¿Se está lucrando Greta Thunberg con el activismo climático?
Unos la admiran, otros la detestan. O cautiva o da repelús. Greta Thunberg, la activista climática más joven del planeta, ya no lo es tanto
Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg, más conocida como Greta Thunberg, ha vuelto a ser noticia por su presencia en la Cumbre del Clima de Glasgow, donde no ha variado mucho el discurso con respecto a la COP25 de Madrid de hace dos años, que debió celebrarse en Chile. Llegó in extremis a la cita climática de la capital de España, que calificó de «fracaso» de antemano, y en esta de Escocia ha dicho lo mismo: «No es ningún secreto que la COP26 es un fracaso. No es que los poderosos no hagan nada, es que están trabajando activamente para beneficiarse cada vez más de este sistema destructivo». Greta cree que «es obvio que las cumbres del clima se han convertido en eventos de relaciones públicas, que solo sirven para perpetuar la pobreza y la desigualdad», pero no se las pierde allá donde tengan lugar.
La historia de esta joven activista climática llegará pronto al cine de la mano del director sueco Nathan Grossman, que ultima el documental I Am Greta (Soy Greta) con la intención de «mostrar la cara más desconocida» de la nórdica. La película arranca con la huelga escolar iniciada el 20 de agosto de 2018 ante el Parlamento sueco para pedir al Gobierno de Suecia que redujera las emisiones de carbono según lo establecido en el Acuerdo de París y acaba en la Cumbre del Clima de Nueva York de 2019. Pero antes de la presentación —hay un tráiler— ya cosecha críticas que tachan el documental de pura promoción de la activista.
«Huelga escolar por el clima»
Greta recuerda siempre que la primera vez que escuchó a alguien hablar sobre el cambio climático, en su Estocolmo natal, tenía solo ocho años y eso le hizo plantearse por qué se hacía tan poco al respecto. A los 15 años empezó a manifestarse frente al Parlamento sueco y eso es lo que le dio popularidad. Se sentaba delante de la fachada con una pancarta en la que podía leerse en su idioma: «Huelga escolar por el clima». La lleva siempre encima y la muestra constantemente en su Instagram. Esa acción ante el Congreso sueco pasó a ser cotidiana todos los viernes y más de 200.000 jóvenes de todo el mundo siguieron sus pasos hasta el punto de que las protestas llegaron a sucederse cada viernes en 270 ciudades de todo el planeta. Su frase «el modelo actual es insostenible» caló desde el primer momento.
Desde entonces, Greta ha participado en multitud de actos sobre el clima y su mera presencia es todo un acontecimiento. No suele dejar indiferente: o cautiva o da repelús. La activista sueca, que el 3 de enero cumplirá 19 años, tiene millones de entusiastas que llegan a venerarla, pero también millones de detractores que piensan que cualquier acción en la que participa es un detestable montaje interesado.
«Niña consentida» o «enferma» de Asperger
Los negacionistas del cambio climático encabezan la lista de enemigos de Greta Thunberg y en España, partidos como Vox no pueden con ella. Los que no comulgan con la sueca la tachan en las redes sociales de «niña consentida», de ser «solo apariencia», de estar «enferma» o de «loca». Y es que a eso creen que pueden agarrarse porque, con 11 años y tras entrar en una profunda depresión, a Greta le diagnosticaron Síndrome de Asperger —algo que ella considera un «superpoder»—, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo. El Síndrome de Asperger forma parte de los trastornos del espectro autista (TEA). Las personas con esa patología muestran «dificultades, de gravedad variable, en la interacción social y en la comunicación, así como actividades e intereses en áreas que suelen ser muy restringidas y en muchos casos estereotípicas».
Muchos de los detractores de Greta aseguran que su activismo se ceba en sus achaques mentales. Otros consideran que sus padres no han sabido darle la educación adecuada y que en ningún momento han intentado mitigar su actividad porque son parte interesada en un entramado millonario propiciado por la joven. Algunos de los que no la tragan también se plantean cómo consigue Greta el dinero necesario para desplazarse por el mundo en su afán climático, porque además solo se sube en medios alternativos a los contaminantes coches y aviones. Viaja en barco si es de vela o en tren, como si los trenes no contaminaran.
«Mi nombre es Greta Thunberg»
En enero de 2019, Greta viajó con su padre en tren desde Estocolmo a Zúrich, en Suiza, en un trayecto de 32 horas. Lo hizo para participar en la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial, que se celebró en la ciudad helvética de Davos. Allí fue recibida por la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
Pero el gran momento de Greta había llegado un año antes, cuando el 4 de diciembre de 2018 dio un discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP24), en Katowice (Polonia): «Mi nombre es Greta Thunberg, tengo 15 años, soy de Suecia. Ustedes solo hablan del crecimiento económico verde y eterno porque tienen demasiado miedo de no ser populares…».
