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Fernando Berguido: «En el Canal de Panamá murieron más españoles que estadounidenses»

«Exigir que a estas alturas Felipe VI pida perdón por los excesos de la conquista de América me parece excesivo»

Fernando Berguido: «En el Canal de Panamá murieron más españoles que estadounidenses»

El periodista y diplomático panameño Fernando Berguido. | Víctor Ubiña

Fernando Berguido (1962, Ciudad de Panamá) ha sido embajador de Panamá en Italia; director de La Prensa, el diario más prestigioso de Panamá, y miembro de la Comisión de la Verdad sobre los crímenes de la dictadura militar que gobernó el país centroamericano durante 21 años con una crueldad inédita, especialmente entre 1984 y 1989, bajo la bota del general Manuel Antonio Noriega.

De todo ello va El colapso de Panamá, en el que Berguido explica que «a diferencia de sus vecinos de la región y particularmente desde que se erigió como república independiente, [Panamá] desconocía de torturas, ejecuciones, matanzas y mucho menos de guerras, y las vivió todas juntas entre los años 1984 y 1989».

Aquel atípico y violento periodo tuvo también un atípico y violento desenlace: la invasión de Estados Unidos en las Navidades de 1989. Fue una operación rápida y relativamente sencilla. El ejército norteamericano le pasó por encima al panameño, a pesar de todas las bravatas patrioteras de Noriega, que recuerdan mucho a las de otros conspicuos autócratas, como los hermanos Castro o Nicolás Maduro.

Y como yo soy así, empiezo por el final esta entrevista, que puede contemplarse en su integridad en la web de THE OBJECTIVE y de la que sigue una versión extractada y editada.

Pregunta- Tu libro deja un sabor agridulce. Por un lado, describes las tropelías de Noriega, un hombre a sueldo del cártel de Medellín, que roba a manos llenas, que no duda en encarcelar, matar y descuartizar a los disidentes políticos. Pero, por otro, insistes en condenar la invasión, a pesar de que devolvió el país a los legítimos ganadores de las últimas elecciones libres.

Respuesta- Los dos eventos están estrechamente entrelazados no solo entre sí, sino con un tercero, que es la recuperación del Canal. Esta debía producirse el 31 de diciembre de 1999, nos encontrábamos a 10 años vista y en la Casa Blanca dicen: «Nosotros no podemos cumplir en las actuales condiciones». Aunque ninguno de los dos tratados [firmados en 1977 entre Jimmy Carter y el dictador Omar Torrijos] lo contempla, existía el compromiso tácito de que Panamá retornaría a la democracia y, de hecho, en mayo de 1984 se celebraron esas elecciones a las que has hecho referencia. Pero Torrijos había fallecido en un accidente aéreo unos años antes y la noche de la votación, en cuanto se vio que el triunfo se inclinaba por el opositor Arnulfo Arias (aunque no por una diferencia arrolladora), los militares suspendieron el conteo. El resultado oficial se haría público días después, tras anular convenientemente las actas de las mesas en las que se había impuesto Arias. El esperado repliegue de los militares de la vida pública no solo no se verificó, sino que emerge la figura de Noriega, un antiguo jefe de la inteligencia militar que estaba involucrado en el negocio de la droga y que convertirá Panamá en el primer narcoestado que se conoce en América.

P.- Esa vinculación está documentada y probada…

R.- La ha corroborado hasta Carlos Lehder, uno de los fundadores del cártel de Medellín, en las memorias que acaba de publicar. [Sostiene que Noriega cobraba unos 1.000 dólares por cada kilo de cocaína que entraba en el país, además de millones en sobornos por permitir el uso de sus infraestructuras]. Lehder vive en Alemania, tras cumplir 33 años en prisión. Testificó en el juicio contra Noriega… Pero nos estamos adelantando. Hablábamos del sabor agridulce que dejó la invasión de 1989. Sin duda nos permitió recuperar la democracia y el Canal, y Panamá ha sido desde entonces un estado de derecho. Pero también es muy humillante que, en pleno siglo XX, una nación extranjera te arrolle y deje un reguero de muertos y destrucción, y para derrocar a alguien que había sido su cómplice, porque Noriega es una criatura de la Guerra Fría, el típico dictador latinoamericano puesto por Washington para contener el comunismo.

