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Impunidad, descaro y pirotecnia: una hipótesis de Valencia

El periodista Rodrigo Terrasa publica ‘La ciudad de la euforia’ (Libros del KO), una crónica de veinte años de corrupción en la Comunidad Valenciana

Impunidad, descaro y pirotecnia: una hipótesis de Valencia

LIbros del K.O.

Cuando se empieza a leer La ciudad de la euforia (Libros del KO) es inevitable acordarse con frecuencia del subtítulo que su autor, el periodista de El Mundo Rodrigo Terrasa (Valencia, 1978), ha dado a su crónica de la corrupción de la Comunidad Valenciana bajo los Gobiernos populares de Eduardo Zaplana (1995-2002) y Francisco Camps (2003-2011) y de la alcaldesa de Valencia Rita Barberá (1991-2015): ‘Una hipótesis de la mafia’. Pero no una que remite a los personajes sanguinarios aunque austeros y camuflados entre aldeanos propios del crimen organizado siciliano de Totò Riina o Bernardo Provenzano, con sus casuchas en pueblos agrestes y sus pizzini como método analógico de comunicación. Más bien una que recuerda a personajes histriónicos y ridículos propios de películas de Scorsese como Uno de los nuestros o Casino

Todo se hacía no ya al aire libre, sino con un nivel de ostentación e impudicia que cuesta creer cuando se lanza una mirada retrospectiva a aquellos años de dinero de la construcción a espuertas regando los partidos, las consejerías y las concejalías más sensibles al negocio: tránsfugas que se ufanan de serlo, concejales que blanquean dinero del partido o cobran mordidas y se lo cuentan por teléfono a sus allegados, directoras de museos o responsables de organismos más cerca del vedetismo que de la gestión pública, alcaldes y alcaldesas en fiestas de pijama o en yates con empresarios con sobrenombres como ‘la polla insaciable’, arquitectos estrella incapaces de hacer un edificio sin grandiosidad, goteras y sobrecostes.

«Cuando la sensación de impunidad se prolonga durante tanto tiempo como ocurrió en la Comunidad Valenciana, se pierde la noción de la realidad»

En las novelas del valenciano Rafael Chirbes, como Cremación, aún se veía algo de un pudor que apenas se aparece en La ciudad de la euforia. «Detrás de esto está una sensación de impunidad brutal, y cuando esa sensación se prolonga durante tanto tiempo como ocurrió en la Comunidad Valenciana, se pierde la noción de la realidad», explica Terrasa, que el pasado lunes presentó el libro en Madrid.

Pese a esa incredulidad que se apodera del lector por momentos al leer, por ejemplo, cómo a una misma persona le tocaba la lotería cada año o prometía un Ferrari para cada vecino si ganaba, ahí está una hemeroteca que causa sonrojo, y a partir de la cual Terrasa ha levantado esta crónica. Un libro escrito con un gran pulso literario para el retrato biográfico y con un afilado olfato para entretejer todas las tramas de un dramatis personae entre chistoso y deprimente que marcó una época, no sólo en la Comunidad Valenciana.

Por aquí desfilan personajes como Francisco Correa y ‘El Bigotes’, prebostes de una trama Gürtel que terminaría por estallar con efecto retardado en 2018 en una sentencia que marcaría el final el Gobierno de Mariano Rajoy y el cambio del ciclo político. ¿Cómo pudo suceder? «Precisamente quería explicarme a mí mismo y a los demás cómo fue posible todo esto, cómo había funcionado ese mecanismo, esa telaraña social», confiesa el autor tras explicar que la llegada de ambos personajes a Valencia tiene un origen bastante elemental como la derrota de sus antiguos clientes en Madrid cuando el PP pierde La Moncloa en 2004.

Diseño de portada: Artur Galocha | Editorial Libros del K.O.

