Juan Gómez Jurado: «Me han ofrecido entrar en la política y siempre he dicho que no»
El escritor conversa con THE OBJECTIVE sobre su nueva novela, ‘Todo Arde’, sobre la literatura, su plan como ministro de Cultura y su futuro profesional
A uno no le queda otra que acostumbrarse al nombre de Juan Gómez Jurado (Madrid, 1977), que se va repitiendo por todos lados: desde la radio y la prensa hasta los podcast y ahora la televisión (tanto en las series, con la nueva adaptación de su obra que prepara Amazon, como en el catálogo de TVE con El condensador de fluzo). Sin embargo, donde más tiempo se le ha visto y (todo apunta a que se le verá) es en la lista de los más vendidos, donde mes a mes pelea, como poco, por ponerse a la cabeza.
El escritor, triunfante y reconocido por el éxito de su saga Reina Roja, un universo de tres libros que ha revolucionado el mercado español con sus 76 reediciones y 2,5 millones de ejemplares vendidos y que, si presta atención, verá en cada vagón de metro en el que suba, ha vuelto con Todo Arde (Ediciones B), una novela que promete reducir la media de sueño de los españoles y que ya se encuentra en todas las librerías del país.
A Gómez Jurado se le reprocha en tono elitista que escriba novela negra, como si ello mermara su talento narrativo y como si todo el mundo tuviera el ingenio y la inteligencia necesarios para crear una pentalogía tan redonda y cuidada en los detalles que roza lo obsesivo, sin dejar de lado un ritmo frenético que obliga a pasar a la siguiente página antes de irse a dormir.
Todo Arde es una piedra más de un legado, uno de esos que no necesitan de grandes galardones para ser reconocidos y alabados. Siguiendo una metáfora de Stephen King, no todo en la vida son chuletones, clásicos endiosados que a uno le obligan a leer a desgana en la ESO. A veces hay que elegir una hamburguesa en la carta, el plato divertido que se trata de despreciar por su sencillez pero que bien hecha es mejor que muchos de los mejores cortes de carne. Gómez Jurado hace parecer sencillo lo difícil, como los buenos magos y los mejores novelistas. Quizás ahí resida su duende.
El escritor y periodista conversa con THE OBJECTIVE durante unos minutos en un hueco de su agenda de entrevistas sobre su obra, la vida política, las inspiraciones, la nostalgia, la relación con los lectores y mucho más.
PREGUNTA.- Llevas 11 novelas, 14 libros infantiles, un libro de ficción y encima te salen todos bien. ¿Cuál es el truco?
RESPUESTA.- Soy muchísimo más lento de lo que acabas de describir porque en realidad ten en cuenta que llevo 16 años como escritor. A pesar de que es verdad que he escrito novelas para niños, sobre todo en los últimos años han sido colaboraciones, la autora principal es Bárbara Montes. Soy un escritor muy lento. Todo Arde fueron 18 meses para poder escribirla.
P.- ¿Escribes más de una novela a la vez o esperas a que estén terminadas?
R.- Si te contestara eso tendría que matarte [se ríe]. Sí, sí, creo que lo he contado alguna vez, pero me da un poco de pudor. Antes de que se publicara Reina Roja, Loba Negra estaba prácticamente terminado y Rey Blanco ya había comenzado porque solo podía ser así. Cuando tú tienes una historia como esta, se trata de engañar al lector en el mejor sentido de la palabra y de transmitir una experiencia muy particular. Ahí hay que trabajar esas historias como si fueran una sola.
Es verdad que cuando escribía la primera fase de las aventuras del universo Reina Roja llegué a tener cinco manuscritos abiertos hacia el final; pero tenía que ser así. Si Antonia Scott entra en un restaurante y tiene exáctamente la misma conversación con uno de los antagonistas que ha tenido otro personaje con él unos libros atrás pero que ahora significa otra cosa aunque se digan las mismas palabras, eso no sucede por casualidad, sucede porque lo he pensado durante mucho tiempo. Fíjate, entre 2015 y 2018, publiqué la cantidad exacta de cero libros. Hubo dos años completos en los que no hice absolutamente nada porque lo único que podía hacer era estar preparando ese universo que después nos ha dado tantas alegrías.
