Dora Maar, una biografía cubista a partir de los contactos de su agenda
A partir del hallazgo fortuito de una agenda de 1951 que perteneció a la artista, Brigitte Benkemoun reconstruye en ‘En busca de Dora Maar’ su emocionante vida
Periodista de profesión durante más de 30 años, a Brigitte Benkemoun no le falló el instinto el día en que su marido recibió una pequeña agenda que había comprado por Ebay para sustituir a la anterior. Casi idéntica a la otra -«misma marca, misma medida, de cuero también liso, pero más roja, más suave, con más patina», escribe-, la nueva albergaba además un tesoro oculto: un viejo listín telefónico que databa de 1951. Cuando lo abrió el primer nombre que se encontró fue el de Jean Cocteau. Después desfilaron ante sus ojos Chagall, Breton, Braque o Balthus. ¿Quién podía ser la persona que tuviera apuntados todos esos contactos?
Aquellos imponentes nombres de artistas entremezclados con otros de enmarcadores y peluqueras, le hicieron suponer que se trataba de una mujer, pintora, del círculo de los surrealistas, que había tenido contacto con Lacan y que en algún momento había solicitado los servicios de un arquitecto en Ménerbes. Fue en un viaje a este pueblecito provenzal donde, tirando aún más del hilo, descubrió que allí habían vivido en aquella época el pintor Nicolas de Staël, cuyo nombre también figuraba en el listado, y Dora Maar.
«Todo encajó cuando contacté con un galerista, Marcel Fleiss, que había organizado su última exposición en 1990. Le escribí, me citó y fui a verle con la libreta», explica. Allí compararon las letras y los contactos. «Me dijo que no había duda», sonríe Benkemoun al recordarlo sin soltar su preciada libreta de entre las manos.
Una mujer de aspecto cubista
«Yo era periodista de reportajes, también de televisión y radio, principalmente de temas políticos, nunca me había especializado en cultura y menos en arte moderno. Me gustaba mucho la pintura pero no era especialista», reconoce ahora. Aunque confiesa que ha aprendido mucho a lo largo de la escritura de esta biografía. De Dora Maar, por ejemplo, admite que solo conocía a «la mujer que llora». «Sabía que había sido mujer de Picasso y poco más», redunda.
«Dora Maar está compuesta de muchas personas y para mí es una mujer cubista, hacen falta muchas mujeres para trazar su retrato»
Y, sin embargo, si algo destaca a lo largo de esta original aproximación a la vida de la artista es la imagen de una mujer compleja y poliédrica, fuerte y vulnerable, con personalidad arrolladora y manipulable. Una mujer, con todo, imposible de reducir a una sola imagen. «Dora Maar está compuesta de muchas personas y para mí es una mujer cubista, hacen falta muchas mujeres para trazar su retrato», admite Benkemoun que, comparte, de entre todas ellas, siente debilidad por la joven Maar.
«Ella era la audaz, la supermoderna, y llevó una vida parecida a la que podría llevar una joven fotógrafa en la actualidad con sus reportajes en solitario en España, en barrios deprimidos o en los barrios destruidos por la crisis del 29. Y, aunque al mismo tiempo era pretenciosa, esnob y probablemente si la hubiera conocido en ese momento me hubiera parecido agobiante o intensa, era admirable».
Pero también lo era «la Dora Maar de 1951 cuando rehace su vida con la ayuda del psicoanálisis, es verdad que llora cada noche pero se levanta, se pinta y reanuda su vida social –continúa–. Me gusta mucho menos la mujer del final que cae en la religiosidad y que también tontea con el antisemitismo, pero comprendo que es una mujer que ha perdido la razón», sostiene, por el contrario
Dora Maar y Picasso, una relación masoquista
Datada en 1951, la agenda -con la que juega a modo de biografía en En busca de Dora Maar (Taurus), recreando escenas, momentos y relaciones de la vida de la artista-, tenía, además, otra peculiaridad. No había ni rastro de nuestro Pablo Picasso. «Las rupturas con él siempre eran muy complicadas, no se producían de la noche a la mañana. Debieron de romper definitivamente en el 44 o 45 así que en el 51 ya llevaban seis años separados», analiza la autora.
Su ausencia, no obstante, no hace más que evocar el sonido de una historia ruidosa y tóxica que, como recuerda Benkemoun comenzó con la fotógrafa jugando con un cuchillo entre los dedos y un guante con sangre, que el pintor guardó después en una vitrina de su casa como una reliquia. De la tortuosa historia entre ambosa ya se ha escrito mucho. También de las relaciones de Picasso con otras mujeres. Pero, cabe preguntarse, cómo una mujer como Maar se dejó humillar y vapulear por el artista.