«Bush invadió Panamá tras una campaña electoral en que lo habían llamado wimp [nenaza]. Cuando las tropas de Noriega le mataron a un oficial, no podía arrugarse»

P. La operación la diseñó Colin Powell [militar de la escuela del «shock and awe», conmoción y pavor]. Los panameños no teníais ni idea de lo que se os venía encima.

R.- Estados Unidos salió muy escarmentado de Vietnam, una guerra en la que se había ido involucrando poco a poco. Powell combatió en ella, sacó las lecciones oportunas y, primero como asesor de Seguridad Nacional y luego como jefe del Estado Mayor Conjunto, desarrolló la doctrina que lleva su nombre y que consiste en golpear con una fuerza abrumadora para obtener una victoria rápida. Conocemos su filosofía por las guerras del Golfo [1990-1991] y de Kosovo [1998-1999], pero la aplicó por vez primera en Panamá. Fue una lucha muy desigual: una nación minúscula, de apenas 2,5 millones de habitantes, contra la mayor potencia militar del planeta.

P.- En tu libro describes el lamentable comportamiento de Noriega, ocultándose para salvar el pellejo mientras sus oficiales iban rindiéndose a la espera de alguna instrucción.

R.- Noriega había tenido la osadía de declarar la guerra a Estados Unidos.

P.- Es verdad, lo había omitido: Estados Unidos invadió Panamá después de que Noriega le declarara la guerra.

R.- Cuatro días antes [el 15 de diciembre de 1989] la Asamblea Legislativa había aprobado la resolución entre vítores y arengas. Luego, a los dos días, se produce el asesinato del teniente Robert Paz y el arresto y maltrato de otro oficial y su pareja. Los choques entre los militares de ambos países eran continuos. No olvidemos que Estados Unidos tenía entonces 14 bases en la Zona del Canal.

«Noriega era un maestro del doble juego. Lo mismo hablaba con Fidel Castro que con la Casa Blanca o el cártel de Medellín»

P.- Era donde adiestraba a la contrainsurgencia…

R.- La Escuela de las Américas, una auténtica academia de dictadores, estaba allí. La invasión la demolió, y ese nivel de destrucción me llamó la atención. Estados Unidos podía haberse limitado a capturar a Noriega para que hiciera frente a las acusaciones de narcotráfico que tenía pendientes en Miami, pero arrasó por completo la estructura militar panameña.

P.- ¿Por qué?

R.- Una de las razones que Powell da en sus memorias es que más del 90% de los oficiales de la Fuerza de Defensa habían pasado por la Escuela de las Américas. Los estadounidenses tenían un dosier psicológico y profesional de cada uno de estos mandos y concluyeron que no había ni uno que realmente fuera honesto o que estuviera comprometido con el estado de derecho. Consideraban que si quitaban a Noriega y ponían al teniente coronel o al coronel que le seguía en el escalafón, tampoco sería un genuino demócrata. Su veredicto era claro: «Aquí no queda nadie confiable».

«¿Es concebible que Estados Unidos invada Venezuela? Panamá era un país pequeño, con bases militares, un Canal en manos poco fiables… Nada de eso se da con Venezuela»

P.- Noriega había sido, sin embargo, amigo de George Bush padre. En alguna fotografía se les ve posando juntos.

R.- Noriega era un maestro del doble juego. Lo mismo hablaba con Fidel Castro que con la Casa Blanca o con narcotraficantes. El general [Rubén Darío] Paredes, que aún está vivo a sus 92 años, me explicó que la implicación en el negocio de la cocaína data de principios de los 80. Torrijos pretendía derrocar al nicaragüense Anastasio Somoza y, ante la imposibilidad de conseguir armas por los canales oficiales, entró en tratos con la guerrilla y los cárteles colombianos [a los que ofreció lavar su dinero a cambio de artillería]. Así desembarcó en este juego geopolítico Noriega, que era entonces el jefe de la inteligencia militar. Luego, cuando el Congreso negó [a Ronald Reagan] financiación para intervenir en las guerras civiles de Centroamérica [Nicaragua, El Salvador y Guatemala], Noriega no tuvo inconveniente en ofrecerse para «encargarse» de los mismos dirigentes sandinistas a los que unos años antes había apoyado.

«Con Cuba también se intentó un desembarco en la bahía de Cochinos y salió fatal. Hoy es un régimen muy consolidado y sin apenas contestación»

P.- Hubo numerosos intentos para apartar pacíficamente a Noriega del poder. Cuentas que Reagan le ofreció inmunidad y Felipe González puso a su disposición un Boeing 747 para que metiese en él a todo el que quisiera y con todo lo que quisiera. ¿Por qué no aceptó?

