España VS. Reino Unido: 10 encontronazos (parte II)
«Y desde hace más de dos siglos, nada ha habido entre dos viejos enemigos que, pese a todo, se miran con respeto, odio y admiración, a partes más iguales de las que creemos o nos gusta reconocer».
Ya hemos visto en la primera parte que, hasta el XVIII, nos pusimos a ser Imperio pero con ganas, pese al empeño de ponernos los de la negra leyenda un borrón con eso de la derrota de la Spanish Armada (que es sólo parte de la llamada Guerra Anglo – Española de 1585 a 1604, y que ya vimos que cayó de nuestro lado pese a la BBC y Hollywood). En el momento en que los choques fueron más frecuentes y complejos fue a partir de que ambas naciones lucharon por la supremacía para poder navegar enseñoreados por sus mares, siendo sus territorios de ultramar cada vez más globales (o globalizados, que se dice ahora).
En aquellos momentos, la geopolítica no se llamaba así, pero ya existía, y controlar plazas, lugares o rutas, era muchísimo más importante que ahora como fácilmente podemos suponer. España en una supuesta decadencia (aunque no tanta como nos dicen), e Inglaterra ya convertida en Reino Unido y en franca pujanza (no continental, que para eso estaba ahí Francia luchando por ser por fin, importante), estaban abocadas inexorablemente a nuevos encontronazos.
6.- 1762. Una perla en el Caribe había sido objeto de permanente deseo de los amantes del filibusterismo y el corso (o sea, de los hijos de la Gran Bretaña): Cuba. Desde Portsmouth y Martinica, una armada inglesa de 53 navíos de guerra y 200 de transporte, con más de 15.000 soldados, todo ello al mando del almirante sir George Pocock, se dirigió hacia La Habana. Los cañones del castillo del Morro hacen que sea más prudente desembarcar por otra zona, aunque el incompetente del gobernador de la isla le dio por quemar las naves para evitar la entrada de los buques ingleses… quedándonos sin barcos y dejando la defensa a puro machete. Y no es exageración, pues el alcalde de la villa de Guanabacoa, don Juan Antonio Gómez, protagonizó la primera carga de machetes que se conoce. Desde la posición de La Cabaña, se hostiga también al enemigo. Por poco tiempo. Pero queda el castillo. Los 30 cañones del Morro contra los 143 de los cuatro buques ingleses que, libres de entrar tras la estúpida decisión de la falla naval, se arrimaron tanto para poder hacer daño, que casi se quedan sin dos de ellos, quedando sólo uno ileso. El artífice y héroe de la defensa, el santanderino don Luis Vicente de Velasco, puso tan en jaque el ataque, que las bajas de vencedores y vencidos quedó casi a la par. Una de las bajas, fue la suya. La Marina de Guerra Británica hasta entrado el siglo XX, tiraba salvas en su honor cada vez que pasaban por Noja, su tierra, pues su bravura fue honrada hasta en la Abadía de Westminster.
7.- 1779. Por supuesto que un paso como el del Estrecho, no iba a ser lugar para ser dejado en uno de sus extremos, a enemigos declarados como los ingleses. Ya se volvió a intentar recuperar en 1727, pero cuando verdaderamente se quiso dar el auténtico tour de force fue durante el llamado tercer Sitio de Gibraltar, donde se intentó hacerlo por el mar incluso con unos ingenios que, ciertamente, se adelantaron a los tiempos. Podríamos hablar casi de un cerco con portaaviones, si no fuera porque por no existir no existían ni los montgolfieres. Se llamaron baterías flotantes… y no nos valieron de mucho la verdad. Por tierra, batallones de las llamadas guardias valonas, dragones franceses, y artilleros españoles. Por mar, jabeques y cañoneras, y sobre todo, una flota al mando de don Juan Cayetano de Lángara para efectuar el bloqueo de suministros para que el asedio tuviera el éxito que en los anteriores no tuvo. Parecía que el sitio iba a tener tal éxito, pues la flota de socorro inglesa parecía no ser capaz de llegar… pero llegó. En el cabo de San Vicente 21 barcos de línea se enfrentaron hasta la madrugada contra los 11 de Lángara que, pese a su valor, no fue capaz de evitar que el sitio se rompiera. Las diez baterías flotantes citadas, puestas con posterioridad, no sólo no fueron ningún éxito, sino que en su destrucción murió el célebre escritor don José Cadalso. Negociaciones, nuevas flotas, y acuerdos planetarios (pues jugábamos ya en un tablero global) no nos devolvieron Gibraltar, pero al menos de esa sí recuperamos Menorca.
