Hacia el exterminio de la clase ociosa, por Koldo Salazar
Desde la dialéctica y la historia marxista-materialista de la lucha de clases se entiende que las clases sociales están en lucha permanente en la historia, que se relacionan, colaboran y se enfrentan generando cambios en el mundo y en el orden social y económico.
Curiosamente, con la paz de Westfalia, el clero católico a pesar de Trento y debilitado por el protestantismo comienza a declinar, la desacralización de las naciones europeas hará que la identificación pase de ser por religión a ser por cultura (el Volkgeist de los alemanes, el espíritu del pueblo), al mismo tiempo junto con el establecimiento del estado nación y el centralismo absolutista la aristocracia pierde, aún más que el clero, su papel en el estado.
Es lo que se convierte, curiosamente, en los representantes del antiguo orden que es desplazado por una pujante nueva clase social capitalista con sus nuevos mitos y formas de vida: la burguesía, ello trae un modelo republicano, nacionalista, capitalista y rupturista que se inicia con la Revolución francesa aunque tiene cierto precedente en la revolución americana.
Del capitalismo productivo en el campo y en la ciudad, producto de las desamortizaciones postrevolucionarias, la concentración de capital, la expansión colonialista y las revoluciones industriales nace una nueva superclase compuesta por el campesinado y el proletario que pugna por el poder e imponerse.
Curiosamente no se impone a los capitalistas en Occidente sino al representante de ese viejo orden que fue cercenado en Francia: al Zar, la aristocracia y la iglesia ortodoxa por parte de esta clase ideologizada.
Tanto los burgueses capitalistas que eran (y siguen siendo muchos de ellos) liberales, como los comunistas (nacidos del sistema capitalista como contrapunto al liberalismo y con una concepción conservadora y autoritaria del estado) ven en la “clase ociosa” (aristocracia-clero para unos, burguesía liberal para otros) la decadencia y el freno al desarrollo tanto de la nación, como de la economía como del progreso de las clases, en definitiva: son los que impiden el progreso, todo lo tienen, todo lo acaparan pero no generan nada.
Tras el fin de la URSS el liberalismo se convirtió, movido por un espejismo, en una suerte de cima de la civilización universal exportable a todo y a todos, aplicable ya sin oposición dentro de “Occidente”, en el caos postsoviético del “Este” y a otras civilizaciones. Es lo que Fukuyama llama el fin de la historia y el inicio de la edad universal de paz, felicidad y desarrollo.
De los escombros de la URSS, nació el nuevo comunismo y socialismo indefinido en tanto en cuanto no había una lucha entre ideas encarnadas en estados. Cuba o Corea del Norte eran insignificantes y China estaba en un claro tránsito hacia el capitalismo más salvaje de la mano de Deng Xiaoping. No había referencias claras.
De los escombros de esta idea, de la aplicación de la dialéctica marxista y del rescate de los textos de Trotsky pero muy especialmente de Gramsci, el comunismo indefinido se definió en términos no estatistas sino que trasladó la lucha de clases a todo ámbito social. El enemigo estaba identificado ya: el capitalismo en general, que se da en Occidente, mayoritariamente cristiano, con líderes mayoritariamente masculinos y heterosexuales, esa era la tesis.
La antítesis es el resto: frente al capitalismo, socialismo, frente al hombre blanco, la inmigración masiva, el mestizaje y el desarraigo, frente al Cristianismo, el Islam o el ateísmo, frente a la familia natural las nuevas formas de familia, frente al hombre, el hembrismo y feminismo radical, frente a la heterosexualidad, las “nuevas sexualidades”, frente al bien y el mal, lo políticamente correcto o no, frente a la libertad lo público y lo privado etc…
¿La síntesis?: la sociedad nacida de la destrucción de la tesis y la imposición de la antítesis. Si nos fijamos, nada de ello es realmente social entendiendo como social la vigilancia y preservación de los principios naturales de una sociedad: trabajo digno, educación digna, vida digna.
¿Cuál es, entonces, la clase ociosa?. La clase ociosa ya no es la clase política desde el momento en que han logrado entrar en el juego institucional, tampoco son los poderes superiores a ellos como la monarquía o el gran capital a pesar de hablar en contra para mantener a sus bases, la caída de estas instituciones tiene por resultado su caída también.
Volvamos al principio: no es una izquierda estatista ni de clase, es social e indefinida, entonces ¿Cuál es la clase ociosa?: los ancianos. La campaña en contra de los ancianos y la aprobación de la eutanasia radica en la confluencia de la idea capitalista e indefinida. El capitalismo entiende que un ser que no produce riqueza (acto de trabajar y obtener el salario) es una carga para el estado debido a que consume pero no repone su consumo.
Desde la óptica izquierdista, el anciano es un elemento ocioso y naturalmente conservador que supone un lastre para sus aspiraciones sociales, son, por lo tanto, los últimos guardianes de la tesis. Incluso los militantes comunistas que defendía al estado y la clase social, la concepción social comunista está muy lejos de la indefinida o “progre”.
El objetivo, por confluencia de intereses, implica ir a por los mayores. Unos movidos por el celo economicista y otros por la necesidad de modificar la pirámide generacional definitivamente para modificar la realidad de la sociedad de acuerdo a sus designios dentro de unos países cuya natalidad está en caída libre porque los niños y adolescentes son caros de formar antes de producir (guarderías, escuela, institutos etc…), de ahí la importancia de la importación de trabajadores a través de la inmigración ilegal que sirve, también, como ácido para la destrucción de los derechos laborales y como fuerza de trabajo de reserva en el sistema capitalista liberal al tiempo que como fuerza vital social para la antítesis de la izquierda
En la izquierda el niño nacido al estar bajo influencia de unos padres que puedan estar en contra de esos principios de izquierda indefinida que quieren aplicar, esa responsabilidad parental debe ser limitada, de ahí la campaña contra la patria potestad que el estado está llevando contra los padres en temas como la educación.
Obviamente esta concepción materialista marxista y economicista está detrás de muchos elementos que apuntalan la ideología abortista (aunque no es la única y, si todo sale bien también abordaré). En definitiva, los niños son caros, molestos, son necesarios en su justa medida. A los necesarios hay que manipularlos controlando la patria potestad de sus padres.
Y a la clase ociosa, los mayores, que no producen nada y sólo consumen (bajo perspectiva capitalista, según Lagarde por ejemplo en sus declaraciones sobre las personas mayores) o que, bajo perspectiva izquierdista, tampoco son productivos porque son diques de contención y transmisor de valores contrarios a los de la indefinida izquierda progresista, hace de ellos una víctima de estas políticas que, como siempre, se reviste de bellas palabras: muerte digna.