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Cultura

Agustín Fernández Mallo cartografía el amor en el fin del mundo

Hablamos con el escritor gallego sobre el amor, el futuro distópico y su nueva novela ‘El libro de todos los amores’

Agustín Fernández Mallo | Ivan Giménez – Seix Barral

El escritor Agustín Fernández Mallo convive con su propia ecología de obsesiones. Este 2022 publica El libro de todos los amores (Seix Barral) donde analiza hasta desintegrar un tema del que muchos han escrito, pero en el que pocos logran ahondar dentro de una estructura narrativa especulativa: el amor.

¿Qué es el amor para el autor? Pues, muchas cosas a la vez. El libro de todos los amores es una cartografía de todos los tipos de amor que el autor fue observando durante los cuatro años que le llevó escribir este libro. Amor mandíbula, amor corporación, amor big data, amor decibelio, amor fuego, amor tubo de ensayo son una de las muchas clases de amor que, en pequeñas dosis, según explica el autor, funcionan en paralelo para ir desarrollando la otra historia, la de una escritora y su esposo que recorren una Venecia distópica.

Fernández Mallo empezó a escribir esta novela al darse cuenta, gracias a la pregunta de un periodista, que siempre en sus libros el amor era un hilo narrativo presente. «No me había percatado de que era tan obvio, pero eso se quedó ahí en mi cabeza. Luego, al ver casualmente la paleta de colores del botánico Tadeo Haenke, fue que tuve la idea de hablar del amor, haciendo un pantone del amor» afirma el autor a THE OBJECTIVE.

Escribir sobre un tema tan absoluto le suponía un imposible porque «lo lógico es que no quedes bien si lo haces», por lo tanto, le pareció que podía abordar el tema desde las periferias de lo absoluto, buscando las cercanías y la domesticidades a partir de la observación. «Ver en los pequeños detalles de lo que leo o de lo que veo en mi cotidianidad, algo que me pudiera relacionar con el amor de alguna manera y, siempre a mi modo, porque si te fijas, todos los ensayos que hay del amor en la novela son muy líricos, o sea, hay un momento en el cual la lógica estricta se rompe y se va a un lugar metafórico y casi poético. Así que empecé haciendo pequeños textos y poniéndoles un nombre a los que amamos». 

A partir de allí Agustín Fernández Mallo fue indagando en una estructura narrativa para todo eso que observaba. Fue allí que aparecieron los personajes que, para el autor, necesitaban tener un elemento de fantasía como «fin de informar acerca de la realidad» porque si no es así «es estéril» afirma. Es por eso que la novela posee personajes que se reafirman en elementos «fantásticos como una esferas de vinil o una bola de nieve de Venecia».

¿Amor apocalíptico?

«Yo no soy apocalíptico y no me interesa el apocalipsis porque creo que es mentira», afirma Agustín Fernandez Mallo cuando conversamos sobre la relación de la novela con el entorno de crisis en el que se envuelve la historia. «Ese miedo al apocalipsis ha existido desde hace más de 30 siglos, por lo que no hay que olvidar que toda civilización ha ficcionado su propio apocalipsis porque nunca ha ocurrido».

«No hay que olvidar que toda civilización ha ficcionado su propio apocalipsis porque nunca ha ocurrido»

El libro de todos los amores es la forma que encuentra el autor para hacer entender que, alegóricamente, se está viviendo una crisis o «que el mundo se acaba, pero no a partir de  plantear la historia a través de los grandes debates que hay ahora como el Antropoceno o las guerras», quería plantearlo «a lo grande» a través de «la falta de amor». A pesar de que admite que puede ser una excusa naïf para explicar la decadencia del mundo, cree que ese elemento inocente, le daba una posibilidad narrativa mucho más extensa, universal y libre para ahondar en el tema.

Es a partir de ese posibilidad que el autor crea una serie de elementos para sus personajes, que nos permiten intuir que la falta de amor y el contexto que viven los protagonistas de la historia conlleva a la creación de algo nuevo, de un nuevo mito fundacional, «los fragmentos para para configurar un nuevo mundo» que, en la novela, pueden representar una pregunta clave: «cómo sería el amor en un nuevo mundo».

Alexa y un vinilo: los nuevos creadores de la humanidad amorosa

Hay tres elementos en la novela que se repiten, que guían a los personajes, cambiando, creando o protegiendo a la humanidad. El primero de ellos es el famoso dispositivo de Amazon que nos escucha y que sigue nuestras ordenes, Alexa; el segundo, una bola de cristal de la ciudad de Venecia y, por último, una esfera de vinilo. 