R.- La situación era crítica. Se habían decretado todo tipo de sanciones contra Panamá. Había constantes manifestaciones, los bancos estaban cerrados y se había producido el primer éxodo de la historia, algo insólito, porque los panameños nunca habían abandonado antes masivamente el país.

Muchos políticos mediaron entonces para forzar una transición ordenada. Felipe González fue uno de ellos, pero también el venezolano Carlos Andrés Pérez y el colombiano Alfonso López Michelsen. Los tres eran aliados leales, habían apoyado a Panamá en la recuperación del Canal. A Noriega se le abrieron varias puertas y se le ofrecieron distintos lugares de destierro. Pero, sistemáticamente, se echaba atrás en el último momento.

P.- ¿Cuál era el problema?

R.- Su entorno no le dejaba. Pesó, por un lado, la lealtad hacia «los muchachos», los militares que habían colaborado con él y que quedarían desprotegidos tras su marcha. Y estaban, por otro, los vínculos con el narcotráfico. Noriega estaba muy identificado con una de las organizaciones.

«Torrijos logró la devolución del Canal, pero era un autócrata. Es como Franco en España: tuvo sus logros, pero no por ello hay que dejar de llamarlo lo que fue, un dictador»

P.- Gracias a su información se incautaron toneladas de cocaína al cártel de Cali. La DEA [Agencia para el Control de las Drogas, por sus siglas en inglés] lo elogiaba como un valladar en la lucha contra el crimen, cuando lo que hacía Noriega era ayudar al cártel de Medellín a deshacerse de su principal competidor.

R.- En el mundo de la mafia algo así no carece de consecuencias. Recibió amenazas del tipo: «No importa dónde vayas, eres un objetivo». Eso fue determinante para que se aferrara al poder.

P.- ¿Qué lecciones cabría sacar del caso panameño para otras dictaduras que parecen fosilizados, como la cubana y la venezolana? También en ellas se han agotado las vías para un cambio pacífico. ¿Es concebible una invasión?

R.- Con Fidel Castro se intentó, salió fatal y hoy es un régimen muy consolidado, sin apenas contestación.

En cuanto a Nicolás Maduro, he hablado mucho con mis amigos venezolanos y siempre les digo que la decisión de la oposición panameña de acudir unida a las últimas elecciones fue crucial. En convocatorias previas siempre había prevalecido la división, pero en mayo de 1989 se dejó atrás cualquier rivalidad y se formó un frente común. El resultado fue tan contundente, que no hubo manera de falsear el escrutinio y Noriega optó por anular directamente el proceso, pero al precio de renunciar a partir de ese instante a cualquier apariencia constitucional.

De todas formas, incluso con una oposición monolítica, existen importantes diferencias entre los dos países. Primero, Estados Unidos mantenía una presencia militar en Panamá; segundo, no es lo mismo una nación de dos millones que otra de 45 millones, y tercero, dejar el Canal en manos de un régimen fiable era un tema vital para Estados Unidos. Esa urgencia no se da con Venezuela.

«Estados Unidos construyó el Canal y nos ayudó a independizarnos de Colombia, pero el proyecto preveía su devolución a los 99 años y se arrogó un control a perpetuidad»

P.- El desencadenante de la invasión de Panamá fue el asesinato del teniente Paz que has citado antes. Su muerte me recuerda el hundimiento del Maine que precipitó nuestra guerra de Cuba. ¿No fue también un mero pretexto? Bush era partidario de intervenir desde hacía mucho tiempo.

R.- En el Departamento de Defensa no lo veían claro. El almirante William Crowe, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, creía que solo serviría para hacer de Noriega otro mártir hispano y por eso Bush lo reemplazó.

Así y todo, fue una decisión agónica. La muerte del teniente Paz le dio el empujón final, y por una cuestión de imagen. Durante la campaña a Bush le habían llamado wimp [algo así como nenaza], y no podía consentir que, nada más comenzar su presidencia, le mataran a un oficial, le maltrataran a otro y abusaran de la esposa de este. Era intolerable.

«Posteriormente introdujo elementos que no figuran en los tratados: 14 bases, policías, jueces… Una parte del país se convirtió en colonia»

P.- Había habido varios incidentes antes. ¿Por qué jugaba Noriega con fuego?

