Reconstruir las defensas de Occidente, por Koldo Salazar
Entendemos Occidente hoy como la cumbre de la técnica y ciencia humana, el sumun político, el máximo desarrollo económico y la gran vanguardia social. En definitiva, definimos Occidente como un ente que ha alcanzado el culmen de su desarrollo y ha trascendido su propio espacio natural para lograr alcanzar principios profundos y universalmente válidos para todos. Definimos Occidente de forma bucólica, inexacta e hiperbólicamente con tres conceptos: democracia, libertad social y libre comercio.
Sin embargo estas ideas de Occidente son erróneas en tanto en cuanto, en primer lugar, Occidente es en sí una civilización que se define de esta forma debido al secularismo y a una visión materialista de la historia que considera que se llegó a obtener toda la estructura básica de forma conjunta y, al mismo tiempo, obviando transformaciones sociopolíticas desde la Revolución Luterana siendo la herejía definitiva que, al mismo tiempo, contiene todas las herejías previas y posteriores y que da el pistoletazo de salida al relativismo teológico que irá consolidándose. El Tratado de Westfalia, la Revolución inglesa, la ilustración y las revoluciones americana y francesa serán otros de los grandes hitos que definirán en términos políticos, sociales y filosóficos, la concepción interna de la Civilización Cristiana, la religión, el estado-nación y, sobre todo, las ideologías que irán tomando forma en el siglo XIX, se enfrentarán en el siglo XX y para el siglo XXI habrán dado a luz un engendro llamo postmodernismo, que es la nada, y que podrá devorar a la propia civilización.
De los filósofos políticos como Hobbes, Locke, Grocio etc…se preconfigurarán elementos que serán desarrollados por la ilustración en Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot etc…, que darán lugar a la gran identificación del estado nacional y el surgimiento del nacionalismo frente a los modelos feudales del antiguo régimen: de la lealtad al señor a la lealtad al estado, de las guerras entre iglesias y príncipes a las guerras entre naciones.
De esto y el triunfo del Reino Unido en las guerras napoleónicas, el fin del Imperio español y las crisis francesas se irá estableciendo el germen del conflicto de las ideas que se verán en el siglo XX. Será del Capitalismo, el comercio y los beneficios. Cuando nazca el liberalismo como elemento mercantilista que somete al hombre dentro de la economía. Como reacción a ese liberalismo vendrán los conatos revolucionarios como la comuna de París en 1871 y se dará inicio a los movimientos marxistas y anarquistas con todos sus subproductos.
Del marxismo y el sometimiento del hombre al partido y al estado como “dictadura del proletariado” en un todo indisoluble vemos su contraposición en el liberalismo económico y su promoción de las democracias e institucionalismo para sostener ese modelo de estado-mercado, curiosamente para mantener esas instituciones nacerán, de los liberales, los conservadores que desean estancarse en ese modelo y no profundizar en él, lo que llevará a hacer que ambos grupos sean liberales en lo económico pero no en lo social definiéndose en algunos países (como Estados Unidos) a liberales y conservadores en base a su visión del estado y la sociedad pero no del mercado ya que ambos poseen sólo matices en su visión.
En el siglo XX, con la guerra de las ideas: comunismo, fascismo, nazismo, liberalismo etc…se definirá a Occidente (liberal-capitalista) frente a Oriente (Telón de acero comunista). La definición de Occidente será una reacción a la misma y plagará el mundo de conflictos inaugurando el modelo de guerra proxi o indirecta que se vivirá en el siglo XXI mejorada y tecnificada, sistema de guerra que ha visto sus cotas de máximo refinamiento en Siria, Irak, Yemen o Libia.
Sin embargo, la caída de la URSS implicó un gravísimo problema que estamos sufriendo ahora y que nos ha hecho perder la visión del papel de la civilización occidental: no sabemos qué somos. La UE, producto de liberales y conservadores europeos bajo estrecha vigilancia de Estados Unidos, se definirá como la alternativa democrática frente a la “otra europa” popular y socialista. La caída de la URSS es el acicate que dinamiza la evolución de la CEE a la UE y podrá experimentar nuevos modelos económicos, conquistar territorios en el este y, sobre todo, probar métodos y aplicar sistemas modernistas a nivel cultural.