«Alexa está presente etimológicamente, es protectora de la humanidad. Esto es algo que me parecía bueno para plantearlo: Alexa, no como la última tecnología que nos llevará a lo híper tecnológico sino como una tecnología que en realidad nos llevará a lo más primario», ya que este dispositivo «está en combinación con la esfera de vinilo, que en teoría es en donde está escrito cómo será el fin del mundo y que define un nuevo mundo».

En cualquier caso la competencia entre los elementos no le interesaba al autor la posibilidad de reflexionar sobre el dispositivo electrónico en la novela. «Alexa no está vigilándonos para hacer un inventario de nuestros gustos con los que luego vendernos cosas, sino que está copiando el mundo, pero para dejar atrás a los humanos, para crear un mundo paralelo y abandonarnos». Hasta cierto punto el autor deseaba mostrar al dispositivo y al futuro más allá de como muchos se lo imaginan -«como un lugar lleno de servidores con miles y miles de ordenadores”- sino como un mundo que viviría en equilibrio con lo analógico y, es por ello que no quería dejar de lado a la esfera de vinilo, «porque ahí está contenida también la idea de que el futuro no solo es la última tecnología, sino es algo tan primario y tan material y tan tosco como es un vinilo». Para el autor esta necesidad de percatarnos de lo primario «es como volver al fuego».

Agustín Fernández Mallo | Foto: © Ivan Giménez – Seix Barral

Venecia: la ciudad como alegoría

Venecia es la ciudad protagonista de El libro de todos los amores y, a pesar de que pueda recordar a la novela de Thomas Mann, la novela de Agustín Fernández Mallo no tiene que ver con autor alemán, sin embargo, cree que es posible que la referencia a Mann esté dentro de nuestro inconsciente colectivo.

Sin embargo y, más allá del inconsciente colectivo, al autor le interesaba la ciudad por muchas razones en términos estilísticos y narrativos: «es una ciudad donde poca gente sabe nace el capitalismo. Por ejemplo allí se firma el primer cheque bancario de la historia. Allí se inventa la producción en cadena porque se creó para hacer barcos, además de haber sido una ciudad estado asociada al comercio y a las transacciones desde siempre».

Para el autor, Venecia es una ciudad diversa, como de las que hablaba Italo Calvino pero, sobre todo es, una ciudad vegetal. «Si te fijas es una ciudad de piedra y mármol, pero sus cimientos no son como los de nuestras ciudades, que son roca y hormigón, no, sus cimientos son vegetales porque son millones de troncos clavados verticalmente», afirma.

«El amor también parece siempre muy marmóreo y muy sólido, pero en verdad, se asienta en un terreno pantanoso y vegetal, un terreno viscoso que se puede desmoronar en cualquier momento»

Fue a partir del cimiento vegetal de la ciudad que el autor encontró el espacio perfecto para localizar la novela, no solo por la decadencia estructural de la ciudad sino como metáfora del amor. «Los cimientos de la ciudad son vegetales y esto era muy interesante, aparte de la obviedad de que es una ciudad que se hunde y de que algún día se acabará hundiendo, pero eso es un poco como el amor. El amor también parece siempre muy marmóreo y muy sólido, pero en verdad, se asienta en un terreno pantanoso y vegetal, un terreno viscoso que se puede desmoronar en cualquier momento».

Amor en guerra

Una de las ideas del libro en esos pequeños ensayos sobre el amor que escribe el autor, nos refleja lo cegados que estamos ante el mundo y ante el otro, lo poco que nos vemos, lo poco que nos escuchamos. No es de extrañar que esta conversación termine preguntándonos si la guerra actual, la invasión de Rusia a Ucrania, no es sea una forma de no vernos, de no querer entendernos entre diferentes. 

«Claro esa idea está ahí en la novela de que no nos vemos y al no vernos no podemos identificarnos con nadie. El amor al final es un sentimiento que surge de la identificación con otra persona absolutamente diferente a ti, porque si es muy parecido a ti, no tiene mérito. Pero el amor viene de ahí, de la identificación. Cuando tú no te identificas hay un momento en el que todo eso te da igual».. Sin embargo, Fernández Mallo advierte que es importante «no caer en una especie de amor ideal», en el que «uno debe amarlo todo» porque la palabra amor puede caer en la «hipertrofia», sin olvidar que puede crear monstruos. «No olvidemos que los mayores desastres de la humanidad se han hecho por amor al prójimo o amor al líder», concluye.

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El libro de todos los amores ante todo nos desvela a un Fernández Mallo en su faceta más obvia en su carrera como escritor, la de observador: ese que mira el mundo en silencio y se inscribe en él desde el silencio y, a partir de allí escribe su nota de amor al mundo, cartografiando el amor como un pacto.