R.- Es un típico recurso populista. Atizaba el patriotismo para mejorar una aprobación que andaba por los suelos por la situación del país. Repetía una y otra vez: «Los americanos no nos van a devolver el Canal, están buscando una excusa para atacarnos». En este clima de crispación, empezaron a registrarse incidentes con las tropas americanas y sus familiares. Para el ejército más grande del mundo tenía que ser humillante que unos soldados panameños detuvieran un autobús con hijos de militares americanos camino de la escuela, o que retuvieran aunque fuera temporalmente a sus oficiales.

Esta creciente tensión se vio agravada por los rumores de que había en marcha un golpe contra Noriega. Muchos miembros de las Fuerzas de Defensa decidieron extremar su celo antiamericano para despejar cualquier sospecha de deslealtad.

«La devolución no fue un capricho ni un regalo de Carter. La ratificó el Senado por una mayoría de dos tercios, con numerosos republicanos votando a favor»

P.- Estados Unidos ha sido siempre una amistad peligrosa. Se dice que apoyó la secesión de Colombia porque es más fácil mangonear a un país pequeño.

R.- No es así exactamente. Ni siquiera en los tiempos de dominio español fue Panamá parte del territorio que luego se convertiría en Colombia. De hecho, se independizó después y solo renunció a su autonomía para unirse al proyecto bolivariano de la Gran Colombia.

La unión duró 80 años, pero los dos países estaban separados por una selva literalmente impenetrable [el tapón del Darién, que hasta hoy ninguna obra de ingeniería vial ha logrado cruzar]. Hubo cuatro intentos de secesión, porque Panamá era una provincia muy pobre y abandonada. Y cuando Estados Unidos eligió Panamá para abrir un canal transoceánico y el Senado colombiano se opuso, los representantes panameños se plantaron. «Si no lo aprueban, Panamá se separa». No se aprobó y recurrieron a la Casa Blanca. «Nosotros queremos el canal —le dijeron—. Si ustedes nos apoyan, proclamamos la independencia». Obviamente dijeron que sí y la declaración se produjo en noviembre de 1903.

P.- Para muchos panameños, la figura de Omar Torrijos sigue rodeada de un halo de santidad.

R.- Su gran logro fue la devolución del Canal, algo que nadie puede discutirle. Pero ese éxito puntual no altera su condición de autócrata. Como miembro de la Comisión de la Verdad, me tocó investigar sus excesos. En su favor se ha mencionado que tenía intención de devolver las libertades al país, pero eso no había ocurrido cuando se murió, así que nunca sabremos si era sincero. Y el que la represión se volviera aún peor tras su marcha tampoco lo convierte en demócrata. Es como Franco en España: tuvo sus logros indudables, pero no por eso hay que dejar de llamarlo lo que fue, un dictador.

«La principal duda era la capacidad de gestión de las autoridades panameñas, y lo han hecho estupendamente. La ruta se ha mantenido abierta y completamente neutral»

P.- Me da la impresión de que con Torrijos se es más indulgente porque era de izquierdas, igual que Fidel Castro.

R.- Claro, se enfrentó al Imperio y a las fuerzas hegemónicas… Además, si hay algo que une a los panameños es el Canal. Estados Unidos lo construyó y nos ayudó con la independencia, eso hay que reconocérselo. Pero tampoco debemos olvidar que el proyecto del segundo tratado preveía su retrocesión al cabo de 99 años y que en el último momento los americanos cambiaron esa cláusula para arrogarse su control a perpetuidad. Y lo hicieron mediante un chantaje odioso. «Si no aceptan —amenazaron—, podríamos retirar el apoyo a la secesión».

Por si esto no bastara, introdujeron elementos que no figuraban en el tratado que se firmó: 14 bases innecesarias para la operación del Canal, un sistema judicial en inglés, policías estadounidenses… Una parte del país se convirtió en una colonia.

«La armada estadounidense tiene reconocido un ‘derecho de transitar de modo expedito’, es decir, sin hacer cola, pero no gratis»

P.- ¿Y qué va a pasar ahora con Donald Trump? Dice que la devolución fue un pésimo negocio y que «Carter lo regaló tontamente».

R.- Es una lástima que se haya resucitado esta polémica… La devolución no fue un capricho ni un regalo de Carter. La ratificó el Senado por una mayoría de dos tercios, con muchos republicanos votando a favor luego de décadas de negociación.

