THE OBJECTIVE
Contraluz

¿Es el Museo de América un museo colonialista?

Las repatriaciones de objetos pueden ser símbolos de reparación histórica, pero no dejan de ser estrategias políticas del presente, nunca desinteresadas

¿Es el Museo de América un museo colonialista?

Ilustración de Erich Gordon.

La semana pasada se desvelaba la existencia de un grupo de trabajo en el seno del Ministerio de Cultura para, en palabras de su responsable Fernando Sáez, «descolonizar los museos». Todas las miradas se han vuelto al Museo de América de Madrid. Y ya era hora porque siendo un museo único (no hay otro establecimiento dedicado a todo América) lo cierto es que siempre ha estado bastante olvidado. Lo primero que hay que advertir es que el Museo de América no es el único museo sobre América en Madrid. El Museo Nacional de Antropología y el Museo Naval también poseen importantes piezas americanas. Incluso el Museo del Prado, desde la dirección de Miguel Falomir, ha comenzado a descubrir sus conexiones americanas. ¡Y qué gran museo se ha perdido el mundo al no juntar todas estas colecciones!

A cambio, sin embargo, disponemos de tres enfoques diferentes sobre un mismo tema. El Museo de América tiene una aproximación más histórica o cronológica. No juzga sino comprende, que diría el historiador Marc Bloch. Es cierto que siempre ha tenido mucho cuidado, se diría que miedo, en no aludir a la Conquista. Francisco Pizarro se nos aparece por allí en clave de igualdad con el Inca Garcilaso o con la Momia de Paracas. Por otro lado, está el Museo Naval que adopta el discurso heroico y ¡ay! nacionalista (¿y qué quieren si depende del Ministerio de Defensa?). Por último, el Museo Nacional de Antropología del cual Sáez es director, adopta la perspectiva de la antropología (una antropología posmoderna y no colonialista, se entiende). Desde este punto de vista, ese supuesto proceso de descolonización podría ser visto, no sin cierta paradoja, como una imposición de esta última perspectiva hacia todas las demás.

Pero vayamos a la cuestión ¿es el Museo de América de Madrid un museo colonial (y ya que estamos, franquista)? En primer lugar, ¿posee un carácter nacionalista? Ciertamente. Pero, ¿es que algún museo estatal o provincial no lo tiene? Hasta el menos sospechoso, pongamos el Reina Sofía, no deja de tener detrás un proyecto político, en este caso el de un templo laico y de modernidad edificado para contener ese gran símbolo republicano que es el Guernica. Y siendo esto cierto también lo es que el Museo de América se caracteriza por una fuerte vocación anti-nacionalista. Me explico. El Museo de América tuvo la gran virtud de ocuparse del arte y la cultura virreinales (siglos XVI-XVIII) cuando muy pocos lo valoraban. Así, y gracias sobre todo a su anterior directora (Concepción García Sáiz), en Madrid existe una gran colección de pintura virreinal y seguramente la mejor colección de cuadros de castas del mundo, aquella pintura costumbrista que se realizó en Nueva España en el siglo XVIII. En América, este arte virreinal (delicadamente ingenuo, maravillosamente recargado, y en ocasiones tan indígena como la más adusta vasija zapoteca) tendió a valorarse poco por considerarse extranjero (es decir, por español). Y, al contrario, en España muy pocos le hicieron caso por también considerarlo extranjero (es decir, americano). Hace ya muchas décadas que se comenzó a valorar el arte producido en América durante la Edad Moderna, pero ha sido un camino muy largo que todavía no se ha terminado de recorrer.

«Si asumimos que América fue una colonia, convertimos tres siglos de rica historia en algo subsidiario y periférico»

Segunda cuestión, ¿es el Museo de América un museo colonialista? Pregunta que no es sino producto de otra mucho más amplia y que contiene uno de los grandes debates que siempre sobrevuelan la historiografía americanista: ¿fue América una colonia de la Monarquía Hispánica (no, España no existía)? Y sí, no me lean con esa cara, más allá de los acaloramientos políticos del presente, en puridad, aquel sistema desigual de metrópolis, plantaciones y capitalismo, no se inventaría hasta finales del XVIII. La paradoja en todo esto es que, si asumimos que América fue una colonia, inmediatamente minusvaloraremos lo que allí se produjo, convirtiendo tres siglos de rica historia en algo subsidiario y periférico. Y esto, ciertamente, es algo difícil de sostener. Haga la siguiente prueba: sitúese en el centro de la inmensa Plaza del Zócalo en la Ciudad de México, luego en la Plaza Mayor de Madrid, si a uno no le asaltan dudas acerca de una supuesta y reconfortante superioridad o centralidad histórica seguramente tenga un problema de autoestima. Y esta ha sido precisamente una de las grandes virtudes del Museo de América, la de exhibir y valorar un arte y cultura americanos, bien de época prehispánica bien virreinal; diferentes, ni mejores ni peores que todo aquello que se realizó en Europa por los mismos años.