P.- Stephen King distinguía entre los escritores ‘mapa’ y los de brújula, aquellos que necesitan planificar su novela hasta el mínimo detalle o los que se sientan a escribir y dan forma a una idea y a ver qué sale. Me da que tú eres más de los primeros, encima de los detallistas.
R.- Sí, hasta lo enfermizo. A mis editores les pongo muy nerviosos [se ríe], pero porque querrían que entregase mucho más. El año pasado no hubo ningina novela para adultos mía porque había que preparar lo que estaba por venir con mucha, mucha delicadeza y mucho trabajo. Eso te diré que se traslada incluso al momento en el que los libros se acaban en el papel, porque en el manuscrito de Todo Arde verás que hay una escena que tiene lugar en un casino donde el cuerpo de letra cambia porque tiene que hacerse más pequeño para que las escenas vayan entrando en la página de manera que el cambio de personaje y localización sea una transición marcada por la propia página. Por lo cual, yo, mientras planificaba eso, me tuve que limitar a 220 palabras, que fue lo que calculé que me daría a cabo bajando el cuerpo de letra un par de puntos. Pero luego hubo que revisarlo ya cuando el manuscrito estaba hecho, entonces prácticamente me lo arrancan de la mano, es cuando me dicen lo de «mira, Juan, vamos a tirar 275.000 ejemplares. Es que necesitamos dos putas semanas enteras, dánoslo». Al final me lo acaban quitando y se acaba publicando casi contra mi voluntad [se ríe].
P.- Dices que estás un año sin publicar, pero, y volviendo a Stephen King, no te preocupa sobresaturar el mercado y tener que recurrir a un seudónimo, a un ‘Richard Bachman’?
R.- No, no me preocupa porque eso no va a pasar. Stephen King escribe dos libros al año, yo tengo muchísima suerte de terminar las tres cuartas partes de un manuscrito a lo largo de ese mismo periodo de tiempo.
P.- Pero la gente te sigue leyendo. En el metro la gente lleva reinas rojas, lobas negras y demás aunque hayan pasado años de su publicación. Además siguen editando Reina Roja, ha salido otra tirada hace poco.
R.- La 76 si no recuerdo mal; 2,5 millones de ejemplares. Eso sirve para llenar el Camp Nou dos veces y media y también llenarlo en los 106 por 70 del campo, con las rayitas de la línea de cal. Es muy bestia, pero me da igual. Igual que me dan igual mis editores y ellos tienen mi móvil, imagínate todo lo demás. La historia hay que contarla bien, eso es todo.
P.- ¿Te preocupa quedarte anticuado, dejar de ser interesante para el público?
R.- No porque no entiendo ese concepto. El otro día lo veía viendo French connection, decía «hostia, esto es mucho más moderno que muchas series que puedes encontrar ahora mismo en Netflix». Ves esa persecución, ves a Popeye corriendo, ves la escena del metro… Eso está súper por delante. A lo mejor tú lees a Donald Westlake y es probable que el público ya no lo recuerde, pero está muy por delante de lo que hace muchísima gente. ¿Qué es ser moderno? No lo sé. Desde luego no intentar serlo.
«Me gustaría que mis padres estuvieran aquí y poder decirles ‘pues mira lo que ha hecho tu hijo’, y no puede ser»
P.- ¿Has tenido alguna mala experiencia con algún fan?
R.- Pues no, macho, la verdad es que no. Fíjate que si no te lo diría, pero en 16 años lo único que he encontrado han sido buenas personas. La gente es simpática, es agradable, es increíblemente agradecida y yo a ellos. A lo mejor tiene que ver con que en las firmas los trato uno a uno, que da igual que haya otras 200 personas detrás. Cuando estoy con esa persona solo estoy con esa persona. Es lo que mis padres me enseñaron y es lo que intento aplicar.