En realidad el combate liberalismo-comunismo fue una guerra intestina dentro de Occidente, la victoria por agotamiento sobre el socialismo científico fue una victoria regional aplicable al Occidente cultural, filosófico, religioso, literario, psicológico y religioso porque ¿Cuál es la clave de esa identidad Occidental?: el Cristianismo y su vinculación a la etnicidad de los pueblos europeos.
La religión, que es la base sobre la que se asienta la civilización, es el canal de transmisión de la visión tradicional del hombre en su relación con Dios pero también de la estructura familiar, social y política, sobre todo teniendo en cuenta que en el Cristianismo, al contrario de lo que piensan corrientes neopaganas que consideran el Cristianismo una semilla oriental en Europa, nos encontramos que el Cristianismo no responde a una teología judía ni en su visión de Dios, ni en la relación de Dios con el hombre, ni en la relación de los hombres entre ellos ni en la concepción de la política.
De hecho el Cristianismo representa una ruptura con Oriente que se convierte en el canal de transmisión e interpretación de toda la filosofía, arte, derecho (ya que el derecho canónico es un apéndice del derecho romano que continúa siendo vigente y actualizándose) y de las tradiciones precristianas, muy presentes en toda Europa e, incluso, en América Latina por adaptación del culto. Celebramos la Navidad porque es la adaptación del culto del Sol Invictus no porque lo digan en los textos religiosos.
La literatura cristiana y el humanismo cristiano desarrolla las concepciones del hombre y la sociedad que se ve en Platón o Plotino y tiene un alto componente de imperturbabilidad de la escuela estoica o de Aristóteles, de hecho el pensamiento que se transmite en los Evangelios está más cerca de las concepciones grecorromanas que judías, en definitiva Jesús está más cerca de Sócrates que de Moisés. De hecho el cristianismo rescata, comenta e interpreta a los sabios antiguos y es el canal de transmisión de la Edad Media hacia el Renacimiento y la vuelta de las ideas clásicas que nunca se habían ido, ya que se habían mantenido en las universidades y monasterios.
La visión de la ley injusta de Santo Tomás de Aquino, el Utrumque Ius de Bartolo de Sassoferrato o Baldo de Ubaldis que profundiza en el rex in regno suo est imperator de Bartolo es uno de los elementos que forma parte de lo que llamamos Occidente, pero también el Corpus Iuris Civilis de Justiniano o el Liber Iudiciorum de los godos (que valía tanto para romanos como para godos y derogaba el breviario de Alarico y el Código de Leovigildo, fueros que afectaban a uno y otro pueblo de forma exclusiva respectivamente).
La Cristiandad es algo más que la visión tenebrista e idealizadamente negativa y romántica que tienen los modernistas y progresista.
La trampa del modernismo
Modernismo como imperialismo exterior
El modernismo existe en dos vertientes: la interna, que es el progresismo marxista-gramsciano, y la externa que es el imperialismo con los intentos de llevar la civilización occidental e implantarlas en regiones donde no puede ser implantada por la propia naturaleza social que se da en ese marco geográfico, ya que las civilizaciones son opuestas en raza y etnicidad, religión, filosofía, lengua, simbolismo y sistema de vida.
Entender que la existencia de gente de otros contextos que usa jeans, bebe Coca Cola, ve la MTV o lee New York Times es “Occidental” o está “Occidentalizada” es un error de bulto, no se puede occidentalizar sin desconectar a una persona de sus raíces y eso no es posible.
La visión que el modernismo tiene del libre mercado y la democracia institucional como una gesta que instaura principios universales para todos es una falacia lógica si se cuenta la victoria sobre el fascismo, nazismo o comunismo como victorias mundiales. Dar categoría de mundial a un conflicto entre estados e ideas occidentales es un gran error que ha marcado toda relación de Occidente con el resto del mundo. De hecho esta idea es la base del colonialismo y el pecado original del postcolonialismo al no examinarse esta concepción de la historia y la sociedad mundial, de hecho es la razón del gran fracaso en las relaciones internacionales que estamos viviendo.
