Una sala reservada en el Café Comercial de Madrid, a media mañana de viernes, con la no-poeta Lara Moreno y los editores y los periodistas, y la no-poeta dice: «Los poemas más tristes se los he escrito a mi hija. Espero que algún día me perdone». Luego lee: «este agujero llamado mi libertad/ donde no existes». Y casi se disculpa: «Definitivamente, no me va a perdonar». Lumen acaba de reunir doce años de poesía de Lara Moreno, que no se considera poeta, que lo suyo es algo a ráfagas, de vez en cuando, en un libro que llamaron Tempestad en víspera de viernes.
Por qué te lo contamos: la autora sevillana, con títulos como La herida costumbre o Después de la apnea, es una de las voces más interesantes de la literatura española. Su editora, María Fasce, la compara –para sonrojo de Lara Moreno– con Lucia Berlin. ¿Por qué? «Aquí estamos leyendo su vida». La recopilación llega este viernes a las librerías.
Lara Moreno, con los elogios de su editora y las menciones que no van únicamente hacia Berlin –también hacia Glück y Carson–, confiesa que siempre se ha colgado «el sambenito de no ser poeta», pero que «con el tiempo se va perdiendo la vergüenza»: «No sé por qué le he tenido tan poco respeto siempre a mi poesía». La poesía, que para ella lo es todo: la intimidad y lo político, su lugar en el mundo. «Cada vez me resulta más importante decir lo que quiero decir», continúa. «La poesía se ha convertido en la forma más directa para llegar ahí». Y lo es porque «la prosa es huída y la poesía, encontronazo».
Lara Moreno, al micrófono y ante el resto, ha leído algunos de sus nuevos poemas. Uno, por ejemplo, que dice:
Pensaba que me pondría enferma de tanto llorar/
intentaba calcular si había llorado tan seguido tan ronco tan cuchillo el mar caliente el mar muerto intentaba calcular si alguna vez en mi vida había llorado tantas veces tanto rato/
pensaba que me pondría enferma de tanto llorar/
temía cáncer parada cardíaca ictus lupus lo temía todo menos la depresión yo no iba a deprimirme estaba viva lloraba tanto
A Fasce le emociona hablar de Lara Moreno, le confiesa su admiración, se derrite en palabras. Le pregunta de dónde la inspiración, de dónde las historias, cómo convertir «el dolor y la duda» en felicidad. Y Lara Moreno dice que no lo sabe, que no está segura, y apunta a una dirección: «El pensamiento literario». De las lecturas, no tanto de lo propio como de los otros: las ideas vienen de otras ideas y así sucesivamente. Menciona a Carson, a Szymborska, a Piedad Bonnet. A Miguel Hernández, faltaría más. Todos y cada uno están en su literatura.
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