La novia fiel
Puede que no sea lo más acertado que una aerolínea a la que recientemente se le han estrellado dos aviones plantee la cuestión, pero a mi me parece una pregunta pertinente. ¿Qué quiero hacer yo antes de morir? No olvidarme de vivir.

Puede que no sea lo más acertado que una aerolínea a la que recientemente se le han estrellado dos aviones plantee la cuestión, pero a mi me parece una pregunta pertinente. ¿Qué quiero hacer yo antes de morir? No olvidarme de vivir.
En realidad la vida ocurre en un mismo lugar, lo que cambia es el atrezzo. Digamos que el decorado en el que se lleva a escena nuestra existencia no cambia mucho, incluso si no dejamos de viajar, el plató es una proyección mental, una extensión de uno mismo y sus circunstancias.
La riqueza es un botín generado por todos que ha quedado en manos de unos pocos saqueadores. Para corregir esta injusticia podemos empezar con un reparto equitativo del trabajo y de la riqueza que genera.
Todos comparten una característica: están convencidos de que La Verdad es la suya y que todo el que no piense como ellos ha venido al mundo para estorbar. Si leen, lo hacen para constatar que tienen razón y para todo tienen una opinión y una queja. Ellos apenas cambian con los años, solo se radicalizan.
A muchos la cárcel les ha hecho encontrar una fuerza que de otro modo no hubieran tenido, hombres como Nelson Mandela o José Mujica aprendieron a ser como han sido con la brutal experiencia carcelaria.
Creo que nadie se libra del síndrome de eDiógenes, que es la tendencia a acumular información obsesivamente en nuestros aparatos, un mal mucho más dañino que el propio síndrome de Diógenes ya que en este hay un límite.
¿Qué nos pasa? Me refiero a los adultos, deberíamos proteger a los niños, evitar que los destruyan de por vida. ¿Por qué no saltan las alarmas cuando tienen que saltar? ¿Hacia donde estábamos mirando cuando ocurría (y sigue ocurriendo) todo esto?
Cuando se derrite la nieve en la montaña más alta de Europa, aparecen cuerpos dados por perdidos. Un recuento de cadáveres muy distinto del que estos días se hace en la Franja de Gaza, donde los civiles mueren como han vivido: hacinados, pobres y anónimos.
El vacío abismal del espacio exterior y la espesa profundidad del océano deben ser como el letargo de un sueño del que quieres despertar y no puedes. Me pregunto qué se siente en esa lentitud, fuera de toda dimensión conocida.