La occidentalización de las élites mundiales no occidentales durante los años sesenta y setenta fue una moda más que un espejismo y las modas, como todo, son pasajeras. El fracaso socialista ya en los setenta y ochenta, la caída de la URSS y el empuje de Occidente hizo ver a las otras civilizaciones que debían de replegarse en su identidad para sostener la embestida total. El caso más obvio es el de los musulmanes pero también los chinos, que a finales de los años noventa iniciaron una significación del país (que en sí mismo es una civilización: la confuciana) con el ataque a Budistas en el Tíbet y los musulmanes en Xinjiang o la vuelta al Hinduismo institucional en India o la vuelta al tradicionalismo en Japón (una civilización-país).
Se han invadido países y destrozado sociedades bajo el pretexto de la modernidad (democracia y liberalismo) como ha sido el caso de Afganistán en 2001, Irak en 2003. Esto, que no es más que una vuelta de tuerca a la estrategia de la Guerra Fría de “sentarse sobre recursos y países” para evitar que, como mínimo, se desmarquen.
Para los pueblos no occidentales la civilización Occidental es un gigante con pies de barro que basa su poder en la capacidad tecnológica militar y la economía, lo cual para ellos esto hace débil a Occidente ya que entienden que no podremos llevar a cabo una carrera de fondo pero, ¿por qué?.
Curiosamente las otras civilizaciones pero, sobre todo la Islámica que se define en gran parte por su relación con Occidente (para ellos Cristiandad porque no han olvidado el origen de nuestro mundo), han entendido que somos débiles y podemos caer en su influencia. La islamización de Occidente, vista como positiva por los sectores modernistas que vamos a analizar más adelante, es un claro ejemplo de la estrategia seguida por esta civilización rival.
El hombre Occidental está desarraigado y sin certezas, sin espiritualidad y sin bases: aprovechemos el momento. Mucha gente será reacia pero muchos más verán en la mezquita la certeza que no encuentra en su civilización y el modernismo, ateo pero marxista, verá en el Islam la antítesis del Occidente que quiere remodelar y conducir, con el Islam incluido, a la síntesis: el “Nuevo Mundo Moderno”.
Sin embargo para el Islam es una ocasión histórica, puede hacer dawa y convertir a gente fuera de los límites de su mundo sin necesidad de conquistar territorios, sólo las mentes…la conversión al Islam convierte al neófito en un ente afín que forma parte activa o pasiva, es indiferente, de la debilidad y conquista (que no caída y nicho de poder) de esta civilización.
Sin embargo no es el Islam el problema. ¿Qué ocurre con el modernismo dentro de la Cristiandad?
Modernismo como fin de la historia y culmen de la civilización occidental
Tanto liberales como comunistas tenían en común la visión pésima del hombre y el afán de cambiarlo: de la idea del “nuevo hombre soviético” que debía ser perfecto nació el homo soviéticus, un ser autodisciplinado pero sin capacidad resolutiva, colectivista, sin espontaneidad, indiferente e ideologizado por la propaganda, se convirtió en el hombre-ideología.
El liberalismo tiene una visión del hombre igual de pésima y en su afán por cambiarlo han potenciado la superficialidad, el materialismo, el consumismo, el individualismo del cual emana un profundo relativismo y una competitividad total que ha convertido al hombre en el hombre-consumidor.
El modernismo, en tanto en cuanto que progresismo ideológico gramsciano ha tomado del marxismo y del liberalismo el mismo afán de destruir las bases culturales del hombre al mismo tiempo que subvierte sus valores a través de una visión relativista del mundo. Los elementos postmodernos existencialistas, estructuralistas, materialistas etc… darían a las Ciencias Sociales una dimensión de base transformadora del mundo.
Esa base transformadora del mundo será la que defina a Occidente: Todos unidos en el mercado y el consumo. Al hombre se redefine como nuevo hombre moderno ideología-consumista; es decir un ente de múltiples identidades fluidas que pueden manipularse social o personalmente llevándolo de un “todo trascendente” a un “algo definible” esta mereología estudia a las partes en su relación con el todo pero más adelante a las partes entre sí para llegar a un nuevo estatus en la cual a la sección aislada se le da la categoría de todo definiéndola de forma separada y dividiéndola de forma ininterrumpida.
