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El zapador

Lo que el catolicismo le debe a España

Si el catolicismo es hoy algo verdaderamente universal, ello se debe en gran medida a los españoles

Lo que el catolicismo le debe a España

Osio de Córdoba.

El catolicismo ha sido moldeado por diversas naciones a lo largo de la historia, pero pocas han tenido un impacto tan profundo y transformador como España. Desde la Antigua Roma hasta la Contrarreforma, España no solo defendió la fe católica en momentos de crisis, sino que también la expandió a escala global, convirtiéndola en una religión con presencia en todos los continentes. Para bien o para mal, sin la intervención española, el catolicismo no se podría entender. 

La historia del catolicismo en España empieza en los primeros siglos de la era cristiana, con leyendas que atribuyen la evangelización de la península a apóstoles como Santiago el Mayor y San Pablo. Y es que el origen del cristianismo en Roma se remonta a las primeras comunidades clandestinas en el siglo I, pero su consolidación como religión oficial del Imperio Romano se debe en gran medida a hitos del siglo IV, influenciados por figuras de origen hispano. El territorio hispano, desde sus albores cristianos, actuó no solo como receptora de la fe, sino como protagonista activa en su definición.

En 313, el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán, que concedió libertad religiosa y puso fin a las persecuciones, aunque no convirtió inmediatamente al cristianismo en religión estatal; sin embargo, su apoyo, como la convocatoria del Concilio de Nicea en 325, fue crucial para unificar la doctrina contra herejías como el arrianismo, aconsejado por el obispo hispano Osio de Córdoba, quien presidió el concilio y ayudó a redactar el Credo Niceno.

Posteriormente, el emperador hispano Teodosio I, nacido en Cauca (actual Coca, Segovia), emitió en 380 el Edicto de Tesalónica, declarando el cristianismo niceno como religión oficial del Imperio y condenando las herejías y el paganismo. Otro hispano clave fue San Dámaso, papa de origen gallego, quien durante el Concilio de Constantinopla en 381 contribuyó a definir la doctrina trinitaria y estableció el canon bíblico definitivo, organizando así la estructura de la Iglesia católica tal como se conoce hoy.

Durante la era visigoda (siglos V-VIII), España contribuyó al desarrollo doctrinal del catolicismo. El rey Recaredo se convirtió al catolicismo en 587, abandonando el arrianismo, y los Concilios de Toledo establecieron normas litúrgicas y teológicas que influyeron en la Iglesia universal. Y figuras como San Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías, sintetizaron la herencia clásica y cristiana, cimentando la cultura intelectual de la Iglesia occidental.

Sin embargo, fue durante la Reconquista (siglos VIII-XV) cuando España se consolidó como baluarte de la fe. Este período de casi ocho siglos de guerras contra el dominio musulmán en la Península Ibérica no solo recuperó territorios, sino que unificó a los reinos cristianos bajo la fe católica. La batalla de Covadonga a principios del siglo VIII marcó el inicio de la resistencia cristiana, la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212 el punto de inflexión y la caída de Granada en 1492, bajo los Reyes Católicos Fernando e Isabel, selló la victoria. España fue durante casi ocho siglos el dique que hizo que Europa no se islamizara. Julián Marías veía la Reconquista no solo como una guerra, sino como un acto de voluntad colectiva que forjó la nación española y la diferenció del resto de países europeos, que no tuvieron que restaurarse a sí mismos: «Hace muchos años que repito la evidencia de que España, tal vez un poco menos europea que otros países de Europa por su larga convivencia con los moros, es más europea que ningún otro. Porque, en efecto, los países europeos lo son porque ¿qué van a ser? No pueden ser otra cosa; es su condición, simplemente. En el caso de España, no es así. España es europea porque lo ha querido, porque se puso tenazmente a esa carta, cuando parecía inexistente, cuando la empresa de restablecer la España perdida no tenía ni la menor probabilidad de conseguirse».