La bandera del valencianismo como escudo

«Nadie te puede decir cosas como que no se imaginaba que Carlos Fabra, que fue presidente de la diputación de Castellón, era un corrupto: lo era y lo parecía», explica aún con tono de incredulidad. De la misma forma que nadie podía creer en la probidad del que fuera consejero Rafael Blasco, «al que habían expulsado del PSOE por sospechas de corrupción y el PP lo ficha para construir su proyecto político». Un personaje, Blasco, que acabaría condenado por nada menos que desviar hacia su bolsillo dinero de la cooperación al desarrollo. ¿Cómo empezó todo? ¿Tanto peso tuvo el boom inmobiliario que comenzó a mediados de la década de los 90 del pasado siglo, y que terminaría en un fuego pirotécnico fallero a finales de los 2000? ¿O es algo previo, como se deja ver en el libro en algunas tramas que remiten a la década de los 80? 

«Quería explicarme a mí mismo y a los demás cómo fue posible todo esto, cómo había funcionado ese mecanismo, esa telaraña social»

«El Partido Popular fue muy hábil para identificar su proyecto con el concepto de valencianía, algo parecido a lo que pasó en Andalucía con el PSOE en su momento, o con CiU en Cataluña, y desmontar eso después de 20 años es complicado», afirma. Y aquí, insiste, jugó un papel central el hecho de que los ciudadanos valencianos se sintieran discriminados en inversión y atención frente a otras regiones durante demasiados años. ¿Dónde estaba la Comunidad Valenciana cuando Cataluña presumía de las Olimpiadas del 92 o Andalucía de su Exposición Universal de Sevilla y de su AVE? Conviene no perder de vista la reflexión ahora que se vuelve a negociar un sistema de financiación autonómica que actualmente es muy desfavorable a la Comunidad Valenciana.

La risa helada y la autocrítica democrática

El pintoresquismo grotesco y el descaro de los personajes llegan a sacar carcajadas entre sorprendidas e incrédulas, como en el capítulo en el que un hoy expresidente del Valencia Club de Fútbol y empresario local, planea el secuestro de uno de sus deudores, una risa de la que parecía consciente el autor. «Quise evitar que pudieran parecer personas que causaran más atención morbosa que escándalo», dice para explicar por qué decidió intercalar capítulos con testimonios reales de testigos de la Agencia Valenciana Antifraude, quienes narran con un tono derrotado las innumerables complicidades sociales de quienes tejieron una red que les hizo la vida imposible cuando dijeron «no». Confesiones que devuelven al lector al punto de partida desde el que Terrasa escribe el libro, y desde donde es difícil escudarse en que todo era asunto de cuatro corruptos.   

«Cuando tú has sido presidente de un partido condenado por financiación irregular (…) sorprende que vayas lanzando mensajes de persecución con los que buscas situarte como una víctima, envuelto en la bandera y tratando de hacer creer que cualquier acusación contra ti es un ataque contra la Comunidad»

Tras la lectura de La ciudad de la euforia, es inevitable preguntarse cómo asume hoy la propia ciudadanía un pasado tan poco edificante, si ha habido algún acto de contrición. «Tengo mis dudas», reconoce Terrasa, que pone como ejemplo al expresidente Camps, hasta ahora absuelto de los juicios penales, como el que le juzgó por cohecho por supuestamente haber aceptado unos trajes como regalo, y que finalmente acabaría con su carrera política, y se explica: «Cuando tú has sido presidente de un partido condenado por financiación irregular, y presidente de un Govern con la mitad de los consellers procesados, imputados o encarcelados, cuando has tenido veinte casos de corrupción en las diputaciones, los principales ayuntamientos, sorprende que vayas lanzando mensajes de persecución con los que buscas situarte como una víctima, envuelto en la bandera y tratando de hacer creer que cualquier acusación contra ti es un ataque contra la Comunidad». 

Pero el autor añade enseguida una verdad irrefutable que remite a la forma más contundente para saldar cuentas en democracia, y es que el PP de Camps y sus herederos terminaría por perder las elecciones en 2015, «algo que parecía totalmente impensable hace no tanto tiempo, de modo que algo de autocrítica hemos tenido que hacer».

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