Bangladés continúa enviando rohinyás a una isla remota a pesar de las críticas de los defensores de los derechos humanos
Bangladés comenzó este lunes a trasladar a un segundo grupo formado por unos mil refugiados rohinyás hacia la isla remota del golfo de Bengala, Bhashan Char, a pesar de la oposición de organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Lo más importante: los activistas dicen que la isla de Bhasan Char no es segura y que los refugiados están siendo trasladados en contra de su voluntad. Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) han instado al gobierno de Bangladés a detener la reubicación en esta isla, que se encuentra a varias horas en barco desde el continente y, según manifiestan, es propensa a inundaciones, vulnerable a frecuentes ciclones y durante una marea alta podría estar completamente sumergida.
A este grupo de unas 1.000 personas habría que sumar otro de 1.600 miembros que fueron trasladados a principios de diciembre a la isla de Bhashan Char.
Los refugiados se subieron a autobuses enviados a los campos de Cox’s Bazar, donde viven cerca de un millón de personas de esta minoría que huyeron de la vecina Birmania, donde eran perseguidos, para ser transportados al puerto de Chittagong, punto de salida hacia esta isla apartada del mundo y vulnerable a los ciclones y las inundaciones, informa AFP.
«Van de manera voluntaria. Tienen prisa de ir porque sus familiares que se ya encuentran en Bhashan Char les han dicho que es un lugar excelente», ha declarado el ministro bangladesí de Relaciones Exteriores, A.K. Abdul Momen, que ha agregado que la isla es «cien veces mejor» que los campos y los refugiados piden ser trasladados a ella. «Bhashan Char es un lugar muy bello. A aquellos que van, les encanta».
Bangladés invirtió unos 400 millones de dólares en la construcción de instalaciones para albergar a los refugiados y de un muro de tres metros de altura alrededor de las instalaciones.
Por su parte, dos refugiados rohinyás incluidos en este grupo afirmaron a AFP que viajaban de manera voluntaria.
Nur Kamal, un rohinyá que vive en el gigantesco campo de Kutupalang, ha explicado que iba a isla donde ya había allegados suyos: «¿Para qué quedarme (en el campo) sin ellos?», se pregunta.
Serajul Islam, que viaja con cinco miembros de su familia, también dijo que nadie lo obligó a partir: «Vista la forma en que la comunidad internacional se ocupa de nuestro caso, no hay ningún futuro en los campos» de refugiados, ha señalado a AFP.
Unos 750.000 refugiados musulmanes rohinyás, una minoría perseguida en Birmania, huyeron en 2017 de la limpieza étnica en el oeste de ese país perpetrada por el ejército y las milicias budistas.