En 1478, los Reyes Católicos establecieron la Inquisición española para preservar la pureza de la fe católica. Aunque controvertida por sus métodos, como interrogatorios bajo tortura y ejecuciones, la Inquisición aseguró la uniformidad católica en España y sus colonias, combatiendo el criptojudaísmo. El Decreto de la Alhambra de 1492 expulsó a los judíos no conversos, y similares medidas se aplicarían a los moriscos en 1609. El Santo Oficio también protegió al catolicismo de disidencias internas durante la Reforma Protestante. 

Una de las mayores deudas del catolicismo con España es su universalización a partir del descubrimiento de América en 1492. En 1493, cuando se tuvo noticia de unas tierras al otro lado del Océano, el papa valenciano Alejandro VI otorga mediante las bulas alejandrinas el derecho a los Reyes Católicos de conquistar América a cambio de evangelizarla. Los españoles se pusieron manos a la obra. Tanto es así, que si hoy la Iglesia católica goza de un gran número fieles es en buena parte gracias a la labor misional llevada por España. Algo que el papa Juan Pablo II tenía muy claro: «La porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español». 

España llevó la fe católica a nuevos mundos, transformándola de una religión europea a una global. Misioneros franciscanos, dominicos y jesuitas fundaron misiones, ciudades y universidades, evangelizando a millones de indígenas. Ignacio de Loyola creó la Compañía de Jesús (jesuitas), una orden misionera y educativa que expandió el catolicismo mundialmente. Figuras como Francisco Javier, jesuita español, extendieron el catolicismo a India, Japón y China y en América, se establecieron reducciones jesuíticas en Paraguay. En palabras del hispanista Lewis Hanke: «Ninguna nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos tan seriamente como lo hizo España. San Juan de Dios, aunque nacido en Portugal, desarrolló su obra caritativa en España, específicamente en Granada, donde fundó la Orden Hospitalaria que se expandió por el reino y simbolizó el compromiso católico con la misericordia. Su legado es crucial para el catolicismo, al establecer un modelo de atención integral a los enfermos y marginados que influyó en la tradición española de caridad cristiana, convirtiéndolo en patrono de hospitales y enfermeros, y reforzando la identidad católica de España como defensora de la fe a través de obras de misericordia. Gracias a España, el catolicismo arraigó en Hispanoamérica, Filipinas y partes de África, haciendo que la Iglesia sea «universal» en el sentido literal. Sin España, el catolicismo sería radicalmente distinto y su dimensión universal no se comprendería.

En el ámbito intelectual y jurídico, Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca sentaron las bases del derecho internacional moderno y la moral católica, reflexionando sobre la dignidad humana, la soberanía y los límites del poder. Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz llevaron la mística católica a su máxima expresión universal, influyendo en la espiritualidad de siglos posteriores.

España, bajo los Austrias, se posicionó como defensora principal de la fe contra el protestantismo y el Imperio otomano, participando en batallas clave. La más importante de todas, «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros», fue Lepanto (1571). Sin esta defensa, el catolicismo podría haber perdido una porción de terreno considerable en toda Europa. Además, España, con Felipe II a la cabeza, lideró la Contrarreforma, respondiendo a la Reforma Protestante con reformas internas y una férrea defensa doctrinal. El Concilio de Trento (1545-1563) contó con varios teólogos españoles y consolidaría de manera clara y oficial qué son los sacramentos, cuántos hay, cómo actúan y cuál es su función espiritual. También afirmaría la centralidad de la autoridad episcopal en la disciplina eclesiástica, la importancia de la formación clerical en seminarios y la ratificación de la tradición como fuente normativa junto a la Escritura, fortaleciendo así la estructura doctrinal y pastoral de la Iglesia Católica, frente al avance del protestantismo.

Hoy, la comunidad hispanohablante ya supera los 600 millones, una comunidad de raíz católica, y una realidad espiritual y cultural que hunde sus raíces en la acción histórica española. Si el catolicismo es hoy algo verdaderamente universal, ello se debe en gran medida a personajes clave nacidos en suelo hispano. Aquellos hombres no solo defendieron el catolicismo, sino que lo pensaron, organizaron y proyectaron hasta convertirlo en una civilización. Hablar de catolicismo es hablar de España.

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