Daniel Krauze presenta 'Tenebra': «Si ven a un político tratar de hacer política, lo que quiere es cerrar un trato»
Daniel Krauze regresa con su segunda novela, Tenebra (Editorial Destino), después de su exitosa Fallas de origen –premiada con Letras Nuevas 2012– y de nuevo con la obsesión (y la indignación) de fondo por una sociedad vil, corrompida, irrespirable. «Quise hablar de una política que no está para ayudar, que busca dinero», cuenta en un encuentro telemático con los periodistas desde su casa en México. «Si ven a un político mexicano tratar de hacer política es porque quiere cerrar un trato».
De qué trata la novela: una historia contada a través de dos personajes –Martín Ferrer y Julio Rangel– que son antagónicos: si uno es rubio, el otro es moreno –y así con todo–. Una historia que se mueve en el mundo de la política, partiendo de rincones distintos, pero que conduce hacia un mismo destino. Como explica la editorial, «las vidas de Julio y Martín se encontrarán en una encrucijada que no sólo los confrontará entre sí, sino consigo mismos».
El autor no lo quiere enmarcar en el thriller, tal y como lo comprendemos en las películas norteamericanas, porque ahí el mal tiene (o puede tener) las de perder. Krauze encuentra Tenebra como «dos dramas muy íntimos» y confiesa que ve a Martín y Julio como «dos seres patéticos y trágicos» en un mundo, que es México, absolutamente desalmado, donde no hay esperanza ni lugar para el final feliz. Han sido más de seis años los que ha dedicado este escritor a encontrar las piezas precisas para el libro, lo que le ha llevado a entrevistar a políticos y periodistas para acercarse al núcleo de la peste.
Cada mañana, dice, se pregunta qué se podría hacer para recuperar el México «insular» que conoció de joven, que tenía muchos problemas –pero no estos–. Y no encuentra salvación posible: «Creo que un lugar vil engendra y atrae a gente de estas características. Creo que un lugar corrupto engendra y atrae a gente de estas características. Y en un lugar vil, como México, la política es el epicentro de la vileza». Medio en broma, medio en serio, Krauze comenta que el lugar influye tanto que Julio, «un personaje que ha hecho todo tipo de trampas para salir de la miseria, porque esa es la forma más sencilla de hacerlo», en Islandia sería librero.
No teme por su vida, no cree que el libro vaya a cambiar nada, ni siquiera que pueda incomodar a quien no debe incomodar. Es más: esta novela –¡una novela!– le vale madre al político, al intocable. Incluso algunos políticos –«son analfabetos totales; habrán leído dos o tres libros en su vida»– le han contado, como si tal cosa, escenas que inspiran la obra. «Nunca lo van a leer. Y si lo leen, se encogerán de hombros. En México no se castiga la corrupción. Es el país en el que vivo, por desgracia». Así que este libro no espera ese destinatario, pero sí un lector de España –«la madre patria, que decimos aquí»– que pueda disfrutar y angustiarse y comprender lo que ocurre al otro lado del océano.