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Un fraude monumental

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Un fraude monumental

A monumental fake

Un fraude monumental

Monsieur Viollet-le-Duc

  Viollet se educó en un medio especialmente culto y técnico. Su padre era el Conservador de las residencias reales y su madre la hija de un importante arquitecto, Jean-Baptiste Delécluze. La familia vivía, por el cargo paterno, en el palacio de las Tullerías, frente al Louvre. Como es fácil de imaginar, el niño bebió la profesión desde su más tierna infancia y sus conocimientos artísticos y técnicos eran tan elevados que no cursó estudios, sino que rechazó públicamente pasar por la École des Beaux Arts, lo que le valió el odio eterno de los academicistas. En cambio, recorrió y analizó los grandes monumentos franceses e italianos tomando apuntes de todos ellos y pintando acuarelas que luego vendía para financiarse los viajes y proyectos.

  Su carrera despega en 1840 cuando Prosper Merimée, amigo suyo desde la juventud y que era a la sazón Inspector general de los Monumentos Históricos, le encarga la restauración de la basílica románica de Vézelay (Il. 67 Vezelay). A Merimée le debemos la novela Carmen, desde luego bastante más interesante que la ópera de Bizet, aunque ésta sea maravillosa, pero además fue él quien descubrió y rescató los soberbios tapices de La Dame à la licorne en el castillo de Boussac, donde yacían en pésimas condiciones (Ill. 68 Dame à la licorne). Hoy se pueden ver en el Museo de Cluny, uno de los más fascinantes de París.

Vezelay

 

Dame à la licorne ©Wikimedia Commons/thesupermat

  Las restauraciones de Viollet fueron muy criticadas desde el principio y hasta hoy, a causa de lo que él llamó “restauración creativa” la cual suponía, ni más ni menos, que la eliminación del purismo historicista y un uso imaginativo (aunque riguroso) de los elementos arquitectónicos. Así lo expuso:

  Restaurer un édifice, ce n’est pas l’entretenir, le réparer, ou le refaire, c’est le rétablir dans un état complet qui peut n’avoir jamais éxisté à un moment donné. (Viollet, Dictionaire raisonné)

  Restaurar, en su opinión, “no es mantener un edificio, repararlo o rehacerlo, sino restablecer su estado completo de un modo que quizás nunca haya existido en un momento dado”. Es decir, volverle a su estado perfecto, aunque quizás éste nunca se pudo llevar a cabo. Recuerda a las opiniones del pianista Glenn Gould sobre Bach, cuando empezó a usar varias cintas con distintas tomas para unirlas en una grabación “perfecta”, aunque nunca hubiera tenido lugar lugar como concierto existente.

  Con ese aplomo que da la seguridad en la firmeza moral propia, Viollet se incluyó a sí mismo como uno de los reyes de Israel cuando restauró la galería de los reyes bíblicos de Notre-Dame destruidos por las hordas revolucionarias (Ill. 69 Violet como rey de Israel). También restituyó las vidrieras emplomadas que se habían derribado en tiempos del Luis XV porque los canónigos las consideraban demasiado oscuras. Las sustituyó por ventanales translúcidos. Aunque quizás lo más creativo fue volver a poner el parteluz o entrepaño (trumeau) de la fachada que sostenía el fabuloso tímpano del Juicio Final y que se había suprimido en el siglo XVIII para dejar espacio al paso de las carrozas y procesiones litúrgicas (Ill. 70 parteluz).

Violet como rey de Israel | Parteluz

  La más grandiosa de las restauraciones creativas de Viollet fue, sin embargo, la de Carcassonne, una ciudad entera que no puede explicarse porque hay que verla para creerla. Aunque, eso sí, es casi imposible verla porque cada día vomitan allí cien autobuses de turistas como nosotros. Empezó en 1844 a partir de unas ruinas en verdad fúnebres y le ocupó toda la vida (Ill. 71, 72, 73 Carcassonne).

Carcassonne: Castillo, antigua, viñedo

  En 1875 comenzó otra restauración creativa que tendría insospechada descendencia, la del castillo de Pierrefonds, para Napoleón III (Ill. 74 Pierrefonds). La obra acabó siendo gigantesca (costó cincuenta millones de francos en su primera etapa) y no se detuvo tras la muerte de Viollet. Sus sucesores, igualmente creativos, fueron los castillos de Luis II de Baviera (Neuschwanstein), de Guillermo II (Koenigsbourg) (Il. 75 y 76 Castillos bávaros) y, según Jean Marc Hoffman, el de la Bella Durmiente de Disney (Ill. 77 Disneyland). El gótico es un estilo con mucha atracción popular, como es el caso de Gotham City, escenario perfecto para la serie de Batman (Il. 78 Gotham city). Produce una fascinación peculiar, misteriosa e inaprensible este grandioso estilo de origen medieval que no es fácil de explicar. Es, como si dijéramos, nuestro Egipto secreto y enigmático incluso cuando es estrictamente moderno y aún modernista.

Castillo de Pierrefonds

 

Castillos bávaros
Interior castillo de Disney
Gotham City

  Durante la guerra franco-prusiana, en 1870-71, este hombre infatigable, Viollet, aún tuvo tiempo de encargarse de la fortificación de París, una concepción de la misma que influiría en las posteriores defensas de Verdún y de la línea Maginot en sucesivas guerras con Alemania, aunque no se mostraran demasiado eficaces en ninguno de los tres conflictos.

  Al término de la guerra, la Comuna revolucionaria acabó con el imperio del Pequeño Bonaparte y condenó a muerte a Viollet. Aunque la revolución fue apastada sin misericordia por Thiers, Viollet se exilió a Suiza, en donde procedió a la reconstrucción de la catedral de Lausana y allí le pilló la muerte en 1879. No se puede decidir si era él quien perseguía a las catedrales o eran ellas las que le buscaban como fieles lebreles (Ill. 79 Catedral de Lausana).

Catedral de Lausana

[Cada día se publicará en THE OBJECTIVE un nuevo capítulo de este ensayo de Félix de Azúa. Si quiere leer las entregas anteriores, pinche donde pone «Capítulos», justo encima del título del libro al comienzo de esta página]

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