P.- Vuelves con los personajes femeninos como protagonistas. En la mayoría de los libros que has publicado recientemente has apostado por ellas. ¿Por qué esta decisión?
R.- No sé, las historias las cuento con quien las tengo que contar. Fíjate que El Paciente tenía un protagonista masculino, aunque es verdad que el gran protagonista ausente es la mujer del neurocirujano, que era anestesista y se había suicidado porque tenía cáncer. Cuando yo escribo esa novela me doy cuenta de que esa historia solo la puede protagonizar un hombre porque su relación con la pérdida, con la culpa, con el que hayan secuestrado a su hija solo se entendía desde la masculinidad. Ni se me pasó por la cabeza que David Evans fuera otra persona, de la misma forma que no podía ser bajo ningún concepto Antonia Scott otra persona que no fuera Antonia Scott. Es la historia quien va eligiendo quién la protagoniza, cómo funcionan las cosas. Los personajes se van moldeando en función a ella también. No es una elección consciente, es una elección inevitable.
P.- ¿España apoya su cultura?
R.- No lo sé. Le estás haciendo una pregunta que una persona como yo, no te puedo responder porque no creo formar parte del tejido sociocultural de este país, del relevante, del que de verdad levanta la puta persiana todas las mañanas como los libreros, como los bibliotecarios, como los profesores de literatura, como los dueños de los teatros, como los actores que se levantan cada puta mañana intentando preparar la obra mientras a lo mejor tienen que ir a un segundo trabajo porque si no a lo mejor no llegan. Yo escribo libros y a la gente le gustan, es todo lo que hago. A quienes tendrían que preguntarles es a todos los héroes, a todas las heroínas que hacen esto todos los días, a los que levantan una película sin tener apenas dinero. Esos son los que importan.
P.- Pero has ido escalando, por decirlo e alguna manera, en el mundo de la cultura. Pasaste de becario en ABC a ir subiendo hasta ser novelista.
R.- Pero desde fuera, porque realmente escribir un libro no es lo mismo que tener una librería. Yo no podría tener que pelear todos los años para intentar atraer clientes, para intentar atraer lectores, para intentar generar actos de interés cultural balanceando las nóminas y al mismo tiempo intentando permanecer relevante dentro del ‘loop’ porque sigues queriendo leer y estás preocupado de que haya novedades que no sean de calidad mientras los clásicos desaparecen. Tendría una gigantesca ansiedad siendo librero. Yo cuento historias, lo mío es lo fácil.
P.- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
R.- Estoy releyendo Enhorabuena por tu fracaso, de Arturo González Campos. La primera vez lo leí muy deprisa y ahora estoy descubriendo que el libro es bastante mejor de lo que yo creía e incluso de lo que pudiera estar justificado que fuera.
P.- ¿Cuántos libros lees al año de media?
R.- 110, 120, depende.
P.- ¿Cómo se logra tan buen ritmo?
R.- Leyendo por las noches. Yo me meto en la cama con un libro.
P.- ¿Cuál es la última serie o película te ha enganchado?
R.- Series cada vez veo menos por cosas, pero películas más, y ahora cada vez más estoy volviendo mi vista hacia el cine negro de los 40 y de los 50 y a todo el cine de los años 70 en general. ¿Las últimas películas que acabo de ver? Pues mira, Los viajes de Sullivan, Friends connection, La conversación… y modernas pues he visto Barbarian, que me flipó, y Nope, de Jordan Peele, que también me flipó.
P.- Es un poco paradójico que estés viendo menos series justo cuando tus novelas están empezando a adaptarse a este formato
R.- Sí… No sé. ¡Veo muchas, eh! Pero las importantes. He visto La casa del dragón, que me vuelve loco, he visto Hulka, que me gustó, Los anillos de poder, por descontado. Digamos lo que he perdido es la ansiedad de ver la serie que esta semana todo el mundo recomienda. Eso me ha dado más tiempo para leer, por otro lado.
