SEYO: Igualdad de oportunidades para estos niños músicos de Europa
SEYO es el resultado de la alianza de Acción por la Música y Sistema Europe, asociaciones por la integración social de niños y jóvenes a través de la música
Hay sueños que se sueñan y otros que se cumplen. María Guerrero soñó, hace ya casi diez años, que la música podía ser un vehículo a motor para cientos de niños en riesgo de exclusión social en nuestro país. Inspirándose en el Sistema de Coros y Orquestas Infantiles y Juveniles ideado en 1975 por el maestro José Antonio Abreu en Venezuela, creó Acción por la Música, una fundación cuyo objetivo es «la transformación social a través de la práctica colectiva de la música a tres niveles: individual, familiar y comunitario», tal y como describen en su web. La labor que desarrollan les valió, en 2020, el ‘Premio Emilio Castelar a la defensa de las libertades y el progreso’ en la categoría de compromiso social.
Ahora van a montar una buena, la sexta edición de Sistema Europe Youth Orchestra (SEYO), una iniciativa conjunta de Sistema Europe y Acción por la Música en la que más de 140 músicos de entre 12 y 20 años, procedentes de 17 países europeos, se subirán al escenario del Auditorio Nacional de Música de Madrid para interpretar a Bach, Sibelius, Holst o Mussorgsky. Todos ellos participan en sus países de origen en proyectos similares al de Acción por la Música.
«Mucho de lo que somos hoy día todos viene definido por a qué dedicábamos nuestro tiempo libre cuando éramos más jovencillos»
María Guerrero, creadora de Acción por la Música
«Todos los integrantes de nuestros coros y orquestas son vecinos de distritos con una alta complejidad socioeconómica. Son chavales cuyos padres trabajan mucho (como todos trabajamos) y, por tanto, tienen mucho tiempo libre al terminar el colegio, y hemos identificado que ese tiempo libre es un espacio de desarrollo: mucho de lo que somos hoy día todos viene definido por a qué dedicábamos nuestro tiempo libre cuando éramos más jovencillos», comienza explicándome María Guerrero, la fundadora. También incide en la gran diversidad de procedencias de todos los músicos de la fundación y en la «gran riqueza» que eso aporta. Y, sobre todo, en la igualdad de oportunidades que la entidad les brinda: «En sus familias quizá no se les ocurriría nunca que pudieran tocar un instrumento de orquesta, que parece que es algo para gente muy privilegiada». De no darles esa oportunidad, le comento yo, muchos talentos se perderían, ¿no? «Sí, porque el talento se distribuye de forma homogénea, pero las oportunidades no», reflexiona.
Aun así, la premisa de Acción por la Música no pasa por reunir, de forma exclusiva, a niños y adolescentes prodigio, sino que integran a «todos, los que tienen un talento especial para la música y los que no», pues su objetivo va mucho más lejos de lo estrictamente musical. «Se trata de un grupo de personas que son capaces de crear belleza juntas, y que experimentan un nivel de integración muy profundo, porque de lo que pone cada una de las partes al resultado final hay un salto cualitativo. Todo lo que hay suma y lleva a una especie de plenitud que nos hace sentir la fraternidad humana, la unión y la compasión. Y eso hay pocos espacios donde se pueda vivir», explica María, añadiendo que la música les hace sentir «libres», algo fundamental para que los jóvenes encaren «toda la complejidad e incertidumbre que tienen por delante», y que puedan hacerlo «en familia».
Le pido a María algunos ejemplos de cómo la música ha ayudado, en su Fundación, a algunos de estos niños y niñas. Por razones de privacidad, cambiaré sus nombres para relatar sus historias. La primera de ellas es la de Juan, un chico de doce años que empezó a juntarse con malas compañías. Con 12 años había entrado en una pandilla callejera y estaba a punto de dejar la escuela, abocándose al fracaso escolar. «Este chico vivía con su madre y otros familiares y se pasaba el día en el parque, donde lo fueron captando, porque justo estos grupos se fijan en personas que tienen capacidad de inspirar y de atraer a otros, como es su caso», explica María. Juan entró en el programa de Acción por la Música y, a los tres meses, el cambio que había pegado era tan radical como para asombrar al mismo jefe de estudios de su colegio: «Un día nos dijo ‘¿qué estáis haciendo, que a este chaval le ha cambiado hasta la forma de andar?’ Y es verdad, iba más erguido, más seguro. Esa parte de nuestra identidad, quién sentimos que somos, se denota al andar», dice con orgullo Guerrero. «Él ha ido progresando muchísimo hasta convertirse en un referente de nuestras orquestas, y acude también al conservatorio sacando unas buenísimas notas. Nos llena de orgullo».