Y no, las colecciones que atesora dicho museo no fueron expoliadas en el siglo XVI por Hernán Cortés y sus sanguinarios secuaces ¿saben por qué? Porque no existía aquella lógica científica o museística (también es cierto, imperialista y centralista) que tan bien representa el British Museum, el gran museo metropolitano ¿Qué hizo por ejemplo Carlos V cuando recibió los maravillosos objetos que Moctezuma regaló en embajada a Cortés? Los puso a circular por toda Europa. Los cuales extasiaron, por ejemplo, al mismísimo Durero, que afirmó no haber visto nada tan extraordinario. Los objetos se movían, circulaban, se intercambiaban. La lógica nacional y centrípeta vendría mucho después. Esa es también la razón por la que el (supuesto) penacho del mismo Moctezuma, el penúltimo emperador azteca, se encuentre en Viena. Después de todo… Madrid casi ni existía. Si no era capital de España iba a ser capital de un imperio ¡si ni siquiera se había inventado el Estado! Pero, entonces ¿qué había? En fin, dejémoslo. El caso es que la inmensa mayoría de las piezas que allí se exhiben provienen de expediciones desde finales del XVIII hasta el siglo XX. O de regalos diplomáticos, como el caso del Tesoro de los Quimbayas. Y denunciar los casos de expolio es muy necesario, pero tampoco es de recibo pedir que se devuelva lo que una vez se regaló.

«Hoy se reclama o se devuelve el patrimonio por los mismos motivos que Moctezuma o Carlos V en el pasado lo hacían circular»

Y la última: ¿es el Museo de América un museo franquista? Sí, lo sé, es una pregunta un poco sensacionalista, pero qué quieren, es el nivel del debate. Es cierto que el franquismo utilizó el tema americano como uno de los pilares de su nacionalcatolicismo. Por tanto: sí, el Museo de América fue franquista… como todo en España entre 1939 y 1975. Dos datos para rebajar la euforia: el Museo de América fue originariamente también un proyecto de la II República. Además, su forma actual le fue dada durante el Gobierno socialista de Felipe González al calor de los fastos del 1992, es decir del quinientos aniversario de aquel «encuentro entre dos mundos».

Para concluir. Todos los museos deben cuidar con constancia su discurso y su labor. Recuerdo en especial un panel expositivo. Una de las salas buscaba representar todas las migraciones que han dado forma a América, desde que se pobló por primera vez hace milenios a través del estrecho de Bering hasta las masivas migraciones europeas del XIX. América como el continente donde se mezclan todos los continentes. Es cierto. Y es lo que le da un interés excepcional a la historia americana. Sin embargo, entre todas aquellas migraciones se incluía la africana, olvidando o silenciando que dicha población provenía del terrible comercio triangular. No, no era migración, era tráfico de esclavos. Horrendo y vergonzante. Los propios conservadores del museo sabían que ese panel debía ser modificado y corregido. En realidad, lo hubieran tenido fácil, pues en su acervo disponían de no pocas imágenes de negros africanos representados como grandes nobles y caciques de la época. Cosas de la América virreinal, que de todo tenía, esclavitud y ascenso social ¡y no la aburrida Europa!

Pero volvamos a nuestro tema: una cosa es corregir inexactitudes o falacias; otra denunciar expolios ilegales o arteras sustracciones en el pasado; y otra muy diferente hacer un llamamiento a «descolonizar un museo». Todo revisionismo es un esencialismo en tanto en cuanto siempre esconde un supuesto intento de devolver las cosas a su estado más puro, a su significado definitivo. Y claro está, esto no es posible. Las cosas tienen el significado que le queramos dar y que otros después de nosotros también le darán. Convertir un incensario prehispánico en un símbolo de contrición histórica por nuestra Conquista supone, en primer lugar, relegar aquello que significó para los antiguos mayas; y, en segundo, adoptar esa falsaria primera persona del plural, tan propia del nacionalismo como ajena a la historia. Las descolonizaciones, revisiones y repatriaciones pueden suponer importantes símbolos de reparación histórica… pero no dejan de ser estrategias políticas del presente, nunca desinteresadas. Francia devuelve el Tesoro de Abomey al Estado de Benín en África. Aplaudimos el acto de justicia y pocas veces nos paramos a pensar en la conveniencia política que supone. Hoy se reclama o se devuelve el patrimonio, podríamos decir, por los mismos motivos que Moctezuma o Carlos V en el pasado lo regalaban o lo hacían circular: como una importante herramienta política. Respecto a reparar o descolonizar el pasado, es imposible. En todo caso quedaría ocuparnos de las colonizaciones del presente.

Manuel Burón es historiador en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de ‘El patrimonio recobrado’ (Marcial Pons, 2019).

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D