Esta mutilación de la identidad de la persona es uno de los elementos que hace del hombre moderno un “algo definible” y ha desembocado en el establecimiento de un modelo de persona desquiciado que, al final, no sabe qué es ni a nivel de identidad colectiva ni identidad personal.
En ese algo definible entra la visión marxista de la tesis, antítesis y síntesis. (que en realidad viene de Fichte ya que Hegel utilizó el abstracto, negativo y concreto).
En esta visión marxista existe un dualidad que se define grosso modo como oprimidos y opresores. El oprimido es el proletario y el opresor es el burgués, sin embargo en las concepciones existencialistas, estructuralistas, epistemológicos y psicológicos, en definitiva, las Ciencias Sociales, han creado toda una variante que ha colapsado el tejido social.
De la visión marxista del hombre y la mujer como oprimidos y opresores ha nacido la guerra de sexo;
De la visión marxista de las razas como oprimidos y opresores ha nacido las confusiones de identidad;
De la visión de las religiones como oprimidas y opresoras ha nacido el anticlericalismo postmoderno.
De la visión de las naciones como oprimidas y opresoras ha nacido el inmigracionismo.
Curiosamente el inmigracionismo y la guerra de razas está íntimamente relacionado porque el marxismo postmoderno ha trascendido la visión marxista del proletario – burgués al europeo blanco – inmigrante no blanco, por eso la defensa desde la izquierda occidental hace primar al inmigrante sobre el trabajador autóctono, que se ve desamparado en la defensa de sus derechos laborales.
Esta concepción étnica de la neoizquierda deviene en racismo ya que el objetivo es que el blanco, como tesis, representa la opresión y el no blanco, como antítesis, representa el oprimido. La única forma de empoderar al “oprimido” es mediante el ataque del “opresor” detectando una serie de “privilegios” que no existen pero que deben ser removidos creando una síntesis que se define en la degradación y represión del blanco y su discurso frente a los no blancos y en el mestizaje como síntesis en Occidente y como primer paso para eliminar toda forma racial y homogeneizar a la población.
Esto puede ser definido de una forma más clara aún. La inmigración y el inmigrante está siendo utilizado por el progresismo moderno para lograr sus objetivos.
En la visión de la guerra de sexos, por ejemplo, hay un factor nuevo que se da con las teóricas del feminismo y la psicología con la redefinición de sexo y género y la disociación del mismo producto de la reducción del hombre como todo trascendente al algo definible. Ese ejercicio abstracto de definición de identidades (el sexo es una parte pequeña de la identidad total del hombre) al ser subvertida y amplificada da lugar a nuevas redefiniciones seccionando esa parte convertida en todo que, como un fractal, puede ser seccionada de nuevo y redefinida.
De ahí la diferencia entre sexo, género, autopercepción etc…, destruyendo la psique del hombre y reduciéndolo a un mero despojo desquiciado que será el perfecto “nuevo hombre moderno”. Ese “nuevo hombre moderno” no se define por nada, está vacío ya que es pura ideología al estar privado de identidad personal y colectiva: no sabe si es blanco, europeo, hombre, heterosexual, adulto…es lo que quiera porque contiene todo y nada ya que puede ser cualquier cosa en cualquier momento ya que tiene la capacidad de redefinirse y romper su identidad de forma constante y fluida, ¿entonces cual es el puntal que sostiene la identidad del hombre sin identidad?. la ideología modernista como abstracto, el activismo como concreto y el consumismo como ritual.
De hecho si el hombre-ideología es el objetivo la única forma de sostener la tensión psicológica de este “hombre nuevo universal” es mediante la superficialidad intrascendente y la intoxicación mediática y la constante opinión sobre todo tema que se presente. ¿No se han dado cuenta cómo gente famosa del mundo del deporte, las artes o la sociedad son preguntados constantemente sobre cuestiones de índole social y política con una alta carga ideológica mediante cuestiones capciosas y comprometidas?, ¿no se han dado cuenta cómo conocen la graves consecuencias que pueden tener sus palabras por el mero hecho de poder disentir, con independencia de la profundidad de la argumentación de su respuesta?.