Que no le falte de nada
La adolescente, además, ha obviado o rechazado cuantiosos premios económicos. La verdad es que hay pocos activistas pobres y Greta tampoco tiene problemas de dinero a pesar de ser una estudiante. Uno de sus abuelos, el actor y director de cine Olof Thunberg, se encargó de que a sus padres, a ella y a su hermana Beata no les falte nunca de nada.
Greta es hija del actor Svante Thunberg y de la cantante Malena Ernman, que representó a Suecia en Eurovisión 2009 y quedó en el puesto 21 de 25 participantes, el segundo peor resultado del país en un certamen que ha ganado seis veces. Ellos fueron los primeros contra los que arremetió Greta para que tomaran medidas contra el cambio climático en casa y tuvieron que reacondicionarla. Greta no come carne y así se lo inculcó igualmente a sus padres y a su hermana: ahora son todos vegetarianos. En el libro de 2018 Escenas de corazón, la activista incluyó sus discursos y hablaba de su familia.
Beata, la hermana feminista que canta
El padre de Greta es un malogrado actor que se ocupaba de ella y de su hermana Beata cuando eran pequeñas. La madre, Malena, solía estar de gira y pasaba poco tiempo en casa. Por eso Svante ha asistido más a la progresión de Greta como activista climática y la ha acompañado a todas partes. Hijo de la actriz Mona Andersson y de Olof Thunberg, Svante apenas se ha prodigado en la interpretación. Se ha dedicado sobre todo a sus hijas y a actuar como manager de su esposa.
Papá es el gran aliado de Greta en su cruzada climática, mientras que Beata prefiere a mamá e intenta seguir sus pasos en el mundo de la canción. Pero, ojo, Beata, dos años menor que Greta, también es activista, aunque en lugar de decantarse por el clima, prefiere el feminismo. También le tira la lucha contra el cambio climático, pero no quiere meterse en la parcela de su hermana. Greta casi acaba con la carrera de mezzosoprano de su madre al pedirle que ella tampoco se desplazara en avión en sus giras. La mujer le hizo caso, comenzó a desestimar actuaciones y, con ello, a perder trabajo.
Fobia a los chicos
A diferencia de su hermana, Beata no utiliza en apellido Thunberg de su padre, prefiere el Ernman de su inseparable madre, que de por sí las dos llevan por delante de Thunberg en sus partidas de nacimiento. Coincide con Greta en que ambas sufren dificultades psicológicas. Si la mayor padece Síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo, Beata sufre de TDAH con rasgos de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno de oposición desafiante. Como Greta, también lo considera un «superpoder».
La pequeña de los Thunberg tiene un carácter difícil que su madre lleva mejor que nadie. Malena detalla en la biografía familiar, Nuestra casa está ardiendo, que la chica tiene manías y fobias de todo tipo, sobre todo hacia los chicos por el hecho de serlo, y pone como ejemplo que Beata no juega a las cartas porque el rey siempre gana a la reina y no lo considera justo. La chica va de la euforia al pánico con una facilidad asombrosa, así que mamá Malena se ha especializado en comprenderla y la apoya en su lucha por los derechos de las mujeres. Además, Beata canta, baila y hace gimnasia, aunque no le gusta el deporte porque los chicos son «demasiados competitivos».
«Nada ha cambiado»
Greta, doctora honoris causa por la Universidad de Mons, en Bélgica, ha logrado muchas cosas hasta ahora a pesar de que tiene 18 años, pero según ella «nada ha cambiado» en cuanto al clima. La frase la repite año tras año. A nivel personal, solo hay algo que parece haberle provocado un poco de ilusión a la pequeña activista sueca, y es haber sido Personalidad del Año y portada de Time en 2019. La prestigiosa revista la había incluido en el puesto octavo entre los 25 adolescentes más influyentes del mundo y como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo, y entonces se refirió a ella como la «líder de la próxima generación». Greta ha sido propuesta por tres políticos noruegos para el Premio Nobel de la Paz.
Los Thunberg —o los Ernman— son una familia peculiar y Greta es su máximo exponente. Se les ha acusado de ser un entramado familiar cuya única finalidad es lucrarse a costa de la lucha de Greta contra el calentamiento global, pero medios económicos nunca les han faltado y han rechazado cuantiosas recompensas asignadas a la pequeña activista. «Si a los adultos no les importa mi futuro, a mí tampoco», dijo Greta cuando dejó de ir al colegio como señal de protesta por la inacción mundial por el clima. Y desde entonces es el gran aliciente de cada asamblea que vaya a abordar de alguna manera el tema. Quizás no recordaremos qué han deparado esas reuniones, pero sí que allí estuvo Greta Thunberg.