Valentín Sama: «El problema de la IA es que, al crear imágenes, está robando nuestras fotos»
El fotógrafo y óptico madrileño, toda una institución en España, resalta la pujanza de las marcas chinas

Valentin Sama, especialista en materiales fotográficos y fotógrafo. | Berta Delgado
Valentín Sama (Madrid, 1946) es tal vez la voz española más autorizada de la óptica y la fotografía. Pocas personas acumulan tanto conocimiento técnico, tanta perspectiva y, por qué no decirlo, tantas cámaras y objetivos de la vieja escuela. Algunas de sus reflexiones pueden leerse en el espacio que dedica a este género desde 2004 en la web.
PREGUNTA.- ¿Hacia dónde va la fotografía en estos tiempos marcados por el selfismo, las redes sociales y las mejoras introducidas paulatinamente en los sensores de imagen de los teléfonos móviles?
RESPUESTA.- Si echamos la vista atrás, hemos lanzado demasiadas predicciones culturales y tecnológicas que nunca se cumplieron. Hoy parece que la fotografía actúa como mero registro de escenas cotidianas que inmediatamente se comparten en las redes. El único elemento que se mantiene firme son las bodas, bautizos y comuniones como forma de ganarse la vida. Vivir del retrato, por ejemplo, es más difícil.
P.- Otro impacto de consecuencias todavía incalculables lo provocará la inteligencia artificial.
R.- Deberíamos distinguir claramente cuándo estamos ante una fotografía y cuándo ante una imagen generada por IA. Si la luz incide sobre un objeto fotosensible, eso es fotografía. De momento, la IA me parece en esencia una búsqueda muy refinada bajo un nombre bastante pomposo. Parece obvio que esa IA se merendará en breve los bancos de imágenes, pero también puede haber un efecto rebote donde la fotografía de bodas se ejecute con cámaras analógicas y carrete y encima se pague mejor. El principal problema es que la IA, al plasmar imágenes, está robando todo aquello que alegremente colgamos en las redes o enviamos por WhatsApp. Estamos alimentando un monstruo que, desde el ángulo de los derechos de autor, se nos irá de las manos. No menos preocupante es la cantidad de recursos que consumen estos grandes modelos de lenguaje.
P.- La industria ha quedado tradicionalmente en manos de los fabricantes japoneses, con la minoritaria excepción de la alemana Leica. China, sin embargo, pisa fuerte, como en tantos otros cajones de la economía.
R.- He contabilizado hasta 13 marcas de cierta calidad entre los fabricantes chinos. Ya advertí en su día que apuntan alto, y hay ejemplos recientes como el de Light Lens Lab, que además va a producir carretes. Incluso se especula con la posibilidad de que DJI [la firma especializada en drones] diseñe y comercialice cámaras donde cabe presumir que la conectividad, una de las asignaturas pendientes de estos dispositivos en comparación con los móviles, sea al fin razonable.
P.- Lo analógico goza en los últimos tiempos de mucha popularidad, igual que ocurre con el vinilo. ¿A qué causas atribuye este fenómeno?
R.- Muchas personas recurren a la película porque les gusta el aspecto físico de la imagen resultante; la textura, el grano, las tonalidades. Es el perfil mayoritario. Otros disfrutan del ritual de abrir el bote, oler el carrete (yo aún lo hago), cargar la cámara y usar un aparato clásico.
P.- ¿Cómo se diferencian las marcas?
R.- En 1987, cuando Canon introdujo el autoenfoque a través de la serie EOS, el presidente de la compañía comentó que en el futuro sólo habría dos grandes fabricantes japoneses de cámaras y uno de ellos sería Canon. Pero están Sony, Nikon, Fujifilm, Panasonic… y Leica. Sigue habiendo mucho marquismo. Me asombra que la gente diga: «Yo soy de Nikon, yo soy de Canon». He tenido todo tipo de cámaras y marcas y uso las que más me convienen. Observo con interés el caso de Sony porque me recuerda a Tesla: si esta no sabe hacer coches, Sony no sabe hacer cámaras, y, sin embargo, aporta muchísima tecnología, fabrica el 98% de los sensores que incorporan las cámaras y constituye un ecosistema abierto a terceros, muy al estilo de Android. Fujifilm ha encontrado su hueco con dos sistemas muy disruptivos respecto a la competencia: cámaras APS-C para un público más generalista y su (pequeño) formato medio para profesionales. La interfaz es diferente, con diales físicos, y luego ofrece sus célebres simulaciones de película. Canon ha tenido una cierta ventaja en el mundo profesional y Nikon, aunque ha llegado tarde a las cámaras sin espejo, está haciendo grandes esfuerzos por remontar. Leica se considera cara y a menudo se compra como un símbolo de prestigio, pero la ventaja es que mueve un mercado de segunda mano muy importante.
