Alfonso Berardinelli, una loa a la mala costumbre de pensar
El intelectual y crítico cultural italiano publica ‘Contra el vicio de pensar’, una recopilación de artículos y reflexiones en clave de ensayo sobre la crisis de refugiados, la salud de la democracia o la pandemia
Como una invitación a la duda. Así presenta el intelectual italiano Alfonso Berardinelli —uno de los más reputados en su país— Contra el vicio de pensar (Círculo de Tiza), un volumen de artículos y reflexiones sobre estos tiempos convulsos donde perfila sus pensamientos sobre la democracia, la xenofobia o la pandemia. Agitador cultural cuya voz se sale del establishment italiano. hasta el punto de que llegó a abandonar la cátedra de profesor de Literatura Moderna que ocupó durante 20 años, el crítico literario y ensayista no teme nombrar lo innombrable. De ahí la duda. Con un lenguaje directo, el autor de Leer es un riesgo (Círculo de Tiza) recorre cualquier tema por espinoso que sea y hace frente, entre sus páginas, a sus propios debates internos, con una mente cruda y sincera.
Así, dividido en estos tres ejes centrales: sobre la xenofobia, la crisis democrática y sobre «ese fin del mundo» que escapa a nuestro control, Berardinelli aborda ya en sus primeras capítulos los límites de la libertad de expresión. Ahora bien, matiza en una entrevista concedida a The Objective, «sería útil, si no necesario, distinguir entre libertad de expresión y libertad de pensamiento».
«Querer reírse siempre hace que uno se vuelva estúpido. Y muchas tragedias, empezando por las guerras, surgen de nuestra estupidez»
«Me parece que hoy en internet no solo todo el mundo tiene demasiadas cosas que decir, sino que son pocos los que piensan lo que dicen —continúa—. Quienes se expresan insultantes no pueden olvidar que eso provocará fácilmente reacciones violentas. Es algo que también ocurre en la intimidad, con familiares o amigos. Si quieres divertirte insultando a la religión islámica para sentirte libre, o insultando a Jesús o la Virgen, no creo que esto sea ‘libertad de pensamiento’», opina el autor, que defiende que aunque uno no sea religioso, hay algo sagrado «Las cosas de las que no puedes reírte son sagradas, por ejemplo, la muerte de otros, el sufrimiento de los indefensos y los débiles». Por otro lado, remarca, «los que siempre quieren reír demuestran que tienen un miedo patológico a poder llorar… Querer reírse siempre hace que uno se vuelva estúpido. Y muchas tragedias, empezando por las guerras, surgen de nuestra estupidez».
Tragedias como, por ejemplo, la crisis de los refugiados a la que se enfrenta hoy Europa, convertidas a menudo en arma política, y cuya solución, plantea Berardinelli en varios momentos del ensayo, tiene difícil respuesta. «Las ‘grandes migraciones’ actuales no son solo el derecho a la libertad de circulación, son tragedias que no pueden remediarse por completo con una política buenista y justa —argumenta—. Hemos perdido el sentido de lo trágico, pero los hechos trágicos existen: son los que revelan nuestra impotencia o incapacidad de predecir. La pandemia también es una tragedia. No podemos resucitar a los cientos de miles de muertos. En cuanto a los emigrantes, podemos hacer algo mejor en el futuro, pero el Mediterráneo ya es un cementerio en el presente», sentencia el pensador.
La democracia, ¿en crisis?
Ahora bien, la resistencia social a acoger a «demasiados» migrantes es otra cosa diferente, añade. «Las sociedades en su conjunto nunca son muy morales. Se puede pedir ese grado de moralidad a individuos o pequeños grupos, pero las sociedades tienen reacciones más ‘animales’. Buscan defender su propio hábitat, no quieren perderlo y tampoco quieren que cambie mucho». Es en ese panorama, explica, en el que los partidos políticos, «si quieren ganar las elecciones, se ven obligados a ser hasta cierto punto ‘populistas’, a interpretar los deseos y temores de la mayoría. Sin embargo, debemos tener cuidado de no volvernos racistas, de no pensar que hay pueblos inferiores o pueblos a los que despreciar —opina—. Esta clase de creencia de superioridad es el auténtico crimen moral».
Convertido en uno de los planteamientos que el crítico literario analiza con detenimiento entre sus páginas, el propio Berardinelli se cuestiona si no vivirá nuestro sistema político en una crisis perpetua. «La democracia es una máquina lenta y complicada —reflexiona—. Y el tan citado ‘poder del pueblo’ es una forma de utopía. Pero de todas las utopías, la utopía democrática liberal me parece la menos peligrosa. La idea de democracia también contiene una cierta cantidad de socialismo, que es el lado económico de la cuestión».