P.- El propio Reagan, que había protestado mucho durante la campaña electoral, no hizo nada cuando llegó a la Casa Blanca.

R.- Se dio cuenta de que era un hecho… La principal duda era la capacidad de gestión de Panamá, y lo ha hecho estupendamente. La ruta se ha mantenido abierta y completamente neutral. A propuesta de Washington y a inspiración de la Convención de Constantinopla que rige el Canal de Suez, el primer tratado [Concerniente a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal] especifica que los buques de cualquier nacionalidad tendrán acceso a la ruta interoceánica en igualdad de condiciones, incluido el pago de los correspondientes peajes. Solo contempla dos excepciones [en su artículo VI]. Por un lado y en reconocimiento por la ayuda diplomática prestada para la recuperación del Canal, los buques de guerra de Colombia y Costa Rica quedan libres de peajes. Se trata, en realidad, de algo puramente simbólico, porque Costa Rica carece de ejército y Colombia ha hecho un uso anecdótico de su prerrogativa.

La otra excepción se refiere a la armada estadounidense, que tiene el «derecho de transitar de modo expedito», es decir, sin hacer cola, pero no gratis.

«Desde 2000, el Pentágono ha abonado en peajes 25 millones de dólares, un millón al año. Eso es una minucia y es muy triste que Trump quiera ahorrársela, aparte de ilegal»

P.- Pero lo que Trump pretende ahora es que, además, no paguen.

R.- Lo ha manifestado varias veces, incluso ha enviado ministros para negociarlo, pero la gratuidad vulneraría el [primer] tratado, y tampoco estamos hablando de tanto dinero. Aunque el 75% de la carga tiene origen o destino en Estados Unidos, su flota mercante ha ido perdiendo importancia y en la actualidad es mínima. Los buques con bandera estadounidense apenas representan el 3,6% de todo el tráfico del Canal.

P.- ¿Y la armada estadounidenses?

R.- Supone un porcentaje todavía menor, el 0,3% en los últimos 25 años. Esta reducción se explica por dos razones. La primera es que el Pentágono mantiene flotas en ambos océanos y ya no necesita andar saltando de uno a otro como antes y, la segunda, que sus barcos se han vuelto demasiado grandes. El resultado es que Estados Unidos ha pagado un total de 25 millones de dólares desde 2000, es decir, un millón al año. Se trata de una minucia, pero Trump ha decidido que si no le regalan los peajes, buscará un mecanismo para descontarse un importe equivalente de los programas de ayuda que recibe Panamá. Es muy triste todo, aunque todavía no ha ocurrido.

«Los chinos no controlan el Canal. De su gestión se encarga una Autoridad integrada en un 99,6% por panameños, porque no puedes ser funcionario del Canal si no eres panameño»

P.- Otra acusación de Trump es que los chinos operan el Canal.

R.- Los chinos no operan nada. El Canal lo gestiona una Autoridad integrada en un 99,6% por panameños, porque por ley no puedes ser funcionario del Canal si no eres panameño. El 0,4% restante son estadounidenses heredados de la anterior administración y que no han terminado de jubilarse.

La única vinculación de los chinos se limita a los puertos que dan servicio al Canal. Dos de ellos los explota Panama Ports, un operador controlado por CK Hutchison Holdings, una compañía con sede en Hong Kong. Se trata de una licitación que se adjudicó [en 1997] cuando la vía aún estaba en manos estadounidenses y Hong Kong era una colonia británica.[Posteriormente, en 2021, la concesión se renovó en medio de fuertes críticas por una presunta colusión de Hutchison con el Gobierno panameño de entonces y que es hoy objeto de una auditoría forense]. Es importante entender, además, que gestionar uno o dos puertos no equivale a controlar el Canal. Para atravesarlo, los capitanes deben ceder el mando de la nave a un práctico panameño, incluso cuando su destino sea alguno de los puertos adyacentes al Canal.

La teoría del control chino está tan alejada de la verdad como la de que 38.000 estadounidenses murieron durante la construcción, otra afirmación de Trump. Según los documentos de la Comisión Ístmica del Canal [constituida en 1904 para fiscalizar su construcción] que están depositados en la Biblioteca del Congreso, el número total de fallecidos fue de 5.609 durante el período estadounidense de entre 1904 y 1914. [Entre 1881 y 1889, un equipo francés dirigido por Ferdinand de Lesseps, el ingeniero responsable del Canal de Suez, había intentado atravesar el istmo de Panamá, sin éxito]. ¿Y sabe cuántas de esas 5.609 personas eran estadounidenses?

