacio de la Moncloa. Ahora, de aquí a final de año, a Sánchez le interesa utilizar la imagen impoluta del Monarca para afirmar, lo hemos escrito, su quiniela geoestratégica basada en el acercamiento a los regímenes dictatoriales y su lejanía de las democracias occidentales. Los primeros, Rusia, China, Corea del Sur, a medias India y desde luego los países comunistas de Iberoamérica, están siendo mimados con una intención que naturalmente Sánchez no va a reconocer: buscarse un acomodo profesional por si alguna vez -¡Dios lo quiera!- abandona el cargo que ahora okupa.
A este respecto, China es su principal objetivo. Téngase en cuenta que el lobby más próximo al socialismo, el que rige el exministro Pepiño Blanco, tiene como cliente principal, quizá el de mayor incidencia económica, la empresa multinacional china Huawei dedicada a las infraestructuras de telecomunicaciones y a la creación de dispositivos inteligentes. Sólo el Reino de Marruecos compite con los chinos en la preponderancia de favores y contrafavores.
Curiosamente -que se me disculpe la digresión- un altísimo dirigente de Acento hasta hace escaso tiempo, Antonio Hernando, es ahora mismo secretario de Estado de Telecomunicaciones, es decir, el negociado administrativo y político donde se concretan, vía adjudicaciones y concursos, los planes del Gobierno social-comunista en este ámbito. La incompatibilidad, la chirriante puerta giratoria, no puede ser más evidente.
Sánchez ata con lazos permanentes su relación con China, un Estado que contraviene de forma descomunal el respeto por los derechos humanos. Para lograr lo que ya hemos dicho: un futuro pingüe para cuando abandone -si es que la abandona- la Moncloa, maniobra con todos los instrumentos que le puedan favorecer. Ahora toca de nuevo la corona. Nadie sabe, salvo los implicados en el tema, cuál es el estado de preparación que tiene el presumible viaje del Rey en noviembre próximo a China.
Claro está que los muy recientes cambios en la Zarzuela no favorecen la medida transparencia que rezumaba Jordi Gutiérrez, hasta el 1 de septiembre, director de Comunicación de esa casa. Sí conocemos, porque por ejemplo los diplomáticos no dejan de advertirlo sotto voce, que la intención de Sánchez es inequívocamente colocar un bastión decisivo en su porvenir pos-España. Para este fin, bien que le vale la figura del Felipe VI, su enorme prestigio exterior. Seguro que el jefe Villarino está sopesando con enorme destreza si vale la pena que el Rey se someta a los designios personales del todavía su jefe de Gobierno.
En un momento clave en que en el mundo está dividido en dos bloques cada vez más dibujados: el de Estado Unidos, aun con Trump, todas las democracias europeas y algunos estados de este perfil básicamente en Asia y Oceanía, y el del trío del mal antedicho, Rusia, China y Corea del Norte, una estancia del Rey en el segundo de estos estados dista mucho (es lo que se afirma en círculos de la política comunitaria) de ser aconsejable, por más que esa visita pueda revestirse de importancia comercial evidente. Y todo esto en un instante en que se presume que uno de los aliados de Sánchez, la Rusia de Putin ha pasado definitivamente al ataque contra la OTAN; ya se ha ensañado con Polonia y no es extraño que en breve realice otro movimiento igualmente letal. Estados Unidos ya nos sitúa en el lado de los «malos», en un mundo, y no es exageración, que se encuentra en situación de «prevengan», casi de una preguerra. ¿Conviene en estas circunstancias un paseo del Rey por China?
Para Sánchez la coartada internacional es imprescindible. Israel se ha convertido en su aliado de facto porque, su respuesta a los ataques terroristas de Hamás de hace dos años, está siendo manipulada por nuestro Gobierno como disfraz para ocultar su pantagruélica corrupción interna. De nuevo, su esposa, Begoña Gómez ha vuelto a mentir ante el juez y su lugarteniente le ha desdeñado negándose a declarar. O sea, ha otorgado. Todos pendientes ahora de lo que decida Peinado. A Sánchez, asfixiado domésticamente por una corrupción que le corroe, e internacionalmente desprestigiado porque por ahí fuera ya es un paria, no se le puede hacer el boca a boca. Tampoco soportando de viaje a uno de sus aliados comunistas.