8.- 1781. Los cambios de cromos entre el Reino Unido y España, con Francia de por medio, no acababan de gustar, y que si te doy Florida pero márchate de La Habana; dame la Luisiana que tú no puedes; ¿alguien quiere Santo Domingo?; Manila, nuestra, ¿no? Pues en esas andábamos, cuando los casacas rojas se encuentran con su propio patio revolucionado en esas 13 colonias que tenían entre territorios españoles y franceses. Y ante la ruptura de hostilidades, el gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, un probado luchador que ya venciera a los apaches junto al río Pecos, y con una vida como para una trilogía de Peter Jackson, vio la ocasión de recuperar Florida. La batalla se daría… en Pensacola. Un insólito ejército de soldados de raza blanca, negra, cobriza y mestiza, desembarcaría tras neutralizar la flota las defensas británicas. Nuestra infantería de marina desaloja a los británicos a la bayoneta, mientras en la rada, encalla el buque insignia en las defensas clavadas en el lecho bajo las aguas. Dudas del jefe de la escuadra, un tal Irazábal, lo que hace que Gálvez se lance con su bergantín a despecho del inglés, dando ejemplo, y haciendo que la flota española entre a la bahía bramando plomo por sus bronces. Sitia la plaza, y tras dos semanas, los obuses hispanos logran abrir brechas, ganar la plaza, rendir y hacer prisioneros al general Campbell y al almirante Chester. La victoria no sólo haría recuperar Florida, sino que fue fundamental para que los rebeldes americanos pudieran ganar, así, en Yorktown, su Guerra de Independencia. De nada.
9.- 1797 – 1805. Si hay un héroe entre los marinos ingleses, ese es Lord Horacio Nelson. Al que le dejamos hecho unos zorros y algo peor. En las Canarias, quiso tomar Santa Cruz de Tenerife, con 4 navíos, 4 fragatas, y algunos navíos más de apoyo, y unos 4.000 hombres. El gobernador de Tenerife, don Antonio Gutiérrez de Otero, supo estar presto para las defensas, y hasta organizar milicias, pues contaba con menos de la mitad de soldados para la defensa de la ciudad. Varios desembarcos repelidos por calles y plazas, y al final, derrota inglesa y Nelson que se queda sin brazo. Fue entonces cuando cambió de rumbo y empezó a dárselas a los franceses napoleónicos (Abukir). Y como estábamos de aliados del Empereur, pues nos tocó meternos en un plan para invadir Inglaterra y a toparnos de nuevo con don Horacio, contando con el hándicap de que el que mandaba, un francés llamado Villeneuve, se las dio de mando pese a que estábamos en Cádiz, y que quien mejor sabía de esto y de lo otro era nuestro almirante don Federico Gravina. Pues nada, al matadero; un matadero junto al cabo de Trafalgar, y a convertir (entre otros) en héroes a Alcalá Galiano, Cosme de Churruca y a miles de soldados y marineros. Nelson muere, pero el XIX va a ser ya, inglés. Y eso nos costará un Imperio.
10.- 1806 – 1808. Para concluir, me ha venido a la cabeza una vieja viñeta de Mafalda, donde se la veía en el colegio respondiendo a la pregunta sobre Las Invasiones Inglesas, dibujando a unos alborotados beatniks dando vivas a los Beatles y a los Rolling. Y es que olvidamos por estos lares un último intento por arrebatarnos territorios que aún considerábamos provincias, que por eso La Pepa de 1812 hablaba de «los españoles de ambos hemisferios». Bueno, pues los de allá (que eran también de acá aunque faltaba poco para que quisieran dejarlo de ser… pero esa es otra historia), dieron muestra de que no iba a ser cosa fácil. Y que dejarían tal vez a la metrópoli, pero no para pasar de provincia a colonia. Las expediciones contra el Virreinato de la Plata, parecieron tener en principio éxito, tomando los británicos Buenos Aires, aunque fueron desalojados y reconquistada la ciudad a los 45 días por don Santiago de Liniers con un ejército venido desde Montevideo. Los británicos entonces intentaron la invasión a la inversa, esta vez desde Montevideo, siendo rechazados cuando volvieron a intentar hacerse de nuevo con Buenos Aires. El expansionismo inglés no acabaría con estas derrotas, pero ya sería para enfrentarse con otras novísimas repúblicas, donde se habían dado cuenta de su capacidad autónoma. Capacidad que a una lejana España, apenas sin flota, le quedaba ya muy lejos.
En suma, vemos que no tantas veces las armas fueron favorecedoras del lado inglés, pero que las han hecho más sonadas y vendido como completas y mayores en calidad y número. ¡Siempre nos vendimos mal! Ambos Imperios se jorobaron por siglos respectivamente en ese mar Atlántico. Y en aquel que fuera llamado el Lago Español, aún ondeo todavía un siglo más la bandera bicolor por las Filipinas, mientras una tal Victoria se hacía Emperatriz de la India. Y desde hace más de dos siglos, nada ha habido entre dos viejos enemigos que, pese a todo, se miran con respeto, odio y admiración, a partes más iguales de las que creemos o nos gusta reconocer.