P.- Ni idea.

R.- Pues 357. Entre el 70% y el 80% de la mano de obra procedía del Caribe, eran negros afrocaribeños. Ellos pusieron también el grueso de bajas, más de 4.000. Europeos cayeron unos 1.000, de los cuales 450 eran españoles. Murieron más españoles que estadounidenses.

P.- De fiebre amarilla y malaria en su mayoría, tengo entendido.

R.- Eso había sido más bien durante el intento francés. Una de los grandes aportaciones estadounidenses fue el saneamiento de Ciudad de Panamá y la destrucción de los criaderos de mosquitos. Las 5.609 víctimas del periodo estadounidense lo fueron mayormente como consecuencia de derrumbes y accidentes. Es una cifra terrible, pero supone una mejora considerable comparada con las 22.000 de la etapa francesa.

«La única vinculación de los chinos consiste en que dos puertos del Canal son propiedad de una compañía de Hong Kong. Eso no es controlar el Canal»

P.- Para excavar el Canal de Suez bastó con un único intento…

R.- El Mediterráneo y el mar Rojo están al mismo nivel. En Panamá los buques tienen que subir la Cordillera Central y bajarla.

P.- En la presentación de esta entrevista he mencionado que formaste parte de la Comisión de la Verdad. Dices que era imprescindible, pero este tipo de iniciativas a menudo atizan agravios que ya estaban olvidados.

R.- Yo estuve en la parte de la Comisión de la Verdad que investigó la dictadura, aunque no se incluyó la invasión y todavía hoy no sabemos cuántos muertos hubo. Las cifras preliminares hablan de 350, un montón para Panamá… Precisar cuántos fueron y por qué y cómo cayeron es imprescindible para cerrar heridas. Necesitamos saber lo que pasó, en parte por eso he escrito este libro. Treinta y cinco años después, la invasión sigue rodeada del silencio de unos y otros. De unos, porque no quieren recordar un episodio humillante, y de otros, porque se sienten felices de que los americanos los liberaran al precio que fuera. Yo creo que un recuento objetivo nos ayudará a identificar errores y a no volver a repetirlos.

«Panamá no tiene un banco central que emita moneda y eso lo ha dotado de una estabilidad importante, porque lo obliga a ser fiscalmente más responsable»

P.- ¿Qué opinas de que el rey Felipe VI pida perdón por los crímenes de la colonización?

R.- En cualquier acción de conquista, igual que en cualquier guerra, se cometen tropelías, pero también hay documentadas muchas cosas buenas del periodo virreinal español. Hay que reconocer las unas y las otras. Más allá de eso, una exigencia de perdón a estas alturas me parece excesiva, y aún más supeditar a ella la relación con España.

«A diferencia de la mayoría de las naciones latinoamericanas, apenas hemos tenido inflación [el promedio ha sido del 2,3% desde 2000]»

P.- Como este es un blog económico, tengo que preguntarte por algo del ramo, y se me ocurre que Panamá está totalmente dolarizada.

R.- Lo que la Constitución dice es que «no habrá en la República papel moneda de curso forzoso». Luego, a lo largo de la historia y a raíz de diferentes convenios, se ha acabado imponiendo el dólar. Cuando todavía éramos parte de Colombia, ya circulaba el billete verde.

P.- Tampoco tenéis banco central.

R.- No existe un emisor de divisa propia y debo decir que eso ha dotado a Panamá de una estabilidad importante, porque nos ha obligado a ser fiscalmente más responsables.

P.- Sin banco central no existe la tentación de monetizar los déficits…

R.- Exacto. A diferencia de la mayoría de las naciones latinoamericanas, apenas hemos tenido inflación. [El promedio de los últimos 25 años ha sido del 2,3%, con picos del 8,8% y el 5,9% en 2008 y 2011, durante la crisis financiera].

«No sé cómo funcionará la dolarización en países más grandes. En Argentina Javier Milei va a necesitar muchísimos dólares»

P.- Vuestro modelo de dolarización se ha replicado en otros países.

R.- Sí, en El Salvador y Ecuador, aunque no sé si en economías más grandes que la panameña funcionará igual de bien.

P.- Es lo que Javier Milei pretende hacer en Argentina.

R.- Va a necesitar muchísimos dólares…

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