«La escuela, aunque cumple una función insustituible, no puede llegar a todo. Sigue habiendo muchos espacios en los que nosotros podemos empujar»
María Guerrero, creadora de Acción por la Música
El segundo de los ejemplos es el de Elena. Elena, tras dos largos años de pandemia y mascarillas, no era capaz de retirarse la suya para mostrar su rostro, «por vergüenza, por no sentirse apta». Las profesoras de su cole habían intentado trabajar con ella este miedo, sin resultado favorable. Hasta que en en el mes de mayo tocó en uno de los conciertos de calle que Acción por la Música organiza y, de pronto, se liberó del tapabocas y mostró su sonrisa: «Al final te proyectas y te expresas a través de lo que haces, y el público te recibe con un aplauso y valida así lo que eres. Las profesoras del colegio se quedaron alucinando, pero es que la escuela, aunque cumple una función insustituible, no puede llegar a todo. Sigue habiendo muchos espacios en los que nosotros podemos empujar».
Tomás es el protagonista del último «hilo de oro», como en Acción por la Música les gusta llamar a aquellos niños y niñas que han experimentado un progreso claro gracias a la música. Tomás perdió a su madre en circunstancias «por lo que nadie debería perder a su madre», a causa de un accidente doméstico derivado de la precaria situación familiar. «Para este chico, cuando su madre falleció, la orquesta se convirtió como en su familia. Un día se levantó y se puso a tocar el violín y una semana después publicaba en sus redes sociales: ‘Mamá, siempre vas a estar conmigo; cuando yo toque música en la orquesta, vas a estar conmigo; yo sé que cada vez que toque va a ser mi manera de que estemos juntos’», relata María, con la emoción vibrando en la voz.
Ellos tres, junto al resto de músicos procedentes de esos 17 países europeos, van a vivir del 5 al 14 de julio unos días de convivencia cuajados de actividades, con el colofón final de subirse a las tablas del Auditorio Nacional para mostrar todo lo aprendido. «Lo que es maravilloso es que cuando llegan lo hacen como cualquier otro artista, con la dignidad de saber que están porque hacen algo que lo merecen y, a la vez, con el respeto por el lugar que están ocupando, para hacerlo lo mejor posible. Yo los veo orgullosos y a la vez abrumados, después del concierto ese aplauso se queda para siempre con ellos, porque nadie les puede quitar eso», dice María al respecto.
Para Natalia Salazar, de doce años -lleva seis en la fundación- no va a ser su primera vez, así que no está nerviosa, pero sí «muy agradecida» porque le hace «mucha ilusión tocar en el Auditorio Nacional, que es un un lugar muy bonito, muy grande y con mucha historia». María Guerrero me habla de ella: «Natalia es alumna del colegio Jaime Vera de Tetúan. Entró junto con su hermana, pertenecen a una familia muy bonita, sus padres las apoyan y se han agarrado a esta oportunidad que tienen de hacer música valorando mucho el componente de palanca de progreso que tiene en su vida. Las dos son un ejemplo para mí de superación, de constancia, son disciplinadas, brillantes y muy trabajadoras».
«El talento se distribuye de forma homogénea, pero las oportunidades no»
María Guerrero, creadora de Acción por la Música
Cassandra, por su parte, tiene 16 años, es de Luxemburgo y pertenece también a El Sistema en su país. Ella toca la flauta desde hace cinco años, y le gusta el sonido que produce y las posibilidades de este instrumento: «Me encantan todas las técnicas que se pueden hacer con los labios». Como Natalia, espera el concierto con ilusión porque los que ya ha vivido anteriormente, en París y en Estrasburgo, le dejaron un gratísimo recuerdo: «Me gusta cómo tocamos todos juntos, había una armonía y un sonido tan fantástico… Es divertido y es mágico tocar con otras personas», dice ensoñada. Para quien quiera verlas, a ellas y al resto de niños que sueñan un mundo más justo a través de sus notas, las entradas para el próximo jueves 14 de julio ya están disponibles.
Sistema Europe Youth Orchestra (SEYO)
140 jóvenes músicos de toda Europa y directores invitados.
Obras de de Bach, Sibelius, Holst y Mussorgsky, entre otros
Auditorio Nacional (Sala Sinfónica)
Jueves 14 de julio · 19:30