Nueve obras del pintor español Pablo Picasso (1881-1973) han sido donadas este lunes a Francia por su hija Maya, la tercera cesión de cuadros del artista desde la creación del Museo Picasso en París.
Lo más importante: entre las obras destacan un retrato del padre de Picasso, de 1895, y Niño con piruleta sentado debajo de una silla, un cuadro pintado poco después del Guernica, en 1938.
Es una donación «excepcional», la primera desde 1990, ha declarado en el acto, celebrado en el museo parisino, la ministra de Cultura francesa, Roselyne Bachelot.
Las obras contribuyen a mantener al Museo Picasso de París como el mayor depositario de la obra del pintor malagueño, con más de 5.000 piezas, de las cuales 300 pinturas y 200.000 documentos y objetos. La donación sirve para que los herederos de la familia Picasso eviten importantes cargas fiscales por temas de sucesión.
Maya Ruiz Picasso (86 años), hija de Picasso y de Marie-Thérèse Walter, ha estado representada por motivos de salud por sus hijos Diana y Olivier en el acto, que ha contado además con la presidencia del ministro de Economía francés, Bruno Le Maire.
Maya fue pintada a menudo por su padre cuando era niña, en los años sombríos de la II Guerra Mundial y la Ocupación alemana. «Francia fue la elección de mi padre, y yo nunca he pensado en irme a otro lugar», ha explicado la hija de Picasso en una carta leída por su hijo Olivier. «¿Qué sería de Francia sin el español Pablo Picasso?«, ha declarado por su parte el ministro de Economía.
Por orden cronológico, la primera obra donada es Don José Ruiz (1895), un cuadro de los inicios artísticos del artista. Picasso pintó a su padre de perfil, con una delicada paleta de marrones. El artista recoge la legendaria seriedad de su progenitor, un hombre que con su disciplina fue clave para que Picasso iniciara su carrera de pintor. Luego hay un Estudio para una intérprete de mandolina (1932), una obra mixta, óleo y carboncillo.
Niño con piruleta sentado debajo de una silla (1938) ha sido la obra escogida para ser desvelada ante la prensa y los invitados. Es una obra de gran fuerza, pintada en pleno vigor artístico de Picasso. Un retrato en blanco y negro, cubista, que recuerda plenamente a los personajes acorralados del Guernica, que había causado sensación un año antes.
El Retrato de Émilie Marguerite Walter (Mémé) de 1939 guarda el mismo estilo, pero el personaje está pintado con color y presenta una sonrisa bonachona. Se trata de la abuela de Maya, la madre sueca de Marie-Thérèse.
Una escultura, La Venus del Gas, de 1945, demuestra la capacidad de sorprender de Picasso. El artista tomó un quemador de gas, lo enderezó, le puso un pedestal de madera y por arte de magia, lo transformó en una diosa de aires prehistóricos.
La influencia de los grandes maestros aparece en cambio con El Bobo (1959), un óleo que se apropia de la figura del enano de corte, que tan a menudo retrató Velázquez. El personaje aparece riendo, con una botella en una mano y una sartén con lo que parece ser dos huevos fritos en la otra.
Picasso también estaba enormemente interesado por la pintura de su país de acogida, y su hija ha donado al museo un cuaderno de dibujos sobre el cuadro Almuerzo sobre la Hierba de Edouard Manet (1863).
Cabeza de hombre es de 1971, en la etapa final de Picasso. Este óleo fue elegido para ilustrar la portada del catálogo de la última exposición en vida del artista.
La última pieza donada a Francia no es una obra de Picasso, sino que lo acompañó toda su vida desde que la compró en la primera década del siglo XX. Se trata de una estatuilla Tiki de las Islas Marquesas, un magnífico ejemplar de arte primitivo.
«Es un nuevo enriquecimiento (para el Museo Picasso) con obras que mi madre siempre conservó con la intención de que fueran a parar a un museo», ha declarado a la AFP Olivier Widmaier Picasso, nieto del artista.