El valor de la libertad, según Annie Ernaux y Audrey Diwan
En ‘El acontecimiento’, Audrey Diwan refleja con verdad la esencia del relato de Annie Ernaux, la soledad y la autonomía moral de la protagonista, el valor de la libertad
«He acabado de poner en palabras lo que se me revela como una experiencia humana total de la vida y la muerte, del tiempo, de la moral y de lo prohibido, de la ley, una experiencia vivida desde el principio al final a través del cuerpo», escribió Annie Ernaux en El acontecimiento, la novela autobiográfica en la que la autora contaba la aterradora experiencia de su aborto clandestino a principios de los años 60, cuando era una joven estudiante de filología y el aborto aún estaba penalizado en Francia.
Casi 20 años después de la primera publicación del libro (en Francia lo publicó Gallimard en el 2000 y en España Tusquets en 2019), este viernes 18 de marzo llega a las salas españolas su adaptación al cine, por la que Audrey Diwan, directora y coguionista de la película, ganó el León de Oro en la última edición del Festival de Venecia, convirtiéndose en la sexta mujer en ganar el premio (la primera fue la cineasta germana Margarethe Von Trotta en 1981, por Las hermanas alemanas).
La película de Diwan parte de una buena decisión, algo que parece una obviedad pero que en realidad no lo es tanto: poner a la protagonista, Anne (una magnífica Anamaria Vartolomei), en el centro del relato. Los hechos se narran desde su mirada, la cámara la sigue de cerca casi a cada momento, mientras que los otros, el entorno social, están en un segundo plano, son los condicionantes, lo que hace que tenga que enfrentarse a esa experiencia a solas. Se trata de un punto de partida decisivo porque ese punto de vista permite reflejar los grandes temas de la historia: esa soledad del personaje y su autonomía moral frente a la mirada ajena.
El acontecimiento habla de una época y de un contexto social concreto, de una sociedad que condenaba (legal y moralmente) el aborto, pero, sobre todo, de una mujer que debe enfrentarse a esa vivencia en la más absoluta soledad, física y emocional. Y con ello, de la formación de una subjetividad a través de esa experiencia, de la pérdida y la búsqueda de la propia identidad en medio de la tragedia, de la independencia moral de ese personaje protagonista, de su derecho y capacidad de tomar sus propias decisiones, de su lucha por seguir sus deseos. La sociedad del relato era una sociedad aún reprimida en lo sexual, pero, sobre todo, una sociedad que castigaba con crudeza las consecuencias no deseadas del sexo de las mujeres solteras y sin medios para hacer frente a ellas, ahí el quid de la cuestión. Ahí reside lo más aterrador de la película, en la conciencia de soledad de la protagonista, en su soledad a pesar de estar físicamente acompañada.
El acontecimiento habla de una mujer a la que no le queda más elección que poner en riesgo su vida para salvarse a sí misma, que trata de ser libre a pesar de tenerlo todo en contra, al margen de lo que los otros piensen y esperen de ella. Esa búsqueda de libertad del personaje se refleja en sus acciones y expresiones, en su mirada perdida y a la vez decidida. De ahí la importancia de la presencia de los espejos en la película. Anne es una mujer que, en medio de todo lo que le está sucediendo, se pregunta constantemente quién es ella, quién quiere ser y qué desea de la vida. Como pasa con las cosas verdaderamente importantes, esa vivencia la coloca frente al mundo, le hace cuestionarse a sí misma y reafirmarse en ese deseo de libertad.
«Me he quitado de encima la única culpabilidad que he sentido en mi vida a propósito de este acontecimiento: el haberlo vivido y no haber hecho nada con él»
Annie Ernaux en ‘El acontecimiento’
Y Diwan cuenta toda esa odisea de la protagonista con sencillez, con naturalidad y precisión, utilizando la forma para llegar al fondo. De ahí procede la sinceridad de la película, de la cercanía desde la que retrata a ese personaje central. Sin ocultar lo atroz de un aborto clandestino, la directora retrata la cotidianidad de la protagonista a lo largo de esa experiencia para mostrar el modo cómo la vida de una chica normal y corriente, que podría ser cualquier mujer, se ve totalmente alterada por ese hecho. De esa forma, consigue llegar al mismo lugar adonde llega la escritura de Ernaux: a partir de la narración de lo subjetivo llegar a lo universal, al reflejo de una verdad en la que podemos reconocernos, captar lo íntimo y a la vez colectivo, el miedo, la humillación, el sufrimiento, la soledad y los deseos de muchas otras mujeres. «Me he quitado de encima la única culpabilidad que he sentido en mi vida a propósito de este acontecimiento: el haberlo vivido y no haber hecho nada con él. (…) Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros», decía Ernaux en su novela.
También, en la línea del libro, otro de los aciertos de Diwan está en poner la mirada en el cuerpo. El cuerpo como espacio de conflicto es el otro gran protagonista del relato. El cuerpo como lugar de vida y muerte, de belleza y placer y a la vez de vergüenza, violencia y dolor. Como decía la propia Ernaux, la experiencia narrada es una experiencia intrínsecamente física, «vivida desde el principio al final a través del cuerpo», de ahí la importancia y necesidad de su presencia (más o menos explícita) en las imágenes.
El acontecimiento es una película tan dura como honesta. En ella, Audrey Diwan ha logrado reflejar con verdad la esencia del relato de Ernaux. Y esa esencia es la interioridad de Anne, su mundo íntimo, sus ideas, pensamientos y sentimientos, su soledad, su deseo de libertad y el significado y el precio de esa libertad, el valor necesario para ser libre. La búsqueda y el encuentro de una voz en la escritura. Su manera de ver la literatura, como una forma de reconocimiento y revelación de la vida, capaz de ir más allá de la propia experiencia.