Crónicas de un francotirador contra el Estado Islámico
‘Largo alcance’ es una detallada crónica bélica de un activista kurdo convertido en letal francotirador que cambió la balanza del avance del Estado Islámico en Rojava
No es tan sencillo describir con precisión literaria el zumbido de las balas de una metralleta a tu alrededor en el frío de una densa noche cerrada. Tampoco lo es dar voz a los camaradas muertos que tomaron tu posición en la fila de bajas ni, en general, hablar de las centenares de vidas abatidas por uno mismo con la simple presión del gatillo. Todo ello es desgranado por Azad Cudi en su crónica bélica, Largo alcance: mi vida como francotirador en la lucha contra el Estado Islámico, que finalmente aparece en nuestro idioma a finales de 2022 en una edición de Capitán Swing.
El primer paso del francotirador, que emplea su nombre de combate para no ser reconocido, es el de identificar su trayectoria para que comprendamos sus motivos para viajar y empuñar un arma. Azad Cudi cuenta que fue reclutado por el ejército de Irán a los diecinueve años para luchar contra su propio pueblo kurdo, motivo por el que desertó y se convirtió en periodista y activista clandestino.
Es por ello por lo que Azad Cudi escapó pagando un traficante de personas para empezar una nueva vida desde abajo en Reino Unido hasta ascender a periodista sobre la diáspora kurda. Cuando estalló la guerra civil siria y los kurdos establecieron el enclave autónomo de Rojava decidió regresar y empuñar un arma como parte de la coalición contra el ISIS de más de sesenta países.
Unos años más tarde, en 2014, era uno de los dieciséis francotiradores kurdos desplegados en Kobani, en Rojava, cuando ISIS asedia la ciudad. La respuesta de los combatientes marcaría un punto de inflexión en la expansión del Estado Islámico: «En Kobane, entre septiembre de 2014 y enero de 2015, unos dos mil hombres y mujeres detuvieron a los doce mil combatientes de Estado Islámico. […] ¿Cómo lo hicimos? Si respondo que Nasrin abatió a doscientos yihadistas, yo a doscientos cincuenta, Hayri a trescientos cincuenta y Yildiz y Herdem a quinientos por cabeza -lo que implica que entre los cinco abatimos a una sexta parte del ejército que EI envió contra nosotros-, quizás creas saber la respuesta».
Largo alcance es una detallada crónica de meses de combate sanguinario en las calles, casa por casa, combinado con reflexiones políticas sobre las diferencias entre Al Qaeda y Estado Islámico («EI era una evolución de Al Qaeda que se estableció como alternativa para quienes consideraban que el grupo original de Osama bin Laden era demasiado manso […] EI no era un juguete de un millonario, era un ejército sofisticado que había adquirido su material del antiguo régimen de Sadam Husein»), meditaciones personales sobre la devastadora muerte de los compañeros cercanos y apuntes estratégicos de combate como la diferencia entre el rol pasivo diurno en la retaguardia del francotirador y el rol activo nocturno o el propio rifle como tecnología que debe lidiar con la visibilidad o el viento.
Finalmente, a nivel literario el lector podrá encontrar más allá del despliegue material bélico la inmaterial retórica propia de cada combatiente, una versión actualizada y en el contexto kurdo del sueño de libertad contra la opresión que podía verse, por ejemplo, en Homenaje a Cataluña de George Orwell en el que el escritor inglés viaja también a otro país como voluntario en un combate contra la dictadura.
Las reminiscencias entre los dos periodistas convertidos en soldados son más de las que parecen ya que descubrimos el alimento del alma del francotirador en el sueño compartido de Rojava contra la tiranía yihadista: «Habíamos [en Kobane] creado una vida rica y variada en esa tierra exigua. Semejante mosaico de humanidad ha demostrado ser con frecuencia una receta para la división y el conflicto en Oriente Medio. Nuestra intención […] fue acoger la diversidad. Celebrando la diferencia y usando la tolerancia para crear comunidad, romperíamos el ciclo de tribu contra tribu y tirano tras tirano […] también rechazaríamos la noción de que todos los combatientes por la libertad estaban condenados a seguir el mismo triste camino de liberar a su pueblo para convertirse después en opresores».