«La izquierda, pero también la derecha, intenta defender su identidad tradicional en abstracto»
De hecho, una de las tesis que mantiene sobre la crisis de la izquierda es que se ha vuelto ciega a la realidad social, incapaz de conectar con los problemas reales de las clases obreras. No obstante, el intelectual apunta que «la izquierda, pero también la derecha, intenta defender su identidad tradicional en abstracto. Muy a menudo, los políticos entienden los cambios sociales tarde. Viven en un mundo aparte, casi solo conocen a otros políticos. La cultura ha estado ausente de las fiestas durante décadas. Las ideologías del siglo XX se han derrumbado pero hoy también faltan ideas. Aprender sobre la vida política es una de las cosas más aburridas y deprimentes. De este aburrimiento también surge la indiferencia, la escasa participación política y electoral de la ciudadanía. Por tanto, la democracia parece más en crisis que antes. En realidad, no veo ningún período en la historia en el que la democracia haya podido cumplir sus promesas. Muchas promesas, poca eficacia política».
Pensar en el presente
Abierto al diálogo, el pensador italiano mantiene que, aunque imprescindible, cultirvar un pensamiento crítico siempre ha sido una tarea complicada, «tanto ayer como hoy». «Nos pasa a todos, incluso en la vida cotidiana. La velocidad a la que nos han acostumbrado las nuevas tecnologías nos ha hecho más difícil pensar», reconoce. En este sentido, incide, interpretar el presente es una de las cosas más complejas de hacer y, a la vez, más necesarias. «Sigo creyendo en el periodismo escrito porque me gusta leer y escribir. Pero, ¿quién lee los periódicos? Sólo prevalece la información estadística y el parloteo social, el talk show, el debate-show. En el teatro, con toda su larga tradición, las discusiones violentas siempre han sido más interesantes que los diálogos razonables», señala.
«Sigo creyendo en el periodismo escrito porque me gusta leer y escribir. Pero, ¿quién lee los periódicos? Sólo prevalece la información estadística y el parloteo social, el talk show, el debate-show»
En un panorama en el que incluso la sobreproducción de cultura surge de la prisa y la impaciencia, «muchas veces parece que la cultura actual ha sustituido a lo que fue en el pasado la hipocresía religiosa», analiza de forma caustica. «Un amigo mío muy de izquierdas escribió que hoy ‘la cultura es el opio del pueblo’. Por supuesto, la mala cultura del consumo rápido», puntualiza.
«Como colaborador de un periódico, aunque escribo muy pocas reseñas literarias, recibo más de una novela al día de forma gratuita—explica Berardinelli—. Todo el mundo quiere escribir novela: periodistas de televisión, cantantes, magistrados, políticos, actores… Hay más escritores que lectores. Incluso los mismos lectores también sueñan con escribir, prefieren hacerlo. Evidentemente, les resulta fácil. En la Italia de hoy hay alrededor de mil poetas. Los críticos literarios y los profesores de literatura ya no saben qué hacer, pues han dejado de leerlos…», lamenta. Sin embargo, apostilla, «la cultura no puede reducirse a ‘bienes inmuebles’, a bienes para administrar, ni a bienes para vender. La verdadera cultura es también, si no sobre todo, una crítica de la cultura», sentencia el autor.
Las dos caras de la cultura
En este sentido, recuerda en Contra el vicio de pensar, la literatura, el arte, el conocimiento no siempre ha supuesto una defensa contra las amenazas a las que estamos someditos como ciudadanos. «La cultura tiene dos caras: revela y esconde. Te hace comprender la realidad o te hace evadirte de ella. Aumenta la inteligencia, pero también el lado emocional», reflexiona el escritor. Y explica que en algunos países, por ejemplo en Alemania, «la filosofía excesiva en el pasado ha hecho que la gente sueñe con un poder político excesivo, ha aumentado la ‘voluntad de poder’ (o su ilusión). Esto también sucedió con un sistema de pensamiento como el marxismo, que quería ser la más realista de las filosofías. Pero en algún momento, los marxistas gobernantes utilizaron la teoría como una máscara ideológica y se volvieron ciegos a la realidad social».
Por su parte, y aunque no se muestra contrario o refractario a las redes sociales o las tecnologías, el ensayista profetiza que han «empobrecido los lazos sociales», al contrario de lo que pueda parecer con las videollamadas y las complejas redes de comunicaciones que han hecho posible conectarnos en cualquier momento desde cualquier lugar. «Creemos que somos libres frente a una pantalla, mientras que la sociabilidad directa y las experiencias reales dan más miedo, se evitan. Creo que la mejor parte de la velocidad de este mundo informático y plagado de ordenadores es la simplificación burocrática, pero me parece que no ha habido mucho progreso en otros sentidos», se sincera.
«La peor de las tendencias culturales de hoy es el culto al best seller, la religión de los libros más vendidos, cuya función es hacer que la gente olvide todos los demás libros»
Solícito, honesto y desafiante, los textos de Berardinelli, al contrario que la confrotación, buscan el gusto por la conversación y el buen diálogo. Aunque el italiano no tiene problemas a la hora de exponer su opinión sobre cualquier asunto, por polémico que sea, solo ante una pregunta prefiere guardar silencio: ¿Cuáles son los libros o escritores actuales que más le hayan sorprendido? «Prefiero no mencionar nombres en una entrevista, porque tendría que escribir más de un artículo para explicar mi ‘sí’ y mi ‘no’ —bromea medio en serio—. Sin embargo, me parece que la peor de las tendencias culturales de hoy es el culto al best seller, la religión de los libros más vendidos, cuya función es hacer que la gente olvide todos los demás libros», concluye.