El modernismo entonces, como totalitarismo social, es el gran problema de la civilización occidental porque no es una evolución en el recorrido de flujo histórico sino una ruptura con la realidad y con el devenir colectivo de la civilización al no criticar o sentar las bases de un desarrollo sino por destruir y subvertir de forma iconoclasta toda seña de identidad personal o colectiva.
La civilización Occidental, antaño Cristiandad, está compuesta por el Catolicismo (mundo Mediterráneo Occidental, América Latina), Protestantismo (mundo anglosajón-norteamericano) y Ortodoxia (mundo eslavo). Estas ideologías nacen de la concepción relativista Protestante, con el fin de las autocracias continentales y con el cambio de rumbo del Catolicismo tras el Concilio Vaticano II, penetra en la iglesia romana. Ahora mismo el único motor tradicional en Occidente es el mundo eslavo ortodoxo resurgido tras la caída del mundo socialista, especialmente en Rusia pero también en Serbia o Rumanía.
¿Cómo definirnos?
Las definiciones de la Guerra Fría son insuficientes ya que no tienen más profundidad que una mera cuestión institucional de reparto del poder (que se puede dar en contextos autoritarios veamos Rusia o Bielorrusia) y mercantil (liberalismo), cuestiones que no son trascendentes porque la importancia del mercado y las exportaciones ya existía como puntal geopolítico con los Sumerios, no es nada nuevo, así como la existencia de instituciones de reparto de poder en sistemas autoritarios que usan parlamento.
Frente a civilizaciones colindantes bien definidas a nivel identitario sólo cabe una autodefinición identitaria a pesar del hándicap de que los procesos de vuelta a las raíces culturales y sociales se han dado ya en otros países de forma orgánica como reacción a procesos modernizadores tras una breve exposición, mientras que en la Cristiandad la definición es más importante dentro de nuestro espacio vital que fuera pero nuestra exposición al modernismo tóxico es mucho más alargado en el tiempo.
En primer lugar Occidente debe replegarse a los límites históricos de su espacio étnico-identitario (desde las estepas rusas hasta la costa este americana y desde el Polo norte hasta el Mediterráneo. No debe existir ningún intervencionismo más allá del estrecho de Gibraltar, Chipre, Malta y la frontera turca si no afecta a los espacios vitales europeos en los Balcanes y Cáucaso.
Entender esto es la primera base para redefinirnos: no más imperialismo, sólo comercio bajo términos justos.
Segundo, la gran tarea: el saneamiento de la cultural occidental y la destrucción de los setenta años de experimentos sociales de liberalismo marxista y gramsciano, del uso tóxico de la psicología y la sociología para la destrucción de la identidad del hombre. La acuciante necesidad de destruir al nuevo hombre moderno como consumidor-ideología intrascendente y vacío que predica el modernismo así como la demolición total de toda estructura internacional, nacional o regional que promueva estos elementos tóxicos para la salud y la viabilidad de la sociedad occidental.
¿Cómo salvar esto?, entendiendo el dominio occidental de postguerra como un interregno caótico y la necesidad acuciante de la vuelta a la identidad natural de los pueblos de Europa que tiene en el mundo Grecorromano ampliado-Germano y Cristiano el germen que se desarrollará en la Edad Media hasta nuestros días. La vuelta al derecho y la ley natural como necesidad sine qua non para la salvación de la civilización occidental en detrimento de la postura iuspositivista que separa la ley y la sociedad de la conducta natural, étnica y moral.
Rescatar la visión trascendente del hombre y la mujer como un todo, la familia, nación y estado como piedra angular de este elemento de redefinición de Occidente. Redefinición que sería, en realidad, la actualización del modelo natural de Europa y la restauración del flujo histórico tras este paréntesos de degeneración de la sociedad occidental y el individuo.
Sólo con esta actualización Occidente podrá rescatar su posición en el mundo y el equilibrio, descompensado actualmente, en el concierto de las civilizaciones como un todo definido y coordinado.