El ataque más sangriento de ETA: el atentado de Hipercor
Los terroristas emplearon 200 kilos de explosivos en una acción que causó la muerte de 21 personas
Los terroristas emplearon 200 kilos de explosivos en una acción que causó la muerte de 21 personas
Pasaban ocho minutos de las cuatro de la tarde de un viernes 19 de junio de 1987 cuando un coche bomba explotaba en la primera planta del aparcamiento del centro comercial Hipercor de la avenida Meridiana de Barcelona. Ese día, ETA cometía su atentado más mortífero causando la muerte de 21 personas, cuatro de ellas niños, y dejando heridas a otras 45.
Los terroristas emplearon unos 30 kilos de amonal junto a gasolina y otros componentes como escamas de jabón y cinta adhesiva en bidones de plástico, formando un conjunto de 200 kilos de explosivos que instalaron en el maletero de un vehículo y accionaron con un temporizador, según detalla la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso.
Hacia las tres de la tarde y tras colocar los explosivos en el vehículo, uno de los miembros de la banda terrorista realizó tres llamadas a la Guardia Urbana, a Hipercor y al diario Avui avisando en nombre de ETA de que tendría lugar una explosión en los grandes almacenes entre las 15:30 y las 15:40. La policía barcelonesa, la Policía Nacional y los vigilantes del centro comercial comenzaron las labores de búsqueda del artefacto pero no fueron capaces de encontrar los explosivos que se encontraban en el maletero de un coche.
Cinco minutos antes de que diesen las 16:00, tras ver que había pasado el tiempo de aviso, la dirección del centro comercial y las fuerzas policiales no vieron necesario evacuar el centro y se dio por hecho que se trataba de una falsa alarma, aunque una patrulla decidió permanecer en las puertas del centro hasta las 16:05. Solo tres minutos después de que abandonaran el lugar se produjo la explosión que abrió un cráter en el suelo y un agujero en el techo, por el que una bola de fuego abrasó a todas las personas que encontraba a su paso y que hizo que varias de ellas cayeran desde la planta baja hasta el garaje, donde el fuego y la humareda eran más intensas.
De las víctimas, 15 murieron en el acto y 6 en los días siguientes por quemaduras de segundo y tercer grado o por asfixia. Otras 45 resultaron heridas y muchos de ellos tuvieron que permanecer meses en el hospital para curar sus lesiones. Entre los heridos, existen casos como el de Andrea, que sufrió varias deformidades y la amputación de un dedo; los de María Virtudes y Carina, con importantes cicatrices hipertróficas permanentes; o el de Milagros, empleada de los grandes almacenes que estaba embarazada, y cuya hija, Jessica, nació con una pérdida de capacidad auditiva por la explosión.