«Lo que tenemos que pensar es que Dora no fue la única mujer inteligente, fuerte y guapa que se dejó dominar por un hombre. Es algo que nos incomoda y que nos hace sentir un poco mal como mujeres, pero es algo que pasa, es uno de los misterios de la psicología humana, porque desde el momento en el que conoce a Picasso, no es que renuncie a existir, como sí hizo Marie-Thérèse Walter, pero sí que se complace en esa situación de dominación», reflexiona la escritora que actualmente se encuentra, precisamente, terminando un nuevo libro sobre la modelo, también amante del pintor, donde afronta el tema de la dominación de las mujeres por parte del artista cubista.
«Cuando estudias a Picasso –tercia– te das cuenta de que era un hombre capaz de establecer relaciones de dominación y de control que van más allá del machismo, en realidad. Cualquier mujer caía subyugada ante él. Pero lo importante es recordar que Picasso era un hombre del siglo XIX y tenía una mentalidad de entonces. No podemos juzgarlo hoy como hacemos como con Weinstein o este tipo de situaciones».
Jacqueline Lamba, George Bataille y sus otras relaciones
De hecho, Picasso no fue la única relación poco sana que mantuvo Dora Maar a lo largo de su vida. Ya antes se había tropezado con el escritor y pensador Georges Bataille. «Ella ya tenía sus fisuras –coincide Benkemoun-. John Richardson, al que conocí en Nueva York y es el gran biógrafo de Picasso me dijo que para comprender a Dora Maar ante todo había que tener en cuenta que era masoquista. Aunque pueda parecer una caricatura, sin embargo, por algo le atrajeron precisamente Bataille y Picasso y de hecho si nos remontamos a la escena fundadora en el Café Les Deux Magots, cuando ella está jugando con el cuchillo, ¿qué le está diciendo en realidad? Le está diciendo mira hasta dónde estoy dispuesta a llegar por ti que incluso sangro. Eso se lo dice desde el primer encuentro. Hay una lógica que se instaura en este tipo de relaciones y fue ella quien despertó en Picasso ciertos comportamientos sádicos que a lo mejor antes no tenía. Se produce una fusión entre estas dos psicologías. Para Picasso las mujeres están al servicio de su obra».
Pero junto a Picasso, a lo largo de la guía surgen otras relaciones. Una de ellas fue con la pintora surrealista francesa Jacqueline Lamba, pareja de André Breton, con quien mantuvo una intensa relación de amistad, también con altibajos, hasta que finalmente perdieron el contacto. «Para ellas encajar en ese mundo de hombres fue muy complicado. Quizá lo fue más para Jacqueline porque Dora como comentó en varias ocasiones nunca se había considerado feminista. De hecho, llegó a manifestar cierto desprecio hacia ellas cuando envejeció, en su etapa más religiosa. En cambio, Lamba peleó para poder existir -puntualiza -. Dora Maar vivía más en una posición de sumisión e incluso de masoquismo respecto a Picasso, mientras que Lamba luchaba para poder crear».
«Para ponernos en situación –precisa–, las dos eran dos jóvenes que estudiaron pintura en París en los años 20. Eran chicas guapas, listas, ambiciosas y con mucho carácter. Ambas anhelaban encontrar a un hombre que las pudiera llevar más lejos pero no por pegarse a alguien conocido, si no realmente para profundizar más en el arte y en la inteligencia. En ese contexto, Lamba se puso el propósito de conquistar a Breton y Maar a Picasso».
De la mujer que llora a la artista que fue
Y fue Picasso, precisamente, quien la convirtió en la mujer que llora en sus pinturas. «Yo creo que él la veía como la mujer que llora antes incluso de que ella llorara, porque era un personaje muy kafkiano», puntualiza. Buena fotógrafa, para la experta en Dora Maar, Victoria Combalía, de no haber sido por el pintor, ella habría sido tan importante como Man Ray o Brassaï hoy en día. Sin embargo, matiza Benkemoun, «yo no diría exactamente que Picasso quebrara su carrera sino que la desvió. Creo que ella era una gran fotógrafa pero llevaba pocos años siéndolo, y tengo la sensación de que Picasso, cuando se cruzaba en el camino de alguien, lo desviaba de su ruta y lo dirigía hacia otra cosa».
«Dora Maar fue una gran artista antes de conocer a Picasso y sobrevivió a él. Aunque sufriera mucho después de romper, durante 50 años siguió pintando sin reconocimiento y sin éxito»
Sea como sea Dora Maar, recalca, «fue una gran artista antes de conocer a Picasso y sobrevivió a él. Aunque sufriera mucho después de romper, durante 50 años siguió pintando sin reconocimiento y sin éxito. Ese es el momento en el que se puede decir que fue verdaderamente una artista, importándole muy poco lo que se dijera de ella», concluye.
Aún queda tiempo para una última pregunta. ¿Y la agenda? ¿Qué hará ahora con ella? «Se ha expuesto en una galería pero me la quiero quedar –se ríe–, es un talismán y ha sido una suerte enorme que me ha cambiado la vida».