P.- ¿Qué clásico recomiendas, que sea casi obligatorio?
R.- Cada persona es distinta, cada situación es distinta, cada momento y cada edad es diferente. Para mí, El Quijote es absolutamente imprescindible, pero lo es con 44 años. A un chaval de 18 años le diría que no le atosiguen. A lo mejor hay un chico que me está leyendo que tiene 18 años o un señor que tiene 50 y que dice «pues yo con 18 años lo leí y Juan Gómez Jurado no tiene ni puta idea porque los chavales tienen que leer los clásicos», pero eso no es verdad. Tú a lo mejor sí, pero el 90% de las personas no tiene tu experiencia y eso es una falta de empatía. Mi planteamiento no es qué clásico hay que recomendar casi de forma obligatoria, mi planteamiento es que a los niños hay que darles la mayor cantidad de acceso a los libros que sea posible para que, si les apetece, lean El Quijote, y si aguantan, pues oye, ole su coño. ¿Que no? Pues a lo mejor tienen que leer un libro más divertido. A lo mejor se tiene que leer Harry Potter y que se enganche a la lectura, que es lo más importante.
«¿Qué es ser moderno? No lo sé. Desde luego no intentar serlo»
P.- ¿Aceptarías entrar en la política si te lo ofrecen?
R.- Jamás, me lo han ofrecido y siempre he dicho que no.
P.- ¿Alguna de las ofertas era de un gran partido?
R.- Sí, pero he dicho siempre que no. Además de distintos espectros, lo que hablaba más de ellos que de mí, creo.
P.- ¿Y por qué no?
R.- Primero, porque no lo haría, porque no considero que pueda aportar nada a la sociedad desde ese lugar. Yo puedo aportar como padre o como trabajador, no puedo aportar nada desde un cargo público, así que para qué voy a estar molestando. Por otro lado tampoco hay muchos que puedan.
P.- ¿Qué haría si fuera ministro de Cultura por un día?
R.- Tomármelo libre.
P.- ¿Hay algo que eches de menos de la época previa a ser famoso?
R.- No, la verdad. A los amigos que he perdido por el camino y a mis padres, que murieron. Es lo único que echo de menos. Me gustaría que estuvieran aquí y poder decirles «pues mira lo que ha hecho tu hijo», y no puede ser, y eso me pone muy triste. Todavía lloro por las noches y no he borrado el contacto de mi padre del teléfono. Me da mucho por culo que no esté . Es muy triste… [se toma unos segundos antes de responder] ¡Bueno, ¿qué más?
P.- En 2020, antes del Planeta de los tres Mola, dijiste que no estabas interesado en optar a este premio ni a otros. ¿Has recuperado el gusanillo de los galardones?
R.- No creo merecer ningún premio literario, no creo que ahora sea procedente. El único premio que me gustaría ganar algún día, y eso es un empeño personal, sería el Premio al Fomento de la Lectura porque es realmente lo que considero que mi labor principal. De la misma forma que lo es cuando estoy sentado en una firma de libros y viene un niño y le sonrío, y le hablo a su nivel, no poniendo vocecitas que es lo que hacen muchos adultos que no han visto un niño en su vida, y le pregunto qué es lo que quiere, qué es lo que le preocupa. Los niños se van con una sonrisa en la cara y a lo mejor se llevan un libro firmado y uno de regalo, porque para eso también sirve vender millones de libros, para poder regalarlos cuando te salga de los huevos. Eso es mi trabajo, es emocionar con la lectura.
P.- ¿Cuánto queda de Juan Gómez Jurado?
R.- ¿Dónde? En esta entrevista poco.
P.- En la novela más bien.
R.- Mucho. Yo hago una reducción al absurdo pero que sirve para entendernos: todos mis personajes son yo, pero yo no soy todos mis personajes. De esa forma puedes encontrar algo mío en el más terrible de todos los villanos pero que ese viaje no se produzca en sentido contrario.
P.- ¿En qué estás trabajando ahora?
R.- Pues en algo que no te voy a decir [entre risas].