«La vida juega conmigo es… una de sus mejores novelas». María Falce, editora de Lumen, ha presentado el último trabajo de David Grossman –futuro Nobel de Literatura o no– con entusiasmo y entrega y telemáticamente con el autor israelí al otro lado de la línea. La editorial presume de un libro que llega ahora, pero que pudo llegar mucho antes: su desembarco en las librerías estaba programado para marzo de 2020, pero ya sabemos lo que pasó. Eso retuvo La vida juega conmigo durante 11 meses, casi, en el almacén. Falce lo justifica: Grossman ha querido estar en Guadalajara, Madrid, Málaga, en cada certamen y en cada festival… con el libro, en plenas facultades y sin las obligaciones del confinamiento, y eso sucederá pronto.
Qué cuenta este libro: la historia de tres mujeres, fundamentalmente, con la brutalidad de Tito de fondo y la dignidad en cada página, un elemento esencial en la obra del autor de Delirio.
Grossman reconoce que está interesado, «de una manera u otra», en la arbitrariedad del mal y del totalitarismo, en la pérdida del ser querido, en situar al individuo ante la adversidad y comprobar cómo reacciona. Y mediante la escritura, que es una forma de terapia –o de asumir la vida–, escarba en las capas del ser humano y son tantas y tan espesas que mientras escarba en ellas escarba en sí mismo. Para Grossman, «cuando uno escribe, deja de ser víctima y llama a la realidad por su nombre». En La vida juega conmigo se inspira en la historia verdadera de una mujer, llamada Eva, que fue torturada por el régimen de Josip Broz Tito y encerrada en una isla y castigada en un campo de la muerte por negarse a entregar a su esposo. «Nunca traicionó a sus amigos, ni a sí misma», dice Grossman. «Eva era sólida como una roca, tan sólida como sus ideas».
Y también le interesa a Grossman la idea de que escribir es lanzar un ancla al futuro y tomar la cuerda y seguir hacia adelante, y llegar a puertos que son inesperados y a veces inverosímiles… y se pregunta sobre la identidad y la resistencia y la rebeldía y la energía que implica ese seguir hacia adelante. Grossman sostiene que la literatura «hace el mundo más soportable» y al mismo tiempo proporciona una noción de individualidad que parece imposible en tiempos de digitalización globalizada: cuando no somos más que números y datos, la literatura –y, por extensión, el arte– nos reconcilia con la intimidad y con la ambivalencia y con los demás: «Podéis comprobar que soy un gran abogado del arte».
Le hemos preguntado desde The Objective cómo ha evolucionado dentro de sí la pasión por la escritura, desde los primeros días hasta ahora –candidato eterno al Nobel–, y esto nos ha respondido: