China ha anunciado haberse adherido al mecanismo internacional para suministrar vacunas contra la COVID-19 a los países en desarrollo, una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por qué es importante: el gigante asiático, donde surgió el nuevo coronavirus a finales del año pasado, lidera la investigación de vacunas, con 11 proyectos en fase de ensayos clínicos, de la sesentena que hay actualmente en el mundo.
El presidente Xi Jinping prometió en mayo que cualquier vacuna que produzca su país será «un bien público mundial».
Mientras tanto, el ministro chino de Relaciones Exteriores anunció en un comunicado que el país se había adherido al dispositivo de la ONU de acceso mundial de la vacuna contra la COVID-19, bautizado como Covax (Covid-19 Vaccine Global Access; acceso mundial a la vacuna contra el covid-19). Esta iniciativa, que pretende garantizar el acceso a las vacunas a 92 países pobres, fue confiada por la OMS a la Alianza para las vacunas (Gavi) fundada en 2000.
Pekín no precisó cuál será su contribución a los fondos Covax, que espera recaudar para finales de año unos 2.000 millones de dólares.
En su página web, la Gavi precisó el jueves que Japón prometió una donación de 130 millones de dólares, lo que elevará el total ofrecido por una veintena de países a 1.800 millones de dólares.
Ni Estados Unidos ni Francia figuran en dicha lista.
Pekín ha sido criticado por su respuesta inicial a la epidemia. Sin embargo, el régimen comunista ha logrado en estos últimos meses erradicar prácticamente el virus de su territorio, que hasta mayo había registrado 4.634 muertos, mientras que la pandemia se expande por el mundo donde ha